En su libro títulado Proof of Heaven (La Prueba del Cielo), un neurocirujano norteamericano, el Dr. Eben Alexander, hasta entonces escéptico y cartesiano, cuenta su propia experiencia de muerte inminente (EMI), un viaje que le convenció de la existencia de una vida después de la muerte.
En 2008, presentó una grave meningitis bacteriana E Coli, forma rara y muy grave (10% de posibilidad de sobrevivencia). Muy rápidamente cayó en un coma que duraría siete días.
Por su educación, él había crecido deseando creer en Dios, el Cielo y la vida después de la vida, pero decenios en el riguroso mundo científico de la neurocirugía universitaria, cuestionaron profundamente la existencia eventual tales factores espirituales.
Las modernas neurociencias explican que el cerebro da nacimiento a la conciencia, a lo mental, al espíritu, al alma, cualquiera que sea el nombre que se quiera dar a esta parte invisible del ser, y él ya no dudaba que eso fuera cierto.
Como la mayoría de los profesionales de la salud que tienen contacto directo con pacientes moribundos y sus familias, en el transcurso de los años oyó hablar, y también vio, algunos hechos bastante inexplicables.
Clasificaba estos casos en la categoría “inexplicado” y los dejaba a un lado, suponiendo que algún día una respuesta de sentido común podría explicarlo todo.
Por supuesto, como médico, la última cosa que haría “hubiera sido negar a cualquiera el consuelo y la esperanza que aporta la fe”.
Sin embargo, en cuanto a él, antes de esta EMI, consideraba que “el cerebro crea la conciencia. Cuando la máquina se rompe, la conciencia se detiene. No hay más nada que comprender”.
Estando pues en coma, describe lo que le sucedió.
Comienza por la descripción de un período de turbación que puede definirse como negativo: sensación de no estar bien, oscuridad fría y húmeda, un lugar aterrador con presencia de animales grotescos, aullidos y olor a muerte.
En este espacio, no tiene ningún recuerdo de su existencia y ninguna noción del tiempo transcurrido.
Luego, describe el tránsito: algo aparece en la oscuridad, una luz blanca y dorada; oye una música, la más hermosa que haya escuchado jamás.
Luego, en el centro de la luz: una abertura.
Y empieza a elevarse, acompañado por una joven a la que describe pero que no conoce.
Luego, penetra al más allá: tiene sensaciones de comprensión inmediata y global, sensaciones de estar en una dimensión o dimensiones que difícilmente puede explicar con sus palabras.
Habla de la profunda sensación de amor en la que se encuentra, habla de haber sentido a Dios.
“¿Cuánto tiempo permanecí en ese mundo? No tengo idea. Cuando uno se encuentra en un lugar donde no hay sensación de tiempo, describir precisamente lo que se siente es casi imposible”.
Observa que conocer y ser capaz de pensar en alguna cosa basta para desplazarse en esa dirección.
Luego, al cabo de siete días, contra toda previsión, pues en ese momento se piensa en dejarlo “partir” (si no muere, las secuelas neurológicas serán gravísimas y quedará en estado vegetativo), sale del coma y describe perfectamente el hecho de que tuvo conciencia de deber “volver a bajar”, en particular por su hijo más joven.
Al volver a bajar, vio los rostros de las personas que estaban en su cabecera.
La descripción de lo que vivió es un ejemplo notable de EMI y comprobamos que lo que describe corresponde perfectamente a lo que sabemos en espiritismo acerca de este fenómeno.
Raymond Moody dice sobre esta historia que es “la más fantástica que he oído en los cuarenta años que estudio este fenómeno. Este hombre es la prueba viviente de la existencia de la vida después de la vida”.
El Dr. Alexander explica que, como neurocirujano en ejercicio, se encuentra en una buena posición para juzgar no solamente la realidad, sino también las implicaciones de lo que le ocurrió.
Dice: “Mi experiencia me ha enseñado que la muerte del cuerpo y del cerebro no es el fin de la conciencia, que la experiencia humana continúa más allá de la muerte. Sé diferenciar entre el fantasma y la realidad, y sé que esta experiencia es la experiencia más real de mi vida”.
Y explica que tiene “desde ahora, una comprensión mucho más amplia de lo que significan realmente vasto y maravilloso. La parte física del universo es como un grano de polvo comparado con su parte invisible y espiritual. En mi antigua visión del mundo, espiritual es una palabra que no hubiera empleado durante una conversación científica. Ahora pienso que es una palabra de la que ya no podemos hacer economía”.
Esta EMI presenta ciertas características:
- en primer lugar, la gravísima causa infecciosa que destruye todas las funciones superiores del cerebro y sólo conserva sus partes más primitivas, las dedicadas al mantenimiento.
- No obstante el cerebro siguió funcionando durante la totalidad o la mayor parte de su coma.
“Pero en lo que concierne a la parte de mi cerebro de la que todo neurocientífico les diría que es responsable de mi lado humano: pues bien, esa parte ya no estaba”.
Luego, durante toda la duración de este coma, cuando vivió el tránsito, no se acordaba de nada de su vida terrenal; no había nada que lo retuviera.
Finalmente explica que, contrariamente a la mayoría de las EMI, no encuentra espíritus a los que ha conocido y amado.
Es recibido por una entidad a la que no conoce. Una hermosa joven.
En su testimonio, cuenta que fue un niño adoptado que tuvo el deseo de encontrar a sus padres “biológicos”, lo cual sucedió. Los conoció lo mismo que a los hijos, salvo a una de sus hermanas que había fallecido. Se le mostró luego una foto de esa hermana fallecida, y no la conoció sino que la reconoció.
Era la entidad que encontró durante su EMI: ¡era su propia hermana biológica a la que no había conocido en vida!
Una vez salido de su coma, rápidamente tiene la idea de dar testimonio e ir a consultar literatura sobre este fenómeno de las EMI. No obstante se abstiene de hacerlo, y empieza por escribir lo que ha vivido, para no sufrir ninguna influencia y poder dar un testimonio auténtico.
Se limita a suministrar su observación, lo cual, en este campo como en otros, es la base de todo espíritu científico.
Destaquemos finalmente, que es interesante que tal testimonio proceda de un neurocirujano.
El Dr. Alexander termina su obra formulando las posibles críticas científicas que le serán expuestas, y que discutirá con sus colegas.
Presenta las diferentes hipótesis neurocientíficas exploradas para explicar su experiencia, y en cada una de ellas indica que solamente la supervivencia del espíritu permite una explicación coherente.
Citémosle para concluir:
“El verdadero pensamiento no es asunto del cerebro. Yo comprendía que el espíritu y la personalidad (como algunos llaman a nuestra alma o espíritu) siguen existiendo más allá del cuerpo. Sé lo que he vivido. Y por amor a los que están en la Tierra y a los que encontré más allá de este mundo, considero mi deber —a la vez como científico, y por tanto buscador de la verdad, y como médico dedicado a ayudar a los demás— dar a conocer a tantas personas como sea posible que lo que he vivido es auténtico, real y de una importancia colosal, no simplemente para mí, sino para todos nosotros”.
Por Denis George – Traducción de Ruth Neumann
Publicado en la revista Le Journal Spirite en Español. La Revista del Círculo Espírita Allan Kardec de Nancy (Francia). Nº 104 Abril – Junio de 2016. http://www.spiritisme.com/le-journal-spirite/