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Laboratorio del Mundo Invisible: Vestimenta de los Espíritus

Hemos dicho que los Espíritus se presentan vestidos con túnicas, envueltos en amplios ropajes o incluso con la indumentaria que usaban en vida.

El ropaje amplio parece ser el modo de vestir generalizado en el mundo de los Espíritus.

Pero ¿adónde van a buscar la indumentaria que es en todo semejante a la que usaban cuando estaban vivos, con la totalidad de los accesorios? No cabe duda de que no se han llevado consigo los objetos reales, puesto que aún podemos verlos aquí en la Tierra.

¿De dónde provienen, pues, los que ellos usan en el otro mundo? Este asunto siempre ha sido bastante intrigante, aunque para muchas personas no era sino un simple motivo de curiosidad.

Con todo, confirmaba una cuestión de principio muy importante, pues su solución nos permitió descubrir una ley general que también se aplica en nuestro mundo corporal.

Numerosos hechos han venido a complicar el problema y a demostrar las deficiencias de las teorías con que intentaron explicarlo.

Hasta cierto punto era posible comprender la existencia de la ropa, puesto que de algún modo puede ser considerada como si formara parte del individuo.

Sin embargo, no sucede lo mismo con los objetos accesorios, como la caja de rapé del visitante de la señora enferma, a la que nos referimos en el § 116*.

Notemos que en ese caso no se trataba de un muerto, sino de un vivo, y que el referido señor, cuando volvió en persona, tenía en la mano una caja de rapé semejante en todo a la de la aparición.

¿Dónde, pues, había encontrado su Espíritu la que tenía consigo cuando estaba sentado junto al lecho de la enferma? Podríamos citar un gran número de casos en los que Espíritus de muertos o de vivos aparecieron con objetos diversos, tales como bastones, armas, pipas, lámparas, libros, etc.

Entonces se nos ocurrió la idea de que los cuerpos inertes podían tener sus correspondientes cuerpos etéreos en el mundo invisible; que la materia condensada que forma los objetos podía tener una parte quintaesenciada, que escapa a nuestros sentidos. Esta teoría no se hallaba desprovista de verosimilitud, pero no explicaba todos los hechos.

Uno de ellos, principalmente, parecía frustrar todas las interpretaciones.

Hasta entonces sólo se había tratado de imágenes o apariencias.

Hemos verificado que el periespíritu puede adquirir las propiedades de la materia y hacerse tangible, pero esa tangibilidad es sólo momentánea, y el cuerpo sólido se desvanece como una sombra.

Este es de por sí un fenómeno extraordinario, pero más extraordinaria aún es la producción de materia sólida persistente, lo cual ha sido probado por numerosos hechos auténticos, sobre todo el de la escritura directa, de la que trataremos en detalle en un capítulo especial.

Sin embargo, como este fenómeno se vincula íntimamente con el asunto que ahora tratamos, y constituye una de sus aplicaciones más positivas, anticiparemos el orden en que debería aparecer.

La escritura directa, o pneumatografía, es la que se produce en forma espontánea, sin el concurso de la mano del médium ni del lápiz.

Basta con que se tome una hoja de papel en blanco –lo que se puede hacer adoptando las precauciones necesarias para asegurarse de que no habremos de ser víctimas de alguna superchería–, doblarla y depositarla en alguna parte: en un cajón, o simplemente sobre un mueble.

Hecho eso, si se dan las condiciones favorables, al cabo de un tiempo más o menos prolongado encontraremos en el papel letras, signos diversos, palabras, frases e incluso disertaciones, la mayoría de las veces trazados con una sustancia grisácea semejante al grafito, o con lápiz rojo, tinta común y hasta tinta de imprimir.

Así es el hecho en toda su simplicidad.

Con todo, aunque poco común, su reproducción no es tan rara, puesto que hay personas que lo obtienen con mucha facilidad.

Si junto al papel se pusiera un lápiz, podríamos suponer que el Espíritu se serviría de él para escribir; pero dado que el papel se deja enteramente solo, es evidente que la escritura se forma por medio de una materia depositada sobre él.

¿De dónde sacó el Espíritu esa materia? Ese es el problema, cuya solución hemos encontrado gracias a la caja de rapé a la que nos referimos poco antes.

El Espíritu de san Luis nos dio la solución en las respuestas siguientes:

1. Hemos citado un caso de aparición del Espíritu de una persona viva. Ese Espíritu tenía una caja de rapé, cuyo polvo aspiraba. La sensación que él experimentaba, ¿era idéntica a la que siente un individuo cuando toma rapé?

