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Psicografía: Fenómenos obsesivos

Las obsesiones de orden espiritual, en la cual se expresan, en pugna lamentable, hombres y Espíritus, tienen curso, normalmente prolongado.

Obedeciendo, las génesis que proceden de reencarnaciones anteriores, se traducen por odios furiosos; amores apasionados, en situaciones frustrantes; avaricias exacerbadas; venganzas bien programadas en una estela de incidentes que se suceden bajo lluvias de fe y flagelos de locura.

En todos los casos, el encarnado posee las condiciones que propician el nefasto intercambio que, muchas veces, no se interrumpe con la muerte física.

Porque la divina justicia se encuentra grabada en la conciencia de la criatura, el delincuente o réprobo proporciona los recursos predisponentes o preponderantes para el vínculo devastador.

Iguales preferencia señalan al perseguido y al perseguidor, porque son del mismo nivel de evolución moral.

Temperamentos fuertes, frente a las adquisiciones negativas a las que se dedicaron, identidad de intereses mezquinos, resultantes del vicio al que se entregaron, dan lugar a uniones de igualdad fluídica, entrelazando a los adversarios en el mismo halo de comunión, ampliándose la interdependencia en razón directa en que el hospedero se entrega al albergado psíquico, interdependencia que siempre, cuando no es cuidada, termina en la osmosis parasitaria aniquiladora.

Desde que son conocidos y afines psíquicamente, el enfermo encarnado rechaza la ayuda que le es ofrecida, asimilando, con placer, las inducciones que le llegan por vía telepática y que incorpora a los hábitos a los cuales se somete.

Cuando la perturbación es causada por un antagonista que ignora las técnicas de vampirismo – en el caso de las obsesiones simples – se hacen más fáciles las psicoterapias liberadoras.

Mientras tanto, a medida que evoluciona el proceso disgregador de la personalidad, el verdugo se instruye en mecanismos de control de la voluntad de su víctima, muchas veces bajo la orientación de obstinados perseguidores, que se complacen en producir aflicciones en los hombres.

Entonces, se forman emboscadas continuas, y se presentan innumerables tentaciones, disfrazadas, lanzando a los incautos a compromisos más graves, de lesa conciencia, gracias a los cuales pierde los contactos con los posibles recursos de auxilio que son ofrecidos por la Providencia.

La razón se ensombrece y se aturde, fijándose en las fajas de la vinculación nefasta, sin dejar claros mentales para las intuiciones consoladoras, ni campo para las recapitulaciones positivas que dulcifican el sentimiento, favoreciendo la captación de las ideas benéficas.

Las obsesiones se producen por todas partes y los hombres terminan por convivir, desdichados, con esas psicopatologías para las cuales, huyendo a la realidad, buscan las causas en los traumas, en los complejos, en los conflictos, en las presiones sociales, familiares y económicas, como mecanismo de fuga a los exámenes de profundidad de la génesis real de tan devastadora enfermedad.

Sin negar la preponderancia de todos esos factores que desencadenan problemas de comportamiento psicológico, afirmamos que ellos, antes de constituir una causa de los disturbios son, en sí mismos, efecto de actitudes anteriores, que el Espíritu imprime en la organización fisio-psíquica al reencarnarse, por lo que es siempre colocado en el grupo familiar con el cual se encuentra endeudado, por impositivo de reparación de deudas, para el equilibrio evolutivo.

Mientras el hombre no sea estudiado en su profunda realidad – ser espiritual que es, preexistente al cuerpo y a él sobreviviente, muy difíciles serán los éxitos de la ciencia médica, en el área de la salud mental.

Las enfermedades psíquicas, entre las cuales se destacan, por la elevada incidencia, las obsesiones, continuarán aún persiguiendo al hombre.

Todo el comportamiento que se excita o se deprime, exaltando pasiones y dirigiendo desarreglos, fomentando odios y distonías, guardan, en su raíz, graves incidencias obsesivas que merecen cuidados especiales.

Es indispensable que la comprensión de las finalidades de la vida dirija el pensamiento del hombre, ofreciéndole las seguras directrices para evitar esa epidemia voluptuosa, armando al mismo tiempo a los cultores de las ciencias del alma con los valiosos instrumentos para la terapia de profundidad, en la cual ambos enfermos – obsesor y obsesado – sean amparados, calmándose y trabajando en el bien, a favor de sí mismos y de la comunidad en general.

No deseamos trasladar para los Espíritus turbados o malos los casos desdichados de la Tierra, eximiendo a los hombres de la responsabilidad que les corresponde.

Afirmamos que los desencarnados participan, más de lo que se piensa, en los sucesos y acontecimientos humanos negativos, por asimilación y vinculación, en los cuales se complacen los encarnados, que les ofrecen los medios y la sintonía para que tengan lugar esos hechos reprobables.

Es verdad que, en el sentido inverso, el intercambio con las Entidades evolucionadas también se hace a menudo, en un programa de amor y socorro al ser humano, como expresión del divino auxilio.

Mientras tanto, como las manifestaciones más primarias predominan en las actividades terrestres, la incidencia obsesiva se vuelve más voluminosa, hasta que la criatura se descubra como es, hija de Dios y se decida a atender a la llamada paterna, avanzando en Su dirección por los caminos del amor.

FIN DEL CONTENIDO MEDIÚMNICO

Espíritu: Manuel  Filomeno  de  Miranda / Médium: Divaldo Pereira Franco

Publicado en el libro “Temas de la vida y de la muerte”. Reproducido de la edición digital en español del libro “La Obsesión: Instalación y Cura – Colección de las Obras de Manuel Filomeno de Miranda psicografiadas por Divaldo Pereira Franco. Organizada por Adilton Pugliese”.

Traductor desconocido. (Se ha utilizado la traducción del PDF digital). Puedes acceder al PDF del libro desde este enlace de AKardec.com http://www.akardec.com/?page_id=9

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