Los sueños, en sus distintas formas, no tienen más que un solo fin: la emancipación del alma.
Ésta se desprende del cuerpo carnal durante el sueño y se traslada a un plano más o menos elevado del Universo, donde percibe, con sus propios sentidos, los seres y las cosas de ese plano.
Se pueden dividir los sueños en tres categorías principales:
En primer lugar, el sueño ordinario, puramente cerebral, simple repercusión de nuestra estructura física o de nuestras preocupaciones morales.
Es también el reflejo de las impresiones e imágenes almacenadas durante el estado de vigilia; cuando no hay una orientación consciente, ni interviene la voluntad, éstas se desarrollan automáticamente o se reducen a escenas imprecisas sin relación entre ellas, pero que quedan grabadas en la memoria.
Los sufrimientos en general y ciertas enfermedades en particular, al mismo tiempo que facilitan el desprendimiento del espíritu, aumentan más aún la incoherencia y la intensidad de los sueños.
El espíritu que ve obstaculizada su expansión y es atraído a cada instante hacia el cuerpo, no puede elevarse, lo que crea un conflicto entre la materia y el principio espiritual, que se influyen mutuamente.
Las sensaciones y las imágenes chocan y se confunden.
En el primer grado de desprendimiento, el espíritu flota en la atmósfera sin alejarse mucho del cuerpo; se sumerge, por decirlo así, en el océano de pensamientos e imágenes que, por todas partes, circulan en el espacio.
Se impregna de ellos y guarda impresiones confusas de sueños extraños e inexplicables.
A veces, esos sueños, se mezclan con recuerdos de vidas anteriores, que son tan intensos como completo sea el desprendimiento, consiguiendo hacer vibrar las capas profundas de la memoria.
Estos sueños, de infinita diversidad, según el grado de emancipación del alma, afectan a menudo al cerebro material, y por eso los recordamos al despertar.
Después vienen los sueños profundos o sueños etéreos en los que el espíritu escapa de la vida física, se desprende de la materia, recorre la superficie de la tierra y la inmensidad en busca de sus seres amados, sus parientes, sus amigos, sus guías espirituales.
A veces, va al encuentro de las almas humanas, desprendidas como él de la carne durante el sueño.
Se establece entre ellos un intercambio de ideas y pensamientos cuyas sensaciones, raras veces afectan al cerebro físico, debido a su insuficiencia vibratoria.
Dejan, sin embargo, su huella en la conciencia, en forma de intuiciones o presentimientos que influyen más de lo que creemos en la dirección de nuestra vida, inspirando nuestras decisiones y nuestros actos.
De ahí el proverbio: «La noche trae consejo»
En la Revue Spirite de 1866, p.172, Allan Kardec habla del desprendimiento del espíritu de una joven de Lyon, durante el sueño, y como se trasladó a París apareciendo en medio de una reunión espírita en la que se hallaba su madre.
El médium, en estado de trance, se trasladó a Lyon, a petición de una señora presente, al apartamento de su hija, que describió con exactitud. La joven estaba dormida, su espíritu protegido por un guía espiritual; se acercó a su madre, que la vio y escuchó.
—Para ella –dijo el guía al médium– esto es un sueño, del cual no conservará al despertar ningún recuerdo, pero sí el presentimiento del beneficio que puede aportar una creencia firme y pura.
Pidió que se le dijera a su madre que si en su estado normal pudiese acordarse tan bien de sus encarnaciones precedentes como se acordaba en ese instante, no permanecería mucho tiempo en el estado sedentario en que se encontraba.
Porque ahora veía claramente y podía avanzar sin indecisión, mientras que en el estado de vigilia tenemos los ojos cubiertos con una venda.
—Gracias –dijo a los asistentes– por haberos ocupado de mí.
Luego abrazó a su madre.
El médium añadió al terminar:
—Ahora es feliz en este sueño, del cual no se acordará, pero que dejará en ella una sensación saludable.
