Todas las cosas se te figuran horrorosas.
La vida son las experiencias victoriosas o no, que te enseñan adquisiciones para el equilibrio y la sabiduría.
No sufras, por tanto, por anticipado, ni permitas que el fantasma del miedo te perturbe el discernimiento ante los acontecimientos útiles, o te asuste, generando perturbaciones y recelo injustificado.
Cuando tememos algo, nos dejamos dominar por fuerzas desconocidas de la personalidad, que instalan lamentables procesos de distonía nerviosa, avanzando para el desequilibrio mental.
Los acontecimientos son conforme ocurren y como tal deben ser enfrentados.
El miedo abulta los contornos de los hechos, volviéndolos falsos y exagerándoles la significación.
Predispone al mal, desgasta las fuerzas y conduce a una situación perjudicial bajo cualquier aspecto que se considere.
Lo que se teme raramente ocurre como se espera, incluso porque las interferencias divinas siempre atenúan los dolores, hasta cuando no son solicitadas.
El miedo invalida la acción benéfica de la oración, esparce pesimismo, precipita al abismo.
Un hecho examinado bajo la presión del miedo pierde la caracterización, un concepto suena falso, un socorro no alcanza con seguridad.
Las personas con miedo arremeten o huyen, exageran o se eximen de una iniciativa feliz, se vuelve difícil de ser ajustada y contamina, muchas veces, otras menos robustas en la convicción interna, desesperándolas también.
El miedo puede ser comparado a la sombra que altera y dificulta la visión real.
Es necesario combatirlo sistemáticamente, continuamente.
Dolencias, problemas, noticias, viajes, revoluciones, o el porvenir, no los tema.
Nunca serán conforme imaginas.
Una actitud calmada ayuda a tomar posición para cualquier hecho aguardado o que surge inesperadamente.
No son peores unas enfermedades que otras. Todas hacen sufrir, especialmente cuando se las teme o no envalentona a recibirlas con una elevada posición de confianza en Dios.
Los problemas constituyen recursos de que la vida dispone para seleccionar los valores humanos y elegir los verdaderos de los falsos luchadores.
Las noticias traen informes que, sean trágicos o sedantes, no modifican, sino, la estructura de una irrealidad que está por venir.
Los viajantes tienen su guía o recelan accidentes, aguarlos, exagerar providencias, ciertamente no impiden que el hombre viva bien o mal lo que ocurra.
Las revoluciones y guerras que alcanzan a buenos y malos están en relación de la violencia del propio hombre que, vendido por el egoísmo, explota en agresividad, gracias a los sentimientos predominantes en su naturaleza animal.
Nadie puede prever lo improvisto o evadirse a la necesaria coyuntura kármica para el acierto con las Leyes Superiores de la evolución.
Prudencia, sí, es la medida cautelosa e impostergable para evitarse daños innecesarios.
Al final, en base al miedo, se debe considerar que lo peor que puede suceder a alguien es advertir la desencarnación.
Si ocurre eso, no hay, aun, porque temer, desde que morir es vivir.
El único cuidado que conviene examinar es al respecto de la situación interior de cada uno delante de la conciencia, al prójimo, a la vida y a Dios.
En base de eso, al revés del sistemático cultivo del miedo, una disposición de trabajo arduo y sensato, confianza en Dios, a fin de enfrentar bien y últimamente toda y cualquier cosa, de hecho, sucesos, desdicha…
Entrégate al fervor del bien y expulsa del alma las artimañas de la inferioridad espiritual.
Se hace luz íntima y los recelos infundados se irán en retirada.
La responsabilidad de darte motivos para preocupaciones, en cuanto el miedo minimizará tus probabilidad de éxito.
Jesús, culminando la tarea de construir en los tibios corazones humanos la ventura y la paz, despertado por las influencias de la locura en ambos lados de la vida, inocente y pulcro, no temió ni se afligió, enseñando como debe ser la actitud de todos nosotros, en relación a lo que nos ocurre y de que necesitamos para alcanzar la glorificación interior.
FIN DEL CONTENIDO MEDIÚMNICO
Publicado en el libro “Leyes Morales de la Vida”. Espíritu: Joanna de Angelis / Médium: Divaldo Pereira Franco