“Los malos Espíritus pululan en torno a la Tierra como consecuencia de la inferioridad moral de sus habitantes. La acción maléfica de esos Espíritus es parte integrante de los flagelos con que la Humanidad se ve abrazada en este mundo. La obsesión, que es uno de los efectos de semejante acción, así como las enfermedades y todas las atribulaciones de la vida, debe, pues, ser considerada como probación o expiación y aceptada como tal.”
La obsesión, aún en los días actuales, constituye un tormentoso delito social.
Está presente en todas partes, incitando al hombre a estudios serios.
Las grandes conquistas modernas no consiguieron aún erradicarla.
Ignorada a propósito por la llamada Ciencia Oficial, prosigue atrapando en sus redes, diariamente, a verdaderas multitudes de incautos que se dejan arrastras a los profundos abismos sombríos y truhanescos, en los cuales padecen irremisiblemente, hasta la desencarnación lamentable, continuando, algunas veces, incluso después de la tumba…
Esto sucede, porque la muerte continúa triunfando, ignorada, como un punto de interrogación cruel para muchas mentes e incontables corazones.
Las Disciplinas y Doctrinas resultantes de la Psicología Experimental, en sus diversos sectores, prefieren continuar obstinadamente recogiendo teorías que no responden a los resultados de una observación detenida y de constataciones de laboratorio, como si la Inmortalidad solamente mereciese una irritada lucha y no investigación imparcial, capaz de proporcionar al hombre esperanzas y consuelos, cuando todo parece conspirar contra su paz y su felicidad.
Desde las honestísimas investigaciones del Barón von de Guldenstubbé, en 1855, y las del profesor Roberto Hare, fidedigno catedrático de Química, de la Universidad de Pensilvania, en 1856, que llegaron a la conclusión de la realidad del espíritu preexistente a la cuna y sobreviviente al túmulo, los científicos conscientes de sus responsabilidades, se han entregado con afán a la verificación de la Inmortalidad.
Y todos aquellos que se dedicaron a la observación y al estudio, a la experimentación y al fenómeno, concuerdan en la comprobación de la continuidad de la vida después de la muerte…
En los EE.UU. se hicieron famosas las experiencias psiquiátricas realizadas por el Dr. Carlos Wickland, que, valiéndose de la argumentación espírita, consiguió desobsesar a innumerables pacientes que llegaban, atormentados, a su consultorio.
Simultáneamente, en sus trabajos especializados, se valía de una médium clarividente, su propia esposa, que lo ayudaba en la técnica de la desobsesión. Ante Alcina incorporada por el espíritu de Galeno, en plena sesión de la Salpetrière, Charcot respondió, a los interesados en el fenómeno que lo interrogaban, que no les convenía adelantarse a la época en que vivían…
Les sugirió que no se buscaran razonamientos que aclaran los resultados de las investigaciones, debiendo contentarse solamente con aquella “observación experimental”, que todos habían presenciado.
Tal actitud anticientífica ha sido mantenida por respetables investigadores, por temor a la realidad de la vida imperecedera.
Con Allan Kardec, no obstante, tuvieron inicio los elocuentes testimonios de la inmortalidad, de la comunicabilidad de los Espíritus, de la reencarnación y de las obsesiones, correspondiéndole al insigne maestro de Lyon la honrosa tarea de presentar conveniente una terapéutica para ser aplicada en los obsesados y obsesores.
A partir de la publicación de El Libro de los Médiums, en enero de 1861, en París, se presenta todo un conjunto de normas, con un notable esquema de facultades mediúmnicas, y un seguro estudio del Espíritu en sus diversas facetas, concluyendo con el examen de las manifestaciones espiríticas, de la organización de Sociedades y conferencias de los Espíritus Elevados, que trazaron rutas de seguridad para los que ingresasen en la investigación racional de los fenómenos medianímicos.
A través de esta obra magistral, fue presentada la brújula orientadora para el sano ejercicio de la mediumnidad.
Mientras tanto, ante los dolorosos problemas de la obsesión en la actualidad, se tiene la impresión de que hasta el momento, no se haya hecho nada con el fin modificar ese estado de cosas.
¡Sin embargo, desde Kardec hasta nuestros días, cuántas edificantes realizaciones y preciosos estudios acerca de los médiums, de la mediumnidad, de las obsesiones y de las desobsesiones han sido presentados!
Este capítulo de los problemas psíquicos – “la obsesión” – ha merecido de los nuevos cristianos el más puro interés.
A pesar de eso, se mantiene avasalladoramente en carácter epidémico, cual morbo virulento que se esparce por toda la Tierra, hoy más que en cualquier otra época…
La “señal de los tiempos”, a la que se refieren las Escrituras Evangélicas, preanuncia ese dolor generalizado, la Era del Espíritu Inmortal.
No obstante, millones de criaturas duermen el sueño de la indiferencia, entregados a los anestésicos del placer y al opio de la ilusión.
Por todas partes se manifiestan los Espíritus advirtiendo, esclareciendo y despertando…
Entretanto, el carro desenfrenado de la juventud corre en dirección de abismos insondables.
Los hombres alcanzan la madurez vencidos por los desgastes producidos en la época juvenil, y la vejez sin sosiego padece en el abandono.
Los elevados índices de la criminalidad de todos los matices y las calamidades sociales esparcidas en la Tierra son, sin embargo, algunos de los factores predisponentes y preponderantes para las obsesiones…
Los crímenes ocultos, los desastres de la emoción, los abusos de todo orden de una vida, resurgen después, en otra vida, con carácter coercitivo, obsesivo.
Es lo que hoy ocurre como consecuencia del pasado.
La Doctrina Espírita, sin embargo, posee los antídotos, las terapias especiales para tan calamitoso mal.
Repitiendo las enseñanzas de Jesús, amplía lecciones y rumbos para los que se aproximan a sus fuentes vitales.
FIN DEL CONTENIDO MEDIÚMNICO
Espíritu: Manuel Filomeno de Miranda / Médium: Divaldo Pereira Franco
Publicado en el libro “Entretelones de la Obsesión”. Reproducido de la edición digital en español del libro “La Obsesión: Instalación y Cura – Colección de las Obras de Manuel Filomeno de Miranda psicografiadas por Divaldo Pereira Franco. Organizada por Adilton Pugliese”.
Traductor desconocido. (Se ha utilizado la traducción del PDF digital). Puedes acceder al PDF del libro desde este enlace de AKardec.com http://www.akardec.com/?page_id=9
RECUERDA que puedes dejar tus comentarios sobre esta psicografía, abajo en «Dejar un comentario»