Algunas veces el alma, cuando está suficientemente depurada, guiada por los espíritus angelicales, logra llegar hasta esferas divinas, hasta el mundo donde los principios se generan.
Desde allí, vuela en el tiempo y ve desarrollarse el pasado y el futuro.
Si al volver a la envoltura humana conserva alguna evidencia de las sensaciones experimentadas, éstas podrán constituir lo que se llama el sueño profético.
En casos importantes, cuando el cerebro vibra de forma demasiado débil para poder guardar las sensaciones fuertes o sutiles percibidas por el espíritu, y éste quiere conservar al despertar el recuerdo de las instrucciones recibidas, crea, por su voluntad, gráficos, escenas figurativas e imágenes fluídicas adaptadas a la capacidad vibratoria del cerebro material y, por una acción sugestiva, las proyecta con fuerza en este órgano.
En caso necesario, si es inexperto será ayudado por espíritus más adelantados y el sueño tendrá entonces, una forma alegórica.
Hay sueños de este tipo que son famosos, por ejemplo, el sueño del Faraón interpretado por José(1).
Muchas personas tienen sueños alegóricos.
No siempre interpretan las impresiones recibidas directamente por el espíritu del durmiente, pero la mayoría de las veces las revelaciones proceden de las almas encargadas de cuidarnos.
Estando gravemente enfermo y poco menos que desahuciado, obtuve yo mismo, en sentido figurado, el anuncio de mi curación.
En mi sueño, recorría penosamente un camino cubierto de escombros; a medida que avanzaba, los obstáculos se amontonaban a mi paso.
De repente, un riachuelo ancho y profundo, apareció ante mí; tuve que interrumpir la marcha.
Lleno de ansiedad, me senté en el borde, pero, desde la otra orilla, una mano invisible dirigió hacia mí una tabla cuyo extremo cayó a mis pies.
No tuve más que sujetarla, y así pude atravesar la corriente.
Más allá, el camino estaba libre de obstáculos, y avancé con paso más firme por un alegre campo.
He aquí el sentido de este sueño.
Supe algún tiempo después, por una mujer sumida en el sueño magnético, la causa de mi enfermedad causa bastante común, pero que ningún médico había podido descubrir, así como tampoco los medicamentos aplicables, recobré poco a poco la salud y pude emprender de nuevo mis trabajos.
Se demuestra frecuentemente, en los sueños, el fenómeno de premonición, es decir, la facultad que tienen ciertos sensitivos de percibir en sueños las cosas futuras.
Los ejemplos históricos abundan:
Plutarco (Vida de J. César), hace memoria del sueño premonitorio de Calpurnia, la mujer de César. Ella vio por la noche la conjuración de Bruto y de Casio, el asesinato de César, e hizo todo lo posible para impedirle ir al Senado.
Se puede ver también en la obra de Cicerón (De Divinatione, I, 27), el sueño de Simonide; en Valère Maxime (VII, I, 8), el sueño premonitorio de Atérius Rufus, y (VII, II, 4) el del rey Crésus, anunciándole la muerte de su hijo Athys.
En sus Commentaires, Montluc refiere que un sueño le advirtió, la víspera del acontecimiento, de la muerte del rey Enrique II, atravesado por Montgomery con una lanza, en un torneo.
Sully, en sus Mémoires (VII, 383) afirma que Enrique IV tenía el presentimiento de que sería asesinado en una carroza.
Hechos más recientes, constatados la mayoría, pueden ser citados en apoyo de lo dicho:
Abraham Lincoln soñó que estaba en completa calma, solo preocupado por sollozos; se levantó, recorrió varias habitaciones y finalmente, en medio de una, vio un catafalco sobre el cual estaba tendido un cuerpo vestido de negro, escoltado por soldados y rodeado por una multitud deshecha en llanto. —¿Quién ha muerto en la Casa Blanca?, preguntó Lincoln.
—El presidente –contestó un soldado– ¡ha sido asesinado!
