“Hay muchas moradas en la casa del Padre” (Juan — 14: 2)
En El Libro de los Espíritus, Allan Kardec plantea los grandes principios del espiritismo tal y como fueron enseñados por el más allá, entre ellos la existencia de Dios, causa primera de todas las cosas, la evolución intelectual y moral del espíritu que pasa por la reencarnación y la pluralidad de los mundos habitados con diferentes grados de avance.
Para la época de este espiritismo inicial, Camille Flammarion descubre El Libro de los Espíritus en 1861, luego conoce a Allan Kardec y participa en numerosas sesiones de mesas especialmente con el editor Didier, Théophile Gautier y Victorien Sardou.
Ese mismo año 1861, redacta su obra La pluralidad de los mundos habitados que será publicada en 1862.
Como astrónomo, Flammarion tiene su propia concepción de un Universo inconmensurable que no puede imaginar ausente de toda forma de vida.
En una época en que el conocimiento en materia de astronomía era todavía sucinto, ya él se planteaba una vida extraterrestre.
Si hay una idea determinante en la tesis de Flammarion, es que, anticipado a su tiempo, supone que las estrellas lejanas son soles alrededor de los cuales gravitan planetas.
Imagina pues en la mecánica celeste, una multitud de sistemas gravitacionales que son más o menos semejantes a nuestro sistema solar.
Si bien esta idea entra en una cierta lógica de lo que era imaginable, no es por ello menos innovadora y se adelanta a futuros descubrimientos.
Hasta una época todavía reciente, la mayoría de los astrónomos no se pronunciaba en cuanto a la eventualidad de sistemas gravitacionales alrededor de estrellas de las que no se sabía si algunas tenían o no propiedades idénticas a las de nuestro sol.
Fue necesario esperar hasta 1995 para que, después del descubrimiento de un primer exoplaneta, el 51 Pegaso, se considerara la existencia de otros sistemas planetarios en el Universo.
Finalmente la intuición de Camille Flammarion era confirmada, y desde entonces se han descubierto regularmente nuevos exoplanetas cuyo número es al día de hoy (4 de abril de 2014) de 1.780.
Estando ya probada la idea, uno imagina que existen centenares de miles de planetas de los cuales algunos, naturalmente, podrían estar habitados, lo que confirmaría la segunda afirmación de Camille Flammarion, evocando “la pluralidad de los mundos habitados”.
Está también la afirmación espírita que encuentra toda su dimensión, cuando la astronomía, siglo y medio más tarde, nos lleva cada vez más hacia esa probabilidad.
Lo que era impensable en un tiempo se ha convertido en por lo probable de hoy, pero para el espírita eso no es sino la confirmación de una certeza adquirida hace mucho tiempo.
En este campo como en otros, el espiritismo aparece como precursor de ideas nuevas que la ciencia deberá verificar más tarde: por ejemplo, el estudio de las NDE*** lleva más o menos a lo que ya se sabía, y los estudios referentes a los niños que se acuerdan de su vida anterior confirman el principio de la reencarnación, igual que ciertas regresiones bajo hipnosis.
Respecto a los exoplanetas que se supone que eventualmente serían habitables, una vez más la ciencia astronómica es reductora al formular esta hipótesis, pero con la siguiente restricción: se observa a los planetas que tendrían algunas similitudes con la Tierra, suponiendo que la vida no ha podido eclosionar sino bajo ciertas condiciones.
No se quiere considerar que pueda haber formas de vida, en mundos totalmente diferentes unos de otros y, por qué no, vidas posibles en condiciones distintas a nivel de estructuras, temperaturas y atmósferas.
Los grandes principios espíritas
Todo Espíritu procede de la divinidad, impulsado por la fuerza causal y por tanto creado en un tiempo dado, creado “simple e ignorante” según la fórmula de Allan Kardec.
Y es por un instinto natural a mezclarse con la materialidad, que encarna en un mundo que calificaremos de primitivo, un mundo en el cual el espíritu descubrirá progresivamente a la vez su existencia propia y la de sus congéneres.
Así, en el Universo hay planetas inferiores a la Tierra y que corresponden a las necesidades evolutivas de los seres más primitivos que perciben su propia identidad en una colectividad todavía hostil.
Después de algunas vidas en esos mundos, rápidamente se efectúa un paso hacia mundos más elaborados como la Tierra, allí donde los bajos instintos todavía siguen muy presentes.
El Espíritu cumple allí un ciclo de vidas, y cuando la necesidad se hace sentir, mientras vive en el más allá, es llamado entonces a reencarnar en un mundo superior a la Tierra donde podrá cumplir otro ciclo de vidas, luego considerar un mundo todavía más elevado, y así sucesivamente hasta alcanzar un estado de perfección que lleva al fin de las reencarnaciones; se trata entonces del estado de Espíritu puro que participará de la creación divina e infinita.
Por consiguiente, según este principio espírita, existen entonces planetas habitables y habitados en todo el Universo, planetas que están en diferentes grados de evolución.
Y esos mismos planetas sufren también un desarrollo evolutivo en su propia estructura, así como por la evolución global de sus habitantes.
Y partiendo de este principio, la Tierra, al igual que otros mundos, está llamada a una evolución global que la puede conducir a la etapa de planeta superior.
Ese desarrollo no se plantea sino en períodos de tiempo muy largos, y con la condición, igualmente, de que el planeta en cuestión no derive hacia su propia destrucción.
El fenómeno OVNI
Si existe una prueba suplementaria de la pluralidad de los mundos, es la de las diversas manifestaciones extraterrestres que se han reseñado en todos los períodos de la historia humana.
Desde hace más de sesenta años, se han catalogado numerosos testimonios y todos los estudios serios realizados han conducido a la convicción de que hay fuerzas inteligentes circulando en las proximidades de la Tierra, incluso que aterrizan y establecen contactos.
