Tiempos de cambio
Una atenta observación de la época que nos ha tocado vivir, nos permite descubrir ciertos ejes de movimiento interno, que parecen señalar claramente que somos testigos y protagonistas directos de uno de los períodos más inquietantes y, al mismo tiempo, más interesantes que le ha tocado vivir a la humanidad.
Numerosas evidencias proclaman que todo un viejo mundo, con sus valores y estructuras caducas, ha entrado definitivamente en crisis y que desde sus mismas cenizas otro mundo distinto pugna por asomar.
Si vivimos, pues, un tiempo de transición entre dos ciclos evolutivos humanos, ¿qué ocurre siempre en todo momento de cambio o transición?
Se produce un aumento general del «movimiento», de la «agitación»; todo se remueve y lo que hasta ese momento se consideraba firmemente asentado se desmorona.
Mientras, aparecen novedosos elementos en juego que reclaman, asimismo, novedosas respuestas.
Justamente esa sensación de «agitación» o «movimiento» en grado hasta ahora desconocido y a todos los niveles, es lo que parece desprenderse de la situación del mundo actual.
Somos testigos de una época donde el pasado y el futuro se unen. En un mismo tiempo y espacio conviven y se entremezclan actitudes y formas del pasado, del «viejo orden» decadente, con otras actitudes y formas que corresponden al «nuevo orden» naciente.
Y es precisamente en este variopinto campo de experimentación, el más contradictorio de la historia conocida en razón de su complejidad, donde se dan las oportunidades para un enorme progreso de cada ser humano, en cuanto individuo, y de la humanidad, como colectivo, o también, por el contrario, si no se adoptan las medidas oportunas, una época donde se presentan en potencia los mayores peligros, aquellos capaces de producir una hecatombe de proporciones planetarias.
Confusión
Si con una única palabra pudiéramos representar la situación del mundo en nuestros días, sin duda esa sería CONFUSIÓN.
Nunca, en la historia conocida de la humanidad, se han reunido en un mismo tiempo y espacio tantos elementos contradictorios, tantos motivos para la desazón y al mismo tiempo tantas razones para la esperanza.
La contradicción impera fuera y dentro del ser humano.
Esta situación está relacionada, a nuestro modo de ver, con el plan evolutivo de la humanidad y con la necesidad, en función de ese plan, de hacer confluir en una misma encrucijada espacio-temporal todos los elementos que definen e influyen en una determinada concepción del mundo, hasta ahora vigente, con aquellos que representan su alternativa de futuro, para posibilitar a la humanidad una elección consciente que permita el tránsito normal hacia una nueva época.
Hoy lo que está planteado, en el ámbito colectivo y en el ámbito individual, es una gran elección: cambiar e inaugurar esa nueva época sobre la base de valores de mayor altura moral de forma consciente y responsable, o hacerlo con más sufrimientos de los necesarios, a empellones, por decirlo así, de las leyes universales.
El célebre escritor libanés Gibran Khalil Gibran dice en una de sus obras que «la verdad no se ve disminuida por venderse en el mercado, pero que cuando se vende en el mercado sólo el sabio es capaz de reconocer su verdadero valor».
Hoy todas las posibilidades están puestas sobre la mesa, por decirlo de alguna manera; hoy la Verdad se vende en el mercado, mezclada y confundida con todas las otras mercancías, incluso entre las mil formas de la mentira, porque en los planes espirituales estaba previsto el tiempo en que «todo lo oculto debía ser desvelado”; para posibilitar y obligar a los hombres a esa elección consciente que de paso al nuevo tiempo, pues el nuevo tiempo pertenece a los seres conscientes.
Sólo bajo esta perspectiva, la de un tránsito entre un mundo viejo y un mundo nuevo, puede ser entendido cabalmente todo lo que pasa en el seno de la humanidad actual.
Sólo bajo el marco de un cambio de paradigma en el que nuestra humanidad parece que se ve inmersa, adquiere sentido todo lo que sucede.
La mayoría de los seres humanos no son conscientes aún de este proceso y la masa humana, según sus impulsos internos, se polariza esencialmente en tres grandes subconjuntos:
1°.- Los que miran permanentemente al pasado, con cuyos valores se encuentran identificados.
2°.- Los que vegetan en un presente sin raíces y romo de valores de futuro.
3°.- Los que habiendo pasado la crisis necesaria previa a cualquier cambio, han comenzado a vislumbrar algunas nuevas y prometedoras directrices, que incluyen valores que parecen delinear un futuro esplendoroso para el ser humano si son adoptados y cultivados conscientemente.
Dichas polarizaciones reflejan actitudes o posicionamientos vitales que se pueden catalogar en otros tres subconjuntos: 1. Regresivas; 2. Coyunturales y, 3. Progresivas.
1.- Regresivas. Son aquellas tendencias que unidas a sus consiguientes formas de expresión en los distintos aspectos del quehacer humano, se destacan por sus denodados esfuerzos en mantener principios, valores, hábitos y estructuras del viejo orden, justamente los mismos que están en crisis.