En aquel momento, una prolongada aclamación de la multitud le despertó.
Poco tiempo después, murió asesinado.(2)
En su libro Lo Desconocido y los Problemas psíquicos, Camille Flammarion menciona 76 sueños premonitorios, de los cuales dos son de su madre (pág.
505). La mayoría son totalmente auténticos.
Uno de los más notables es el caso del Sr. Bérard, antiguo magistrado y diputado (pág. 512):
Obligado por la fatiga, en el transcurso de una expedición, a pasar la noche en una miserable posada en medio de unas montañas boscosas, vio, en sueños, todos los detalles de un asesinato que había de cometerse tres años después en la misma habitación que él ocupaba, y cuya víctima fue el Sr. Victor Arnaud, abogado. Al recordar este sueño el Sr. Bérard descubrió a los asesinos. El Sr. Goron, antiguo jefe de seguridad, refiere igualmente este hecho en sus Memorias (t.II, pág. 338).
Puede citarse también:
El sueño de la mujer de un minero que vio romperse la cuerda de la jaula que servía para bajar a los obreros a los pozos de extracción.
El hecho fue comprobado al día siguiente, y varios mineros salvaron la vida gracias a este sueño (pág.509).
Una joven de la Charité (Niêvre), vio en sueños a un joven, que no conocía entonces, con quien se casó más adelante. Gracias a aquel sueño, llegó a ser la Sra. Émile de la Bédollière (pág. 509).
Algunos reclutas ven en sueños los números que sacarán al día siguiente o algunos días después (pág. 533).
Muchas personas ven en sueños ciudades, lugares, paisajes que visitaran después (págs. 505 a 547).
Por último, el Sr. Henri Horet, profesor de música en Estrasburgo, vio una noche, en sueños, salir cinco ataúdes de su casa.
Poco después se produjo un escape de gas en el edificio y cinco personas perecieron asfixiadas (pág. 416).
A los sueños etéreos puede añadirse el fenómeno del éxtasis o arrobamiento.
Considerado por algunos sabios, poco competentes en materia de psiquismo, como un estado mórbido, el éxtasis es verdaderamente uno de los más bellos privilegios del alma amante y creyente que, en la exaltación de su fe, reuniendo todas sus energías, se desprende momentáneamente de las ligaduras carnales y se impulsa hacia las regiones donde lo Bello se prodiga en manifestaciones infinitas.
En el éxtasis, el cuerpo se insensibiliza; el alma, liberada de su prisión, concentra toda su fuerza vital, toda su facultad de ver, en un solo punto.
Deja de pertenecer a este mundo y participa de la vida celestial.
La felicidad de los extasiados, la alegría de la que gozan al contemplar las magnificencias del Más Allá, bastarían para demostrarnos la magnitud de los goces que nos reservan los mundos espirituales, si nuestras complicadas ideas no nos impidiesen con tanta frecuencia comprenderlas y presentirlas.
* * *
La clarividencia o adivinación es la facultada del alma de percibir, en estado de vigilia, los eventos pasados y futuros, tanto en el plano físico como en el intelectual.
Este don se ejerce a través del tiempo y la distancia, independientemente de los recursos informativos humanos.
La adivinación se ha practicado en todos los tiempos.
En la antigüedad desempeñó un gran papel, y aunque haya habido alucinaciones, errores o supercherías, ya no es posible, después de las recientes demostraciones de la psicología trascendental, rechazar todos los hechos de este tipo atribuidos a los profetas, los oráculos y las sibilas.
Estas singulares manifestaciones reaparecen en la Edad Media.
Jean Huss anunció en la hoguera la venida de Lutero.
Juana de Arco, desde Domremy, predijo la liberación de Orleans y la consagración de Carlos VII. Anunció que sería herida en Orleans.
Una carta escrita por el encargado de negocios de Brabante, el 22 de abril de 1429, quince días antes del acontecimiento, conservada en los archivos de Bruselas, contiene este texto: «Ella ha predicho que será herida por una flecha durante el asalto, pero que no morirá, que el rey será consagrado en Reims el verano próximo(3)».
