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Psicografía: Examinando la Obsesión

Cuando escuches en la intimidad de la mente una idea torturante que persiste en fijarse, interrumpiendo el curso de tus pensamientos; cuando constates la existencia de una imperiosa y actuante fuerza psíquica interfiriendo en tus procesos mentales; cuando verifiques que tu voluntad va siendo dominada por otra que parece dominar; cuando experimentes crecientes inquietudes, en la intimidad mental, sin motivos reales; cuando sientas el impacto del desalineo espiritual en franco desarrollo, cuidado, porque es evidente que te encuentras en imperioso proceso de obsesión pertinaz.

Siendo una transmisión mental de cerebro a cerebro, la obsesión se revela como un síndrome alarmante que denuncia la presencia de una grave enfermedad de difícil erradicación.

Al principio, se manifiesta como una inspiración sutil, que después se vuelve intempestiva, para con el tiempo, tornarse en interferencia de la mente obsesora en la mente encarnada, con el vigor que alcanza el clímax en la posesión lamentable.

Una idea negativa que se fija, es un campo mental que se debilita, dando lugar a otras ideas negativas que vendrán.

De la misma forma que las enfermedades orgánicas se manifiestan donde hay privaciones, el campo obsesivo se disloca de la mente hacia la región somática donde las imperfecciones morales del pasado, dejaron marcas profundas en el periespíritu.

Tabaquismo – El tabaco, por los daños que ocasiona al organismo, es un peligro para el cuerpo y la mente.

Siendo un hábito vicioso, facilita la interferencia de mentes desencarnadas, también enviciadas, que se unen en intercambio obsesivo simple dando paso a dolorosas desarmonías…

Alcoholismo – A pesar de ser necesario para el organismo sujeto a climas fríos, el alcohol en dosis mínimas, acelera la digestión facilitando la diuresis (Algunos médicos consideran innecesario el uso del alcohol, aún en los climas fríos). Sin embargo, por las consecuencias socio-morales que acarrea cuando se convierte en vicio criminal, simple al comienzo y aberrante después, es vehículo de crueles obsesores, pues brinda a alcohólicos desencarnados, un vampirismo despiadado con consecuentes lesiones en el aparato fisiológico.

Sexualidad – Siendo la puerta de santificación de la vida y altar de la preservación de la especie, es también, vehículo de alucinantes manifestaciones de mentes atormentadas, en estado de angustia pertinaz. Por su intermedio, se sintonizan conciencias desencarnadas en indescriptible aflicción, sumergiéndose en forma violenta en las mentes encarnadas, para permanecer absorbiendo en forma destructora el plasma nervioso, engendrando obsesiones degradantes…

Estupefacientes – Frente a la acción deprimente de ciertas drogas que actúan en los centros nerviosos, se extralimitan los registros de la subconciencia y resurgen las impresiones del pasado mezcladas a las frustraciones del presente ya acumuladas, realizando una alianza desequilibrante por medio de la cual, algunos desencarnados emocionalmente desesperados, se benefician uniéndose a los atormentados de la Tierra, conjugando su locura a la de ellos, en una posesión salvaje…

Alienación mental – Siendo todo alienado un ausente, conforme lo esclarece la propia acepción gramatical, la alienación mental comienza, muchas veces, cuando el espíritu retoma el cuerpo mediante la reencarnación, en forma de limitación punitiva o correccional, ligado a acreedores de antaño, en marcha inexorable hacia el aniquilamiento de la razón, si no se afirma en las líneas de equilibrio moral…

Glotonería, maledicencia, ira, celos, envidia, soberbia, avaricia. Miedo, egoísmo, son caminos de acceso para mentes desprovistas ya del vehículo somático, en tormentosa y vigilante búsqueda en la Erraticidad, sedientas de comensales con los cuales, en conexión segura, puedan continuar el engañoso banquete del placer fugaz…

Por esa razón, la Doctrina Espírita, al convocar al hombre al amor y al estudio, prescribe como norma de conducta al Evangelio vivo y actuante – noble Tratado de Higiene Mental – ya que a través de sus lecciones, el espíritu adquiere vitalidad y renovación, firmeza y dignidad, al enseñársele la oración que ofrece la comunión con Dios, prescribiendo el “ayuno” al crimen y la continencia con relación al error, en un vade-mecum salvador para una existencia sana en la Tierra, con la mirada dirigida hacia una vida espi- ritual perfecta.

