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Mujer Espírita

«Se nos combate, se nos insulta, se nos persigue; porque queremos la tolerancia se nos llama impíos, porque queremos la libertad se nos tilda de revolucionarios.» Amalia Domingo y Soler

En el capítulo de El libro de los espíritus que trata sobre la IGUALDAD, Kardec indagó: P. 817. El hombre y la mujer ¿son iguales ante Dios y poseen los mismos derechos? Obtuvo la siguiente respuesta: “¿Acaso Dios no concedió a ambos la inteligencia del bien y el mal y la facultad de progresar?”

Tantas valerosas mujeres supieron divulgar y apalancar la filosofía espírita, no solo dentro de los centros, donde hablaban de Jesús, de amor y perdón, sino principalmente actuando en el mundo, haciendo la diferencia en su entorno, tanto por su labor como por las transformaciones sociales que promovieron.

Recuerdo a Amalia Domingo y Soler, española, feminista, libre pensadora, progresista, anticlerical y escritora espírita.

No tiene razón quien imagine que pueda haber un exceso en la lucha por la independencia y la autonomía femenina.

La mujer puede y debe ocupar el mismo espacio que se le da al hombre, ya que en la visión espírita, son dos seres que vivencian experiencias distintas, con el mismo objetivo: perfeccionar su patrimonio moral e intelectual.

Cada existencia es una oportunidad excelente para que el espíritu avance en conocimiento.

Cierto es que puede vivenciarla como hombre o como mujer, ya que el espíritu no tiene sexo.

¿De dónde emana, entonces, la supremacía masculina?

¿Cuál sería la razón para que la mujer, al desempeñar las mismas funciones, gane un salario inferior?

¿De dónde proviene la autoridad que impone a la mujer doble o triple jornada, mientras que el varón descansa?

¿Y por cuáles motivos tendría la facultad de someterla a sus caprichos, incluido el poder sobre sus deseos y necesidades más íntimas?

La filosofía espírita responde. Kardec interrogó a los espíritus en la pregunta 818 de El libro de los espíritus. ¿A qué se refiere la inferioridad moral de la mujer en ciertas regiones? Y le contestaron con esta magistral lección: “Al dominio injusto y cruel que ha ejercido el hombre sobre ella. Es un resultado de las instituciones sociales y del abuso de la fuerza sobre la debilidad. En los hombres poco adelantados desde el punto de vista moral, la fuerza constituye el derecho”.

“Que nada nos limite; que nada nos defina; que la libertad sea nuestra propia substancia”. (Simone de Beauvoir, escritora francesa)

Desde Hipatia, matemática, astrónoma y una de las más importantes pensadoras e investigadoras de la antigüedad (nacida en el año 355 d.C.) en la cultura de Alejandría, actual Egipto, y pasando por Juana de Arco, quemada en la hoguera en 1441 en Francia; Nísia Floresta, brasileña nacida en Río Grande do Norte, en 1810, escritora, primera educadora feminista de Brasil, la primera mujer en publicar textos en periódicos; Belén Sárraga, las hermanas Carvia, Amalia Domingo y Soler (todas de España); Marie Pognon y Coco Chanel, Simone de Beauvoir (francesas); Rose Marie Muraro (Brasil); las estadounidenses Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott, hasta Malala Yousafzai, la niña africana, la mujer siempre tuvo que romper paradigmas para asegurar, no solo su lugar ante el mundo, sino también sus derechos sobre su cuerpo, sexualidad e intelectualidad.

Fueron muchas, a lo largo de la historia, las mujeres que lucharon por el libre pensamiento, contra la desigualdad social, contra la dominación machista, por el derecho al sufragio y a la participación política, por la emancipación femenina, por el derecho al trabajo, al estudio, al laicismo y al progreso social.

No obstante, todavía hoy hay hombres que las ven como si fueran de su propiedad, seres dominantes que se reconocen como mejores, más fuertes, más capaces, no porque detenten ninguna condición, sino por el simple hecho de ser hombres.

Es fácil identificar a los hombres brutos, machos capaces de dar una paliza y hasta matar a la mujer por negarse a obedecerles; otros no se muestran tan osados, aunque mantienen el sentimiento de superioridad sobre las mujeres, al tratarlas como subalternas.

Afortunadamente, también hay una cifra bastante inferior de hombres, con “H” mayúscula, compañeros, amigos, amantes, padres, trabajadores, los más valerosos que puedan existir, ya que se asumen iguales, reconocen a las mujeres como seres en proceso de crecimiento, en igual condición a la que reivindican para sí mismos.

Me causó espanto recientemente el discurso de una periodista brasileña sobre el proyecto de ley que obligaría a las empresas a pagar salarios iguales para hombres y mujeres.