“No.”

2. La caja de rapé tenía la misma forma de la caja que él usaba habitualmente, que estaba guardada en su casa. ¿Qué era, pues, la caja que la aparición sostenía con las manos?

“Una apariencia. Era para que la circunstancia fuera notada, como realmente lo fue, y para que la aparición no fuera tomada por una alucinación producida por el estado de salud de la vidente. El Espíritu quería que la señora en cuestión creyese en la realidad de su presencia, y para eso adoptó todas las apariencias de la realidad.”

3. Dijiste que era una apariencia. Sin embargo, una apariencia no tiene nada de real: es como una ilusión óptica. Querríamos saber si esa caja de rapé era sólo una imagen sin realidad, o si había en ella algo material.

“Por cierto lo había. Con la ayuda de ese principio material el periespíritu adopta la apariencia de ropas semejantes a las que el Espíritu usaba cuando vivía.”

Observación – Es evidente, en este caso, que debemos entender la palabra apariencia en el sentido de aspecto, de imitación.

La caja de rapé real no estaba ahí. La que tenía el Espíritu sólo era la representación de la real.

Así pues, en relación con la caja original, se trataba de una simple apariencia, aunque estuviera formada de un principio material.

La experiencia nos enseña que no siempre debemos tomar al pie de la letra ciertas expresiones utilizadas por los Espíritus.

Si las interpretamos de acuerdo con nuestras ideas, nos exponemos a cometer grandes equivocaciones.

Por eso necesitamos profundizar el sentido de sus palabras cada vez que presenten la menor ambigüedad.

Se trata de una recomendación que los Espíritus mismos nos hacen constantemente.

Sin la explicación que provocamos, el término apariencia, repetido sin cesar en los casos análogos, podría prestarse a una interpretación falsa.

4. La materia inerte, ¿puede desdoblarse? ¿Acaso existe en el mundo invisible una materia esencial, capaz de adoptar la forma de los objetos que vemos? En una palabra, ¿tienen esos objetos su doble etéreo en el mundo invisible, del mismo modo que los hombres están representados en él por los Espíritus?

“No sucede de ese modo. El Espíritu dispone, sobre los elementos materiales que se hallan diseminados en todas partes en el espacio, en vuestra atmósfera, de un poder que estáis lejos de sospechar. Puede concentrar a voluntad esos elementos y darles la forma aparente adecuada a sus proyectos.”

Observación – Como se puede ver, esta pregunta era la traducción de nuestro pensamiento, es decir, de la idea que nos formábamos acerca de la naturaleza de esos objetos.

Si las respuestas fueran, como algunos pretenden, el reflejo del pensamiento, habríamos obtenido la confirmación de nuestra teoría, y no una teoría contraria.

5. Hago de nuevo la pregunta, en forma categórica, a fin de evitar cualquier equívoco. Las ropas con que se cubren los Espíritus, ¿son algo?

“Creo que mi respuesta precedente resolvió el problema. ¿Acaso no sabéis que el periespíritu mismo es algo?”

6. De esta explicación resulta que los Espíritus logran, a voluntad, que la materia etérea sufra transformaciones. Así, por ejemplo, en el caso de la caja de rapé, el Espíritu no la encontró hecha, sino que él mismo la hizo en el momento en que la necesitó, mediante un acto de su voluntad. Y también pudo deshacerla. Lo mismo debe de ocurrir con todos los demás objetos, como ropas, joyas, etc.

“Es evidente.”

7. La caja de rapé fue visible para aquella señora a tal punto que produjo en ella la ilusión de que era real. El Espíritu, ¿habría podido hacer que fuera tangible para ella?

“Sí, habría podido.”

8. Puesto que es así, ¿esa señora habría podido tomarla con las manos, convencida de que sostenía una caja de rapé verdadera?

“Sí.”

9.Si hubiera abierto la caja, probablemente habría encontrado rapé en su interior. Y si lo hubiese aspirado, ¿el pol[vo habría hecho que estornudara?

“Sí.”

10. Así pues, ¿el Espíritu puede darle a un objeto no sólo la forma, sino también propiedades especiales?

“Sí, en caso de que lo desee. Sólo como consecuencia de ese principio he respondido de manera afirmativa a las preguntas anteriores. Ya tendréis pruebas de la poderosa acción que el Espíritu ejerce sobre la materia, acción que estáis lejos de sospechar, como he dicho hace poco.”