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El problema de la obsesión, bajo cualquier aspecto que sea considerado, es también problema del propio obsesado.

Atormentada por evocaciones fijadas en los tejidos sensibles del pasado, la mente encarnada se encuentra ligada a la desencarnada, sufriendo al principio, sutiles desequilibrios que después se adueñan de la organización cerebral, generando un deplorable proceso de vampirización, en el que la víctima y el verdugo se complementan en una dolorosa y prolongada conjugación.

La etiología de las obsesiones es compleja y profunda puesto que se origina en procesos morales lamentables, en los que ambos compañeros de aflicción insana, se dejaron consumir por las vibraciones degeneradoras de la criminalidad, que pasó invariablemente ignorada por la colectividad donde vivieron como protagonistas del drama o de la tragicomedia en que se envolvieron.

Sin embargo, al reencontrarse bajo el imperativo de la Ley inexorable de la Justicia Divina, que establece que el verdugo esté dominando a la víctima, importando poco el tiempo y la indumentaria que los caracteriza, el intercambio mental comienza, a veces, en los primeros días de la cooperación fetal, para aumentar en acérrima comunión diaria durante la jornada carnal, cuando no precede a la propia concepción…

De acuerdo con la clasificación efectuada por el Codificador del Espiritismo, la obsesión, aunque se presente en sus fases de fascinación, de subyugación más simples, es siempre de difícil extirpación, por cuanto el obsesado en sí mismo, es un enfermo del espíritu.

Viviendo la inquietud íntima que lenta pero positivamente lo desorienta, procede inicialmente en la vida en común, como si estuviese equilibrado para, en los instantes de soledad, dejarse arrastrar a estados anómalos bajo las fuertes tenazas del perseguidor desencarnado.

Oyendo el mensaje telepático transmitido por la mente libre, comienza a acceder al llamado que le llega, transformándose al fin su estado, en diálogos en los cuales se deja vencer por la obstinación del tenaz vengador.

Superponiéndose sutilmente cerebro a cerebro, mente a mente, voluntad dominante sobre la voluntad que se deja dominar, órgano a órgano, a través del periespíritu por el cual se identifica con el encarnado, a cada consecución hecha por el anfitrión, más coercitiva se hace la presencia del huésped, que se transforma en parásito insidioso, estableciendo después y muchas veces en forma definitiva, mientras permanece en la esfera carnal, una simbiosis complicada en la que el poder de fijación de la voluntad dominadora consigue extinguir la lucidez del dominado, que se deja consumir…

En toda obsesión, aún en los casos más simples, el encarnado conduce en sí mismo los factores predisponentes y preponderantes – los débitos morales que debe rescatar – que facilita la alienación.

Generalmente desatendiendo los valores morales y espirituales – valiosas defensas que constituyen en el alma un baluarte de difícil transposición – el candidato al proceso obsesivo es irritable o nostálgico, favoreciendo con su carácter impresionable el inter- cambio, que también puede comenzar en los instantes de parcial desprendimiento producido durante el sueño, cuando entonces, encontrando a su enemigo o su víctima de antaño, siente el aguijón del remordimiento o la rebeldía de la cólera, y abre las compuertas del pensamiento a los comunicados que luego vendrán, sin que se pueda prever cuándo terminará la obsesión, que puede prolongarse hasta después de la muerte

Establecido el contacto mental en el que el encarnado registra la interferencia del pensamiento invasor, suena la señal de alarma de que la obsesión se encuentra en pleno desarrollo…

En ese particular, el Espiritismo y sólo él, – por dedicarse al estudio de la “naturaleza de los Espíritus” – posee los anticuerpos y sucedáneos eficaces para realizar la liberación del enfermo, liberación que, no obstante, depende mucho del enfermo, como en todos los procesos patológicos atendidos por las diversas terapéuticas médicas.

