Se define el pesimismo, como el estado donde sólo percibimos el lado oscuro, triste y desfavorable de la vida; y pesimista, a la persona que tiende a ver y juzgar las cosas en su aspecto más negativo o desfavorable.
Hay personas que son pesimistas desde la infancia, que posiblemente arrastran de vidas anteriores esas tendencias, o que experiencias de no aceptación, vividas durante el embarazo, o por malos tratos durante la infancia, le han llevado a esa fijación negativa.
Aquí se ve la importancia de una sana educación desde la concepción del ser, y a lo largo de todo su proceso educativo.
El pesimismo está tan arraigado que, hasta hay una doctrina filosófica denominada “pesimista”, según la cual, el mundo es irremisiblemente malo y, por consiguiente, todo en la naturaleza y en la vida del hombre tiende a la producción y conservación del mal.
Su principal representante es Arthur Schopenhauer (1788 – 1860)
Hay personas que aseguran que ser pesimistas nos lleva a ver la vida con realismo, y que, de esa forma, no podemos deprimirnos más, porque estamos preparados siempre para lo peor. Otros logran con su pesimismo la atención de familiares, amigos o personas cercanas, por lo que tienden a perpetuar la tendencia para conseguir ese reconocimiento (El ser humano prefiere el mal trato o castigos físicos, a que no se le tenga en cuenta).
La persona pesimista duda permanentemente (la duda es buena, dudar de todo, y en todo momento es enfermizo), le falta confianza en sí mismo, se vuelve presa del temor-miedo y eso le hace perder su energía realizadora, por lo que suele fracasar en la mayoría de sus intentos.
Su visión negativa ante los fracasos le lleva a sentirse apático, triste y deprimido.
La actitud mental pesimista no deja ver la realidad, el lado realizador y hermoso de la vida.
Tengamos en cuenta, que sólo vemos aquello en lo que depositamos nuestra atención. Si nos fijamos en lo bello, sólo veremos belleza; pero igualmente, si nos fijamos en lo triste, a nuestro alrededor sólo veremos tristeza.
Nuestro sistema endocrino se activa con nuestros pensamientos, y al estar con miedo, triste y deprimido, lo mantenemos sobre-activado permanentemente, por lo que, a la larga, terminaremos enfermando, y como lo semejante atrae lo semejante, al estar negativos, atraemos hacia sí negatividad, aumentando nuestro nivel de desarmonía, desequilibrio, malestar, y visión negativa de la vida. (Krishnamurti aseguraba que al estar negativos, podíamos reforzar la negatividad de otras personas en semejanza vibratoria, ensuciaríamos el ambiente con vibraciones bajas, y al estar nosotros negativos, atraeríamos negatividad)
El otro extremo del pesimismo es el optimismo. Es como caliente-frío.
¿Qué es el optimismo?
Es el ver y juzgar las cosas en sus aspectos más favorables o positivos; y optimista, la persona que tiene esta actitud frente a la vida.
El optimista sabe que lo importante no es cómo te vean los demás, sino cómo se ve uno a sí mismo, y que, con quejarse y adoptar el papel de víctima, lo único que uno hace es no asumir su responsabilidad frente a la vida, y por tanto dejar de crecer.
El optimista es entusiasta sin llegar al apasionamiento ciego e intransigente, que impide hacer uso de la razón, y que ha llevado al ser a cometer tantos errores.
Tiene confianza en sí mismo, ya que sabe o intuye, que el porvenir será bueno.
Es afable, no compite, es transparente, y afronta el vivir con alegría, cooperando siempre con la ayuda que está a su alcance.
No se sabe todo, y por tanto, puede tener momentos de duda.
Dudar es sano, lo enfermizo es dudar de todo y de todos.
Cuando duda, pregunta o busca información, y esta vía también se convierte en ayuda para él.
El equilibrio en su forma de pensar, el tener pensamientos positivos y una actitud abierta ante la vida, le lleva a sentirse alegre, con paz interior y sano.