No hace falta tanta erudición para comprender el principio de igualdad, que consiste en tratar igualmente a los iguales y desigualmente a los desiguales.

Argumentaba la chica que de aprobarse la propuesta, los hombres ya no podrían obtener más ascensos en sus trabajos.

Estupidez, obviamente, ya que el proyecto solamente prohibiría la discriminación de género, al garantizar el mismo trato para las personas en igualdad de condiciones.

Cuando una mujer expone tal pensamiento, nos da la impresión de que todavía queda mucho camino por recorrer.

¿Acaso no debería ser obvio que todas las personas tienen los mismos derechos y obligaciones? La realidad que nos rodea impone una respuesta negativa.

La cifra de feminicidios, homicidios, agresiones, acoso moral, acoso sexual, discriminación, descalificación y tantas otras acciones prejuiciosas, permiten concluir con toda certeza que seguimos lejos de establecer una condición de vida social igual para hombres y mujeres.

Ningún hombre educado e inteligente tiene ninguna duda sobre la diferencia entre un coqueteo y un exceso.

Para justificarse, los machos reprimidos y cobardes, ya que ni siquiera tienen el coraje de asumir que son machos, esgrimen los argumentos más torpes para repudiar los movimientos civilizadores y recriminadores de los abusos.

En enero de 2018, un grupo de feministas francesas publicó en el diario francés Le Monde una respuesta al manifiesto de cien actrices, lideradas por Catherine Deneuve, donde se critica el supuesto “puritanismo sexual” del movimiento que estimula a las mujeres a denunciar los hechos de acoso.

Oportunamente recordó: “Cada vez que los derechos de la mujer avanzan, que las consciencias despiertan, aparecen las resistencias. En general, asumen la forma de “es verdad, pero…”

Exactamente.

¿Cuántas veces hemos escuchado frases como “no se puede decir nada más”; “es puritanismo”; “ya no se puede coquetear”, incluso de mujeres que se adhieren a la ideología exclusiva y discriminatoria?

¿A cuál exceso se estarían refiriendo los recelosos por los límites de la libertad de la mujer?

En el mundo actual, son incontables los exabruptos cometidos contra los derechos de la mujer; diariamente, cientos de miles de mujeres son agredidas, física y psicológicamente, figurando entre las víctimas de violencia y acoso.

Son incontables, millares, los expedientes policiales de agresiones físicas y sexuales contra la mujer.

El paradigma espírita se establece en la pregunta 818 de El libro de los espíritus, lo que hace incomprensible la resistencia machista en ese medio.

Bien es verdad que al leer, vemos tan solo lo que nos interesa; al escuchar, nuestro oído selectivo hace que se pierdan las palabras contrarias a nuestra índole, a nuestra ideología, o, en un lenguaje espírita, a nuestro bagaje moral e intelectual.

Sin embargo, el mensaje es claro y no permite ambigüedades.

Si los espíritus nos dijeran que entre los hombres moralmente poco adelantados, la fuerza hace el derecho, naturalmente no debería haber resistencia a la concesión de libertad y autonomía a quien tiene menos fuerza física.

¿En cuál proporción deberían reconocerse esos derechos? ¡Infinita!

Y para valernos una vez más del pensamiento espírita, en la medida en que el hombre lo desea para sí mismo, la mujer lo puede todo, tanto como el hombre.

¿Qué hará la mujer con esta libertad absoluta?

Lo que ella quiera, de la misma forma que hace el hombre. Y nótese que, aunque no se encuentre límite en el prejuicio histórico, con su libre albedrío, hay hombres que, ejemplarmente, dispensan todos los cuidados a las mujeres y las tratan con respeto, a pesar de que viven en esta sociedad machista y discriminatoria.

Algunos argumentarían que la mujer es físicamente más frágil y, por ende, sus funciones deberían adecuarse más a su constitución física.

Si acaso ese fuera realmente el motivo de la diferencia, se acordarían de la siguiente propuesta espírita: P. 821 de El libro de los espíritus: Las funciones que la naturaleza destina a la mujer, ¿tienen una importancia equivalente a las asignadas al hombre?Sí, e incluso mayor. Ella da al hombre las primeras nociones de la vida.

En la medida en que sepamos hoy cuán imprescindible se perfila la participación de los progenitores (padre y madre, padre y padre, madre y madre) en la educación de los hijos, deberíamos tener siempre en consideración la lección subliminal.

Al espírita le incumbe saber que somos todos espíritus en evolución y, por ende, merecemos y debemos respeto, recíprocamente.