11.Supongamos, entonces, que el Espíritu quiera hacer una sustancia venenosa. Si una persona la ingiere, ¿resultará envenenada?

“Puede hacer esa sustancia, pero no lo hará, porque no se le permite.”

12. ¿Tiene poder para hacer una sustancia saludable, que sirva para curar una enfermedad? ¿Se ha presentado un caso así?

“Sí, muchas veces.”

13. Entonces puede hacer también una sustancia alimenticia. Supongamos que haga una fruta, algún manjar, ¿podría alguien comerlo y quedar saciado?

“Sí, sí. Pero no busquéis tanto para encontrar lo que es tan fácil de comprender. Basta con un rayo de sol para que se vuelvan perceptibles a vuestros órganos densos esas partículas materiales que colman el espacio en que vivís. ¿No sabéis que el aire contiene vapores de agua? Si los condensáis, volverán al estado normal. Privad de calor a esas impalpables e invisibles moléculas, y se convertirán en un cuerpo sólido, muy sólido. Lo mismo pasa con muchas otras sustancias, de las cuales los químicos extraerán maravillas aún más sorprendentes. Sucede que el Espíritu dispone de instrumentos más perfectos que los vuestros: la voluntad y el permiso de Dios.

Observación – El asunto de la saciedad es muy importante. ¿De qué modo puede provocar saciedad una sustancia cuya existencia y propiedades son solamente temporarias y, en cierto modo, convencionales? Esa sustancia, mediante su contacto con el estómago, produce la sensación de saciedad, pero no la saciedad que resulta de la plenitud.

Puesto que una sustancia de esa naturaleza puede obrar sobre la economía animal y modificar un estado mórbido, puede también actuar sobre el estómago y producir en él la impresión de la saciedad.

No obstante, rogamos a los señores farmacéuticos y dueños de restaurantes que no se sientan celosos ni crean que los Espíritus vienen a hacerles competencia.

Esos casos son raros, excepcionales, y nunca dependen de la voluntad.

De lo contrario, nos alimentaríamos y nos curaríamos a muy bajo costo.

14. Los objetos que se vuelven tangibles mediante la voluntad del Espíritu, ¿pueden adquirir un carácter permanente y estable, y ser de uso frecuente?

“Eso puede suceder, pero no se hace. Está fuera de las leyes.”

15. ¿Todos los Espíritus tienen en un grado similar el po[1]der de producir objetos tangibles?

“No cabe duda de que cuanto más elevado es el Espíritu, tanto más fácilmente lo consigue. Sin embargo, eso también depende de las circunstancias: los Espíritus inferiores pueden tener ese poder.”

16. El Espíritu, ¿comprende siempre la manera en que produce su vestimenta y los objetos cuya apariencia él muestra?

“No. A menudo contribuye a la formación de esas cosas mediante un acto instintivo que él mismo no comprende, en caso de que no esté suficientemente ilustrado para ello.”

17. Dado que el Espíritu puede extraer del elemento universal los materiales que necesita para la producción de todas esas cosas, y darles una realidad temporaria, con sus propiedades, también puede extraer de allí lo que necesita para escribir. Por consiguiente, eso parece darnos la explicación del fenómeno de la escritura directa.

“¡Al fin has llegado a donde querías!”

Observación – En efecto, ahí queríamos llegar con todas nuestras preguntas anteriores. La respuesta demuestra que el Espíritu había leído nuestro pensamiento.

18. Si la materia de la que se sirve el Espíritu no tiene persistencia, ¿por qué los trazos de la escritura directa no desaparecen?

“No saquéis conclusiones a partir de palabras. En primer lugar, no dije nunca. En aquella respuesta me refería a un objeto material voluminoso, mientras que aquí se trata de signos escritos, que es útil conservar, y entonces se los conserva. Quise decir que los objetos compuestos de esa manera por los Espíritus no podrían convertirse en objetos de uso frecuente, porque en realidad no hay en ellos agregación de materia, como en vuestros cuerpos sólidos.”

La teoría precedente puede ser resumida de este modo: el Espíritu actúa sobre la materia.

Extrae de la materia cósmica universal los elementos necesarios para formar, según lo desee, objetos que tengan la apariencia de los diversos cuerpos que existen en la Tierra.

También puede, mediante su voluntad, operar sobre la materia elemental una transformación íntima, que le confiera determinadas propiedades.

Esta facultad es inherente a la naturaleza del Espíritu, que la ejerce a menudo como un acto instintivo, cuando es necesario, y sin percatarse de ello.