La evidencia muestra que el pesimismo y el optimismo no se deben a la realidad objetiva, sino a la actitud que adopta la persona ante ella.
Se ve claramente, cuando dos personas tienen la misma cantidad en un vaso, y una la ve medio llena, y la otra, medio vacía.
Vemos que es el pensamiento que tiene cada un o, el que le lleva a ver la situación como favorable o desfavorable.
El pensamiento se puede cambiar, de hecho, nosotros lo hemos hecho en varios aspectos a lo largo de nuestra vida.
Allan Kardec cuando pregunta en el libro de Los Espíritus ¿Por qué la razón no es siempre una guía infalible? Obtiene como respuesta: “Lo sería, si no estuviese falseada por egoísmo la mala educación, por el orgullo y el . El instinto no razona, pero la razón deja la elección al hombre y le da el libre albedrío”.
Deduzco que, una educación no falseada, exenta de orgullo y egoísmo, nos llevaría a dejar atrás el pesimismo y nos volvería optimistas, y la filosofía espírita es una herramienta útil para lograr ese objetivo.
Nos enseña que somos seres Espirituales, somos dioses en potencia, lo que bien entendido, si somos DIOSES, debe llevar al ser a valorarse, amarse, y tener autoestima.
Nos enseña que venimos aquí con un plan de vida, y en él habrá aspectos gratificantes y otros duros, todos necesarios para adquirir consciencia e iluminarnos.
La mayoría de nosotros no es consciente de ese compromiso o plan de vida que trae desde la dimensión espiritual, pero ese plan está en el inconsciente, como el árbol está en la semilla.
Nosotros no podemos ver nuestro inconsciente, pero la Ley nos muestra fu era (el otro hace de espejo), lo que tenemos dentro.
Si dentro tenemos aspectos dulces, fuera se reflejará dulzura, pero si dentro tenemos aspectos amargura. amargos, fuera se reflejará amargura.
Durante largo tiempo, al no ser consciente de ese plan espiritual, me veo separado de las circunstancias que me ocurren, las personas que me rodean, y el entorno donde vivo, y divido las cosas en buenas y malas.
Si me ocurre algo fuera que califico como negativo, desagradable para mí, una persona con la que no estoy de acuerdo en algunos aspectos, trato de separarlos de mi vida, trato de resolver lo de fuera para sentirme bien dentro.
El conocimiento espiritual nos sitúa ante la vida como una oportunidad para crecer, y nos enseña a asumir que yo y mis circunstancias, personas y entorno en el que vivo, forman una realidad, son parte de ese plan, que la solución no es resolver fuera o apartar personas o cambiarme de lugar, la solución es cambiar lo de dentro, y entonces lo de fuera se arregla.
El pesimista sólo ve ésta existencia, tiene expectativas, y si lo que ocurre no se ajusta a sus esquemas mentales, se frustra.
Divide las situaciones en buenas y malas, juzga, en vez de asumir, que están ahí para ayudarle a superarse.
De ahí, que el conocimiento espiritual sea un antídoto p ara transformar el pesimismo en optimismo, siguiendo siempre con “el conocimiento nos hace libres”.
PD: Que no se entienda que no hay que tratar de resolver situaciones que nos produzcan incomodidad, sino que debemos mirar primero dentro y luego fuera. Y recordar que las dificultades están ahí para ayudarnos, pueden formar parte del programa y si no las superamos hoy, lo tendremos que hacer mañana. Igual que el alumno que no aprobó la materia, tiene que estudiarla de NUEVO, antes de volver a examinarse. Toda dificultad debe ser reconocida, aceptada, debemos dar gracias por ella, aprender la enseñanza que nos trae, incorporarla, y luego soltarla.
Por Mauro Barreto (España) Publicado en la revista «Evolución. Venezuela Espírita» nº 9 Diciembre de 2020. Para descargar tu ejemplar gratuito en PDF aquí: https://www.educacionespirita.com/biblioteca