Además, en esta experiencia pasajera, bien anda quien tiene la capacidad de compartir, solidarizarse, construir mancomunadamente, hermanarse en causas nobles.

Ciertamente, el abuso de autoridad no beneficiará a la mujer, pero tampoco será perjudicial para el hombre.

Así, cabrá a cada individuo utilizar su libre albedrio con los recursos acumulados.

El hombre no limita la libertad de los amigos, funcionarios, patronos o parientes, por el simple hecho de considerarlos incapaces de hacer buen uso de la autonomía.

Siendo así, ¿en cuál fundamento se basarían para poner trabas a las acciones de la mujer?

Hago un homenaje a todas las mujeres espíritas, al mencionar a algunas a modo de ejemplo y recordar la labor vanguardista de aquellas espíritas valerosas que nos inspiran tanto.

Nancy Puhlmann Di Girolamo (Brasil): Aparte de enfermera con especialización en neuropediatría (Unifesp), fue periodista, especialista en estimulación precoz, escritora y articulista. Publicó varias obras enfocadas en las personas con deficiencias y haciendo hincapié en la importancia del desarrollo y de las potencialidades humanas.

Guillermina de Fermaintt (Puerto Rico): Fue la primera mujer en asumir la presidencia de la CEPA; dedicó su vida a la divulgación del ideal espírita. Estudió docencia en la universidad de Puerto Rico, cuya carrera ejerció de la forma más brillante durante 45 años. En 1976, el Departamento de Educación la reconoció como una de las más grandes educadoras puertorriqueñas, junto a nombres memorables de sus colegas.

Amalia Domingo y Soler (España): Baluarte del movimiento espírita español, que se reveló ante el mundo como luchadora, intelectual, defensora de los derechos de la mujer y de las minorías. Digna representante del espiritismo, Amalia Domingo y Soler procuró con su producción literaria brindar un aporte importante para una vida social más justa y equitativa.

María Alicia de Drubich (Argentina): Al lado de su marido, Bernardo Drubich, fue una mujer emprendedora e incansable en la tarea de impartir la enseñanza del espiritismo. Era tenaz en su objetivo de enseñar, incansablemente, a los niños en la Escuela Espírita a la Niñez, fundada por su madre Monserrat, luego continuada por su sobrina, Cristina Drubich. María Alicia elaboró contenidos y los adaptó a partir de la bibliografía espírita que impartió en siete cursos consecutivos.

Teresa de Álvarez (Venezuela): Solidaria, fraterna, amiga: la educadora que se entregó en cuerpo y alma a la enseñanza y difusión del espiritismo por más de 50 años. La actual directora del CIMA Maracay puede demostrar, tras la desencarnación de su esposo, Juan Álvarez en 2015, la esencia espírita, al recobrarse con una resiliencia admirable. Medium psicofónica, tanatóloga, dedicada y responsable por la organización de grandes eventos, congresos, conferencias y demás actividades relacionadas con el Movimiento de Cultura Espírita CIMA.

Ivone Limoges (Estados Unidos): No podía dejar de mencionar la labor respetable y profusa que ha venido realizando esta espírita estadounidense, perteneciente a la Sociedad Espiritista de Florida. La institución bajo su dirección dedicada y dinámica, así como la de su padre, Edgar Crespo, ha fomentado el espiritismo en Estados Unidos desde hace cuarenta años. Podrían enumerarse tantas otras mujeres espíritas, ya que en la actualidad hay muchas en las cuales busco la inspiración para representar la causa espírita, que simboliza la libertad de todas las personas sin ninguna restricción hacia la mujer, a la cual se le debe reconocer una independencia absoluta para elegir y así alcanzar la justicia social, imprescindible para lograr la paz tan anhelada.

En el mes de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer. Esto no es por azar. Murieron mujeres reivindicando sus derechos; hubo mujeres que fueron perseguidas y castigadas; hubo mujeres que fueron consideradas personas desalmadas. Únicamente con la lucha feminista alcanzaron el derecho al sufragio y a la participación política.

Ya basta de tanta discriminación y, principalmente, tanta resistencia a reconocer la igualdad entre el hombre y la mujer.

Ojalá que la causa espírita y los estudiosos del espiritismo comprendan esta realidad.

Por Jacira Jacinto da SilvaAbogada, miembro del Centro de Investigación y Documentación Espírita (CPDoc) y presidenta de la Asociación Espírita Internacional (CEPA). – Brasil

Traducción: Conchita Delgado Rivas CIMA Caracas

Publicado en la revista Evolución. Venezuela Espírita. Revista del Movimiento de Cultura Espírita CIMA. 2ª Etapa. Nº4. Ene / Abr 2019

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