Recóndita tristeza en el lar íntimo, pasan las horas y el polvo va cayendo sobre los muebles, mientras la mirada fija en una fotografía no percibe la presencia amada a su lado.
Las lágrimas brotan si no ya en forma líquida, lo hacen hacia adentro abnegando el alma.
La vida pesarosa de la pérdida sin consuelo.
Al otro lado el marido desencarnado charla con su guía:
– ¿Cuándo podré hablar con ella? Me aturde verla tan apenada.
– No te preocupes, pronto tendrás ocasión. Aguarda.
La señora ojea un pliego de tema espiritista que su hijo ha dejado descuidado sobre su escritorio.
Se dice, ¿y si todo esto fuera cierto?
¡Ay, si pudiera saber de Roberto! Se consume en meditaciones que el deudo no escucha estando como está bajo el amparo de su guía. Ambos salen de la habitación. Y se dirigen hacia donde está Claudio, el hijo que nació fruto del amor de esta relación.
***
La reunión en el centro espírita va a comenzar.
Todos están en silencio, sentados alrededor de una mesa rectangular, son ocho personas de aspecto sereno y simpático.
Uno de ellos entona una oración de recogimiento para dar inicio al trabajo.
Roberto ve como desde arriba cae una especie de luz blanquecina que va descendiendo sobre cada uno de los presentes, excepto sobre una muchacha que está oscura, como si la cosa no fuera con ella.
Hay muchas más personas ahí presentes, pero están como ellos, en el plano espiritual.
Visten de blanco inmaculado y radian una alegría singular que embriaga el alma.
– Buenas noches, caros hermanos, venid aquí junto a nosotros, y veréis el trabajo de esta noche, digno de estudio.
Roberto está nervioso, sabe que en un momento dado se le llamará para dar una comunicación, pero de mientras aguarda paciente su turno junto a su guía que no le abandona un instante.
La sesión pasa con normalidad, los mentores espirituales ayudan a los médiums a ponerse en situación para recibir a los espíritus comunicantes, muchos de ellos envueltos en bajas vibraciones, debido a su necesidad de ayuda y orientación.
Desde afuera Roberto contempla la escena curioso, nunca había asistido a una reunión espiritista, ni tampoco se mostraba muy convencido de cuando su hijo le hablaba del trabajo de amor y caridad que hacían.
A él, todo eso le sonata a satanería, o como mucho a charlatanería barata de unos cuantos exaltados, y deploraba que su hijo estuviera mezclado con semejante calaña.
Pero ves las cosas, al volver al plano espiritual, al morir, como vulgarmente se dice, se halló muy sorprendido ante la ayuda inesperada del mismo, y ya no pudo negar la evidencia de la utilidad de estas sesiones, pues ¡qué sólo se quedan los muertos!
Como diría el poeta Bécquer en una de sus rimas, y bien es cierto, pues ya muertos, nadie se acuerda en ayudarlos, como mucho algún pensamiento bondadoso, las más de las veces de agria pena que en nada benefician al difunto, que de difunto tiene poco.
Al recordar estas cosas Roberto se empezó a emocionar al revivir aquellos momentos de angustia y de congoja, pues tal era su desorientación.
Sin darse cuenta mientras estaba en esta situación, fue guiado hacia su hijo, que fue el elegido para la comunicación de aquella noche.
– Buenas noches hermano, ¿con quién tenemos el gusto de hablar?
– Buenas noches, nos dé Dios.
– Qué así sea. Contadnos, en qué os podemos ayudar.
– Ya me estáis ayudando, y mucho. Mi nombre es Roberto Bernabéu y soy el padre de Claudio.
– Honda emoción recorre la mesa como un rayo electrizante.
– Nos alegra mucho poder contar con su presencia esta noche. Como sabéis vuestro hijo nos habló mucho de usted.
– Sí, lo sé. Y le estoy muy agradecido, yo ignoraba todas estas cosas, incluso ahora mismo ignoro como estoy hablando a través de su boca, en realidad no pensé que hubiera vida después de la muerte. Pensaba que eran tonterías, miedos irracionales, que todos tenemos y que de algún modo nos hacen más suave la existencia.
– Pero ahora habéis visto, de que sí hay algo, de hecho estáis en plena conciencia de que no estáis muerto.
– Sí bien lo veo, aunque por un lado más bien me pesa. Porque podría haber hecho muchas cosas que no hice. O haberlas hecho distintas.
– Bueno Roberto, no se culpe más de la cuenta, todos pasamos pruebas y no siempre acertamos en la resolución de las mismas. Lo importante es que ahora esté sereno porque con la ayuda de Dios va a empezar a comprender su nueva situación, y a estudiar su vida ahora acabada, para ver en qué puntos pudo haber hecho más, pero siempre para perfeccionar, no como castigo, y de este modo rectificar en la siguiente existencia. Porque ¿le han dicho ya que volvemos a vivir?
– La verdad, no. No me había planteado ese asunto. No llevo mucho tiempo aquí, o bueno a mí no se me antoja mucho tiempo, y ya digo que hay cosas que no entiendo del todo bien. Sólo sé que estoy mejor, que vuestras oraciones me llegan, y ahora mismo la conversación que estoy manteniendo con vosotros me calma, me da paz. Y al mismo tiempo estoy sintiendo sopor, cansancio.
– Bien, querido hermano, ¿hay alguna cosa más que nos quiera decir?
– Sí, a mi hijo. Claudio, gracias por lo que estás haciendo por mí, la verdad ahora comprendo la utilidad de estas cosas que mientras estaba… en vida no terminaba de comprender. Apoya a tu madre, dile si su comprensión lo puede aceptar, de que estoy bien, de que haga el favor de no manosear tanto mi foto que va a perder el color, que se acuerde de cosas buenas y me perdone si hubieron algunas que no lo fueron tanto. Tengo esperanza de poder decírselo en persona, pues mi guía así me lo confirma, ojalá frecuentara estas reuniones a las que tú asistes, porque por mucho que le hablo ella no me escucha…
Estoy bien hijo, pero ahora estoy algo cansado y me aconseja mi guía que me despida de vosotros. A la paz de Dios.
– A la paz de Dios querido hermano, esperamos si Dios quiere que pronto nos vuelva a visitar.