Profetizó su cautiverio y su muerte.
En los fosos de Melun, sus «voces» la habían avisado que sería entregada a los ingleses antes del día de San Juan(4).
Durante el proceso, anunció con siete años de antelación la expulsión total de los ingleses.
Después, durante esta vida maravillosa, hay profecías de un orden más secundario.
En Chinon, la muerte de un soldado que se burlaba de ella, y que esa misma noche se ahogó en el Vienne; en Orleans, la muerte del capitán Glasdale; la liberación de Compiègne antes del día de San Martín en invierno, etc.
Los casos de clarividencia son numerosos en nuestra época.
Citaremos algunos.
Los «Anales de las Ciencias Psíquicas» (1896, p.205), refieren que Lady A…, habiendo sido víctima de un robo en París, pudo des-cubrir a través de una vidente, al autor del delito, de quien estaba muy lejos de sospechar, con todo lujo de detalles.
El culpable no era otro que Marchandon, uno de sus criados, que con sus buenos modales había conquistado la completa confianza de su señora y fue más tarde el asesino de la Sra. Cornet.
El presentimiento es la intuición, generalmente vaga y confusa, pero a veces también muy clara, de lo que debe suceder.
J. de Maistre ha resaltado que «el hombre está informado naturalmente de todas las verdades útiles».
Ha habido soldados y oficiales que la mañana de un día de batalla han tenido el claro presentimiento de su próxima muerte.
Una encuesta ha establecido que una religiosa de San Vicente de Paúl, el día anterior del incendio del Bazar de la Caridad, anunció que moriría allí quemada.
Esta facultad se encuentra frecuentemente en ciertos países, por ejemplo, en las tierras altas de Escocia, Bretaña, Alemania e Italia.
Pero a nuestro alrededor por todas partes, podemos encontrar presentimientos apoyados en testimonios auténticos.
Son tan numerosos que consideramos es excesivo insistir.
Citaremos solamente los dos casos siguientes:
El coronel Collet en el Boletín de la Sociedad de Estudios psíquicos de Nancy (feb. 1902, pág. 6), cuenta que su suegro Sr. Vigneron, gran aficionado a la caza y la pesca, salía casi todos los días a gozar de sus placeres favoritos, sin que su esposa sintiera ninguna inquietud.
Sin embargo, un día quiso impedirle que fuese a pescar, teniendo el presentimiento de que se ahogaría.
Pero él no quiso hacer caso y por la noche, al volver, se burló de la puerilidad de sus temores.
Pero al día siguiente confesó a su yerno, en secreto, que su barca había volcado, no había podido salir del agua y barro donde se hundió, solo gracias a una rama de sauce que pudo asir a tiempo.
Había puesto a secar su ropa y la había limpiado antes de volver a su casa.
El doctor Max Simón, en el Monde des Rêves (El Mundo de los Sueños), recuerda un hecho parecido:
Un joven doctor alemán que volvía de visitar a sus padres, encontró a dos oficiales acordaron tomar juntos la diligencia. En el momento de subir al vehículo, se sintió detenido por una fuerza desconocida. A pesar de las peticiones de los oficiales decidió no ir con ellos. A penas se pusieron en camino, la fuerza se disipó. El joven doctor aprovechó la primera ocasión para continuar su viaje. Al llegar a la orilla del Elba, vio mucha gente arremolinada. El vehículo había caído al río y los dos oficiales se habían ahogado.
