La filosofía espírita difiere de otras líneas filosóficas, religiosas y espiritualistas en cuanto a señalar y adjudicar responsabilidad por el comportamiento de cada hombre.
El Espiritismo teoriza que el espíritu humano surge sencillo e ignorante, en cuyas primeras encarnaciones aparece como un infante, iniciándose en la humanidad.
En la etapa primitiva prevalece lo instintivo y, poco a poco, en su recorrer evolutivo su inteligencia y el sentido moral se van desarrollando, calando y ampliando la conciencia.
En nuestras sucesivas apariciones en el mundo corporal, conforme a la progresiva ley de reencarnación palingenésica, vamos cambiando y escalando diversos mundos, con la aspiración de llegar lo más pronto a mundos celestes, propios de los espíritus puros.
Hoy nosotros habitamos este expiatorio planeta Tierra, que es un hospital de enfermos del alma, donde venimos a curarnos del dolor causado por la plaga y mayor de los vicios, el egoísmo y su descendiente, el orgullo; encarando entonces las consecuencias de nuestros actos.
En última instancia hemos hecho uso del libre albedrío que nos obliga a responder a la ley de causa y efecto; claro, con los debidos atenuantes alcanzados en la vida misma.
Con nuevas experiencias, estudios, lecciones, esfuerzo y voluntad vamos alejándonos cada día de la ignorancia (natural causante de muchos males), aprendiendo, corrigiendo y reparando.
Nos dice Kardec que el verdadero espiritista es aquel que hace esfuerzos por realizar el bien y superar sus malas inclinaciones, o sea, mejorarse moralmente.
Por otro lado nos dice, que el verdadero hombre de bien es aquél que practica la ley de justicia, amor y caridad.
La combinación del esfuerzo constante por mejorarse y la práctica de la ley de justicia, amor y caridad deben guiar el comportamiento o conducta de todo espírita.
Usando como base las preguntas sugeridas por León Denís, al final de su magistral obra literaria, “En lo Invisible”, ganamos una guía para interrogarnos, conocernos a nosotros mismos y someternos al juicio de nuestras propias conciencias.
Preguntémonos y seamos sinceros con nosotros mismos.
Contestemos a nuestras conciencias las siguientes preguntas:
1 ¿He dado a mi tiempo y a mis facultades un empleo útil, inútil o perjudicial para mí o para los demás?
2 ¿He cometido alguna acción que me avergonzaría declarar?
3 ¿He hecho a alguien lo que no hubiese querido que me hicieran a mí? ¿He hecho por los demás lo que hubiese querido que me hicieran a mí?
4 ¿Ha debido sufrir alguien las consecuencias de mi carácter, de mi cólera, de mi mal humor, de mi irritabilidad, de mis excesos o de mi orgullo?
5 ¿Me he procurado algún placer o alegría a costa de terceros, o bien ha sufrido alguien por mí?
6 ¿Me he negado alguna vez a hacer el bien, por haber sido anteriormente pagado con ingratitud?
7 ¿He sido más rígido para con los demás que conmigo mismo? ¿He tratado de descubrir las faltas de los demás antes que las mías? ¿He reprochado a mi prójimo aquello de lo que yo también soy culpable?
8 ¿He hecho resaltar y puesto en evidencia las faltas de los demás en vez de disimularlas o atenuarlas?
9 ¿He dado algo que luego haya sido para mí una privación? ¿Me he alabado de haber dado algo que no me hacía ninguna falta o bien de la privación que con ello me impuse?
10 ¿Han perdurado en mí los sentimientos de odio, de rencor o de animosidad contra alguien? Si Dios resolviera sacarme hoy mismo de este mundo, ¿puedo estar seguro de no llevarme ningún resentimiento?
11 ¿He concebido ideas de venganzas contra alguien? ¿He ejercido alguna venganza?
12 ¿He deseado bien o mal a aquellos de quienes recibí un mal proceder? ¿Me he alegrado o entristecido por el bien que han logrado mis enemigos? ¿He deseado la muerte de mis enemigos?
13 ¿Me he dejado dominar por la vanidad y el amor propio? ¿He buscado lo que podía halagar mi orgullo y vanidad?
14 ¿Me he envanecido de los bienes que me fueron concedidos, de la fortuna o las buenas cualidades de mi físico, de mi inteligencia, de mi saber? ¿He procurado poner en evidencia mis ventajas personales, haciéndolas valer en perjuicio de otros, humillando a alguien con su comparación?
15 ¿He hecho el bien por ostentación? ¿He buscado los aplausos por el bien que cumplía? ¿Me he alabado por los servicios que hice a otros?
16 ¿He sentido herida mi susceptibilidad por los consejos que me han sido dados, por las críticas que se han hecho de mis ideas, de mis opiniones o de mis producciones? ¿He concebido animosidad contra los que no han aprobado todo ello?
17 ¿He dado más importancia a las cosas temporales que a las espirituales? ¿Me causó pena la pérdida de algún bien terreno?
El Espiritismo invita al “conócete a ti mismo” y una gran forma de hacerlo es interrogándonos constantemente, para de esta forma identificar las malas inclinaciones y pasiones perniciosas que retrasan nuestro desarrollo moral e intelectual.
Estimado lector, al responder las preguntas sugeridas no te deprimas por tus afirmaciones. Sabemos que paso a paso todos progresamos, unos más rápidos y notables y otros de forma imperceptible, pero siempre adelantando.
Nada se pierde en el vacío, siempre hay ganancias, la vida en sociedad es el complemento imprescindible para la asistencia mutua de todos los espíritus encarnados, es la divina y moral Ley de Sociedad.
Las respuestas nos deben ayudan a hacer profundas reflexiones y sobre todo a establecer planes de acción para las conquistas de virtudes y la eliminación de vicios.
Todo es parte de la incesante lucha propia de la constante evolución espiritual.
Te invito a que todas las noches, antes del sueño reparador, te preguntes además, ¿hoy hice todo el bien que pude?
Adelante hermano lector, que tus revisadas contestaciones vayan inclinándote hacia la total satisfacción del disfrute del bien en todas sus dimensiones.
Recordemos, seamos sinceros con nosotros mismos. Hasta el próximo CONVERSANDO*…
Por José Colón
________
* – CONVERSANDO, sección de la revista A la Luz del Espiritismo donde José Colón publica sus artículos.
Publicado en la revista A la Luz del Espiritismo. Publicación Oficial de la Escuela Espírita Allan Kardec. Puerto Rico. Año 1. Nº4. Julio 2015 https://www.educacionespirita.com/