Los objetos que el Espíritu forma tienen una existencia temporaria, subordinada a su voluntad o a la necesidad.

Puede hacerlos y deshacerlos según lo desee.

En ciertos casos, esos objetos pueden tener en presencia de las personas vivas todas las apariencias de la realidad, es decir, volverse momentáneamente visibles e incluso tangibles.

Existe formación, pero no creación, ya que el Espíritu no puede extraer cosa alguna de la nada.

La existencia de una materia elemental única está hoy prácticamente admitida por la ciencia, y los Espíritus la confirman, como acabamos de ver.

Esa materia da origen a todos los cuerpos de la naturaleza.

También, mediante las transformaciones que sufre, produce las diversas propiedades de esos mismos cuerpos.

Así, mediante una simple modificación, una sustancia saludable puede volverse venenosa. La química nos ofrece numerosos ejemplos de ello.

Todos saben que dos sustancias inofensivas, combinadas en ciertas proporciones, pueden dar origen a una que sea deletérea. Una parte de oxígeno y dos de hidrógeno, ambos inofensivos, forman agua. Agregad un átomo de oxígeno y tendréis un líquido corrosivo.

Incluso sin modificar las proporciones, basta muchas veces con un simple cambio en el modo de agregación molecular para modificar las propiedades.

De esa forma un cuerpo opaco podrá tornarse transparente, y viceversa.

Ahora bien, dado que el Espíritu, apenas mediante su voluntad, es capaz de ejercer una acción tan poderosa sobre la materia elemental, se comprende que pueda no sólo formar sustancias, sino también alterar sus propiedades, empleando como reactivo su propia voluntad.

Esta teoría nos da la solución de un hecho muy conocido en magnetismo, pero hasta hoy sin explicación: el del cambio de las propiedades del agua mediante la voluntad.

El Espíritu actuante es el del magnetizador, casi siempre asistido por un Espíritu no encarnado.

Aquel opera una transmutación con la ayuda del fluido magnético, que, como hemos dicho, es la sustancia que más se aproxima a la materia cósmica, o elemento universal.

Ahora bien, si el magnetizador es capaz de operar una modificación en las propiedades del agua, también puede producir un fenómeno análogo en los fluidos del organismo.

De ahí el efecto curativo de la acción magnética convenientemente dirigida.

Sabemos acerca del papel capital que desempeña la voluntad en todos los fenómenos del magnetismo.

Pero ¿cómo explicar la acción material de un agente tan sutil?

La voluntad no es un ser, no es una sustancia. Ni siquiera es una propiedad de la materia más etérea.

La voluntad constituye el atributo esencial del Espíritu, es decir, del ser pensante.

Con la ayuda de esa palanca, el Espíritu actúa sobre la materia elemental y, por medio de una acción consecutiva, reacciona sobre sus componentes, cuyas propiedades íntimas pueden así ser transformadas.

La voluntad es un atributo del Espíritu encarnado tanto como del Espíritu errante. Ahí radica el poder del magnetizador, poder que se sabe es proporcional a la fuerza de voluntad.

Así como el Espíritu encarnado puede actuar sobre la materia elemental, también puede, dentro de ciertos límites, modificar las propiedades de dicha materia, lo que explica la facultad de curar mediante el contacto y la imposición de las manos, facultad que algunas personas poseen en grado más o menos elevado. (Véase, en el capítulo Acerca de los médiums, los parágrafos referidos a los Médiums curativos. Véase también, en la Revista Espírita, de julio de 1859, los artículos: “El zuavo de Magenta” y “Un oficial del ejército de Italia”(1).) –

Notas:

Sobre la imagen que ilustra este artículo, indicar que se trata de una recreación artística simulando una aparición clásica. (Nota de la web)

(1) Según puede leerse en el original de la Revue Spirite, el título de este artículo es “Un oficial superior muerto en Magenta”. (N. del T.)

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Por Allan Kardec. Texto publicado en su obra «El Libro de los Médiums». Puedes descargar una copia en PDF desde este enlace: Obras de Allan Kardec – Espiritismo Confederación Espiritista Argentina (ceanet.com.ar)

Escrito por Allan Kardec

Allan Kardec. (1804-1869) es el seudónimo utilizado por el pedagogo y escritor Hippolyte Léon Denizard Rivail, considerado el codificador de la doctrina llamada Espiritismo. Nota de ZonaEspirita.com : En este perfil se publican contenidos escritos por él. Las partes subrayadas y resaltadas han sido editadas por la web.

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