Finalmente, podemos leer en los Annales des Sciences Psychiques de agosto de 1905, el relato de un caso publicado en el Messagero, de Roma:
Un tal Marino Tonelli, de 27 años, habitante de Rancidello (República de San Marino), volvía a casa en su vehículo, la noche del 13 de junio. Se estaba quedando dormido y se encontraba en un punto peligroso de la carretera llamado Coste di Borgo, cuando de repente una fuerte sacudida le despertó. Se encontró tendido en el campo, al fondo de un pequeño barranco donde acababa de pasar con su caballo y su carro. El Sr. Tonelli no resultó herido y comenzó, con la ayuda de muchas personas que llegaron corriendo, a rescatar el equipaje cuando vio, con gran asombro, aparecer a su madre. La pobre mujer, llorando emocionada, le besaba y le preguntaba si se había hecho daño. Ella añadió: –Yo te he visto ¿sabes?, no podía dormir; tu mujer y tus dos pequeños duermen desde hace tiempo, pero yo sentía una inquietud, un malestar inmenso, algo nuevo, que no podía explicarme. De pronto, he visto aparecer ante mí este camino, exactamente este lugar, con el barranco a un lado; he visto al vehículo volcar y a ti saliendo lanzado al campo; tú me llamabas pidiendo ayuda. Finalmente, yo sentí la necesidad irresistible de venir aquí, y sin despertar a nadie, resistiendo el miedo a la soledad, la oscuridad y el tiempo tormentoso, aquí estoy después de andar 4 kilómetros.
El corresponsal del Messagero termina diciendo: –Así son los hechos, tal es el relato exacto que he recogido de los labios todavía temblorosos por la emoción, de estas valientes personas. Según una entrevista hecha por el Sr. Francisci, la inquietud de la madre hizo que viera con algunas horas de antelación el accidente y éste sucedió tres cuartos de hora después de la visión, es decir, el tiempo necesario para recorrer a pie la distancia que separaba la casa de los Tonelli del lugar del accidente.
La premonición y los presentimientos son difíciles de analizar desde el punto de vista científico.
No son explicables más que en ciertos casos, cuando el acontecimiento presentido tiene precedentes, subjetivos u objetivos.
Pero, en la mayoría de los casos, no hay nada, en los hechos anunciados, que se preste a la idea de sucesión o vinculación.
¿De dónde procede el poder de ciertas almas para leer en el futuro? Es una cuestión oscura y profunda que causa un vértigo abismal, y que no nos plantea más que desconcierto, porque instintivamente sentimos que es casi irresoluble para nuestra débil ciencia.
Así como cada mundo que gira en el espacio se comunica, a través de la noche, con la gran familia de astros por las leyes del magnetismo universal, también el alma humana, centella emanada del hogar divino, puede estar en comunión la gran Alma eterna y recibir de ella instrucciones, inspiraciones, e iluminaciones repen-tinas.
Los escépticos podrán reírse de esta explicación. Pero, ¿no es de nuestra elevación hacia Dios de donde dimanan las fuerzas vivas, las ayudas espirituales, todo cuanto nos hace más grandes y mejores? Cada uno de nosotros tiene en las profundidades de su ser una puerta abierta al infinito.
En estado de desprendimiento psíquico, sueño, éxtasis o trance, el alcance de nuestras percepciones puede ampliarse en proporciones incalculables; entramos en relación con una inmensa jerarquía de almas y de energías celestiales.
Peldaño a peldaño, el espíritu puede remontarse hasta la causa de las causas, hasta la inteligencia divina, quien transforma el pasado, el presente y el futuro, fundiéndose en uno todo y que, del conjunto de hechos conocidos, sabe sacar todas las consecuencias.
Escrito por Léon Denis. Publicado en su libro «En lo Invisible: Espiritismo y Mediumnidad. Tratado de Espiritismo Experimental. Hechos y Leyes». Puedes descargarte gratuitamente una copia para leer en PDF desde este enlace: En lo Invisible | Curso Espírita (cursoespirita.com). También puedes escuchar el audio libro, o ver el vídeo libro desde este otro: Audiolibro En lo Invisible (Primera Parte) – YouTube
Notas___
(1) Génesis, X, 1-38; XI, 5-13; XXXVII, 5-10.
(2) The two Worlds.
(3) Diccionario Larousse.
(4) Henri Martin, Histoire de France. t. VI, pág. 226