Quienes sostienen esas actitudes se sienten satisfechos con el mundo que han heredado del pasado; de ahí que sean incapaces de concebir nuevas alternativas, pues no se les ocurre siquiera cuestionar el sistema establecido.
Quien no se plantea preguntas tampoco necesita respuestas.
El surgimiento de otras actitudes diferentes, novedosas, provoca siempre en ellos prevención y rechazo, por la simple razón de no son las que ellos sostienen e implican, en la mayoría de los casos, el removimiento de las bases sobre las que se sienten cómodos y seguros.
Ese miedo a perder su «seguridad», los polariza desesperadamente a torno a las viejas ideas, de la misma madera que el náufrago que no sabe nadar, en el ofuscamiento producido por su miedo, se agarra a lo primero que tiene a mano, aunque sea la misma nave que se hunde y que terminará por arrastrarlo al fondo.
Dichas tendencias enarbolan los valores típicos del viejo orden: orgullos nacionales, patrióticos o raciales a ultranza, es decir, por encima de todo; miedo sistemático a cualquier planteamiento nuevo, que se manifiesta como conservadurismo exagerado, intolerancia, afán de supremacía, actitudes prepotentes, ya sea en el ámbito individual, nacional, racial o de clase social, defienden la carrera armamentista y el equilibrio del terror, comparten la idea de la competitividad pura y dura como base para el desarrollo socioeconómico, abogan por un desarrollismo desenfrenado…
2.- Coyunturales. Son actitudes propias del momento de transición, de la crisis. No han tenido vigencia antes ni la tendrán después, al menos no en ese grado y amplitud.
En su aspecto positivo significan una ruptura con lo anterior y por eso también podríamos llamarlas «rompedoras».
En su vertiente negativa no se desligan definitivamente del pasado adoptando valores y principios de futuro, su carácter es eminentemente pasivo.
Es el caso del pasotismo, de las drogas como medio para evadirse de la realidad, del sensualismo planteado como objetivo vital y de todo tipo de tendencias autodestructivas.
Su ideal estaría representado por la frase siguiente: «El pasado no nos gusta, el futuro no existe; vivamos a tope el presente sin prescindir de nada, muramos jóvenes y al final seamos un bonito cadáver».
3.- Progresivas. Se caracterizan por ser actitudes animosas, optimistas y responsables. Han surgido de un replanteamiento crítico del sistema actual en crisis y de una intensa búsqueda de alternativas, marcadas todas ellas por una visión holística.
Tienen en común el deseo de trabajar por el mejoramiento de la sociedad y consideran que es un objetivo posible si se adoptan las medidas oportunas.
Cultivan principios y valores como la libertad, la solidaridad, la colaboración, el pacifismo, la unión respetando la diversidad, la justicia social, la no discriminación en razón de raza, sexo, condición social, etc.; desean un desarrollo de la Ciencia y de la Técnica «a la medida humana», es decir, al servicio del ser humano y no al revés y que respete el medio ambiente; proclaman el diálogo como el mejor método para solucionar los problemas entre los hombres; se orientan hacia el universalismo, superando ilusorias barreras separativas entre los humanos -fronteras, lenguas, razas, clases sociales…-, siendo conscientes de la Unidad fundamental de la Vida.
EL RETO
Una vieja canción que escuché alguna vez decía en su letra: «O eres parte del problema o eres parte de la solución». ¿Qué quiero ser realmente? ¿Una parte del problema o una parte de la solución? Esta es la pregunta que cada cual ha de contestarse con total sinceridad en su interior.
Pensamos que la principal lección de nuestra época radica en saber distinguir todo lo que corresponde al «viejo orden», en disolución, que se muestra incapaz de responder adecuadamente a las nuevas exigencias humanas, al objeto de abandonarlo, de lo que representa el «espíritu del nuevo ciclo evolutivo que se prepara para la humanidad»; es decir, el conjunto de tendencias, actitudes y maneras de pensar, de sentir y de hacer, así como sus formas expresivas consecuentes, que se van revelando como directrices necesarias y adecuadas para salir del presente estado de crisis e inaugurar un futuro luminoso para la humanidad. ❐
Por Oscar M. García Rodríguez “Grupo Espírita de La Palma” Isla de La Palma – Canarias (España) Noviembre 2002.
Para la publicación de este contenido, se ha utilizado parte de la transcripción de su conferencia que desarrolló en las “II Jornadas Andaluzas”, celebradas en San Fernando (Cádiz), el 1 y 2 de Noviembre de 2002. Publicada en la revista Flama Espírita nº 117 de Julio/Septiembre de 2005. (Titulado: «Una Visión del Espiritismo para el siglo XXI. parte (VI)» – Puedes acceder a este ejemplar desde este enlace del Centre Barcelonés de Cultura Espírita: http://www.cbce.info/web/index.php/flama-espirita/52-flama/118