Me duele la soledad, la injusticia.
Tanto he luchado, para llegar al final de mi vida en esta tristeza de no haber andado el camino correcto.
Tanto luché… tanto reclamé…
Tanto ignoré…
Tanto busqué, sin querer mirar más allá de la realidad cósmica…
Tanto critiqué sin mirar la mentira de mi mente inocua.
Voy sola, no porque no tenga compañía, más bien por estar dividida en mí misma…
Tantas lágrimas derramadas sin sentidos… sin batallas concluidas…
Comenzar… escapar… huir…
Y luego reclamar el fracaso porque el mundo me ha hecho así.
Si supieran que la lucha engendra lucha…
Si supieran que la ignorancia no es el no saber, sino el no hacer…
Me siento sola por mi propio sentir…
Tarde aprendí que lo que soy yo lo construí…
Tarde escuché lo que no quise oír, y hoy, en esta dimensión tan fría… tan sola… desearía volver para tratar de escuchar y hacer lo que me toca hacer… lo que me haría ser quien quiero ser.
Antes no sabía…
Antes sabía sin saber…
Antes… antes… antes… deseando un hoy, un instante, un segundo de oportunidad para INTENTAR…
Para decir al menos: “¡tuve intentos fallidos!”, y no gritar en silencio el dolor de no haber intentado por el miedo al fracaso…
Fracaso creado al NO HACER… porque tarde aprendí que el fracaso es al menos un resultado de haber intentado…
¡Oh, Dios!, ¡Cómo arropa el miedo!..
El miedo a uno, el miedo a los demás…
¡Qué dirán si fallo!
Entonces no soy…
¿El miedo no es mío?
El miedo nace en mí por temor al otro… a su apreciación.
¡Oh, Dios!, ¡NUNCA FUI!
Tanto huir para ahora estar como nunca quise estar: ¡Sola! Callé… no hice…
Para no perder la aceptación de los demás, pero lo que obtuve fue la no aceptación propia.
Por ello buscaba incisivamente la otra, la de los otros, y al final, al llegar a mi verdadero destino, estoy ¡SOLA!
Porque al no tenerme -a mi misma- estoy sumergida en este enorme vacío.
¡Oh, Dios!, lo decías y no te escuché…
¡Oh, Dios!, pensé que eran solo pamplinas para atraparme en una religión fría, frívola… que tantas cosas dicen y tan pocas convertidas en hechos palpables.
Me refugié en esa crítica, para no “ver” ni “oír” el mensaje oculto en palabras dichas por aquellos que ni las entendían.
¡Miré al hombre y no al mensaje! ¡Oh, Dios!, que los otros te oigan, cuando aún tienen tiempo de arreglar sus vidas, de vivirlas…
Psicografía recibida el 22 de noviembre de 2013, Espíritu: Anónimo
Publicada en la revista A la Luz del Espiritismo. Publicación Oficial de la Escuela Espírita Allan Kardec. Puerto Rico. Año 1. Nº2. Enero 2015
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