Siendo el obsesado un trasgresor, un deudor, es imprescindible que se predisponga a la labor edificante para concretar su rescate frente a la Conciencia Universal, actuando de manera positiva, para atender a las sagradas imposiciones de la armonía establecida por el Excelso Legislador.

A pesar de los deseos de resarcimiento moral por parte del paciente, es imperioso que la renovación íntima con sincera devoción hacia el bien, le confieran los títulos del amor y del trabajo, de manera de testimoniar su real modificación en relación a su conducta pasada, ofreciéndole al acompañante desencarnado, la propia iluminación.

En ese sentido, la intervención del auxilio fraterno efectuada por otros corazones dedicados a la práctica de la caridad, en muy valiosa, puesto que ofrece al desencarnado la oportunidad de adquirir conocimientos a través de la psicofonía atormentada, de la cual puede extraer fuerzas y aliento nuevo para aprender, meditar, perdonar, olvidar…

Sin embargo, tal emprendimiento, dentro de los moldes necesarios, no es fácil.

Sólo pocos Núcleos, entre aquellos que se dedican a tal menester – la desobsesión – se encuentran en condiciones, si tenemos en cuenta la tarea a desarrollar dentro de sus cuadros complejos…

En la desobsesión, la cirugía espiritual es necesaria, cuando no imprescindible, para alcanzar los resultados requeridos. Además de esos trabajos, existen otros que exigen abnegación y sacrificio por parte de los cooperadores encarnados, con entrega natural de amplia escala del valioso esfuerzo moral, para poder manipular las mínimas condiciones psicoterapéuticas en el recinto de socorro, a favor de los desvariados que hay que atender…

En ese particular, la oración es, igualmente, y tal como lo preconiza Allan Kardec, “el más poderoso medio de que se dispone para remover de sus propósitos maléficos al obsesor”.

Por eso, en cualquier operación socorrista a que seas llamado, observa la disposición moral de tu propio espíritu y ora, elevándote a Jesús, para pedirle que puedas contar con la asistencia de los Espíritus Puros, por medio de los cuales y solamente así, podrás ofrecer algo a favor de unos y otros: obsesores y obsesados.

De ese modo, examina y sondea tu mundo íntimo constantemente, para que no te sorprendas de un momento para otro con la mente desalineada, atendiendo a las solicitudes de los desencarnados que te siguen desde ayer, perturbados e infelices, procurando, enloquecidos “hacer justicia con sus propias manos”, trans- formados en verdugos de tu serenidad.

Trabaja en el bien con esfuerzo y perseverancia, para que tu ejemplo y tu lucha cancelen la deuda – enfermedad que te sindica liberándote de la dura prueba, antes de que debas caminar afligido, por la senda dolorosa… y purificadora.

En cualquier circunstancia, corresponde al noble ejercicio de la mediumnidad bajo la advocación de Jesús, y a la sublime labor desarrollada en las sesiones serias de desobsesión, el indeclinable menester de auxiliar a los que padecen la obsesión, en el sentido de modificar las expresiones de dolor y angustia que están en vigencia en la Tierra atormentada de nuestros días.

FIN DEL CONTENIDO MEDIÚMNICO

Espíritu: Manuel  Filomeno  de  Miranda / Médium: Divaldo Pereira Franco

Publicado en el libro “Entretelones de la Obsesión”. Reproducido de la edición digital en español del libro “La Obsesión: Instalación y Cura – Colección de las Obras de Manuel Filomeno de Miranda psicografiadas por Divaldo Pereira Franco. Organizada por Adilton Pugliese”.

Traductor desconocido. (Se ha utilizado la traducción del PDF digital). Puedes acceder al PDF del libro desde este enlace de AKardec.com http://www.akardec.com/?page_id=9

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