(…) Las otras Sociedades serán, para nosotros, hermanas, pero no pueden ser rivales.
Si estuviéramos celosos de ellas, demostraríamos que estamos asistidos por malos Espíritus.
(…) Tenemos, además, un medio infalible para no temer ninguna rivalidad.
Es San Luis quien nos lo da: «Que entre vosotros se comprenda y se ame», nos ha dicho.
Trabajemos, pues, para comprender; luchemos con los otros, pero luchemos en caridad y en abnegación.
Que el amor al prójimo esté inscrito en nuestra bandera y sea nuestro lema.
Con eso, afrontaremos la burla y la influencia de los malos Espíritus.
(…) Podemos tener diferencias de opinión sobre puntos de la Ciencia sin que nos hagamos mal y nos arrojemos piedras.
(…) El futuro dará razón a quién corresponda.
Si nos engañamos, no tendremos el necio amor propio de obstinarnos en las ideas falsas.
Pero hay principios de los que uno está seguro de no engañarse: son el amor al bien, la abnegación, la abjuración de todo sentimiento de envidia y de celos.
Esos principios son los nuestros, y con esos principios siempre se puede simpatizar sin comprometerse.
Es el vínculo que debe unir a todas las personas de bien, cualquiera que sea la divergencia de sus opiniones: el egoísmo sólo pone entre ellas una barrera infranqueable.
(…)
El objetivo del Espiritismo es volver mejores a aquellos que lo comprenden.
Tratemos de dar el ejemplo y de mostrar que, para nosotros, la Doctrina no es una letra muerta.
En suma, seamos dignos de los buenos Espíritus, si queremos que los buenos Espíritus nos asistan.
El bien es una coraza contra la que siempre vendrán a romperse las armas de la malevolencia.
Por Allan Kardec
Texto extraído del artículo titulado «Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas: Discurso de clausura del año social 1858-1859» publicado en la Revista Espírita – Periódico de Estudios Psicológicos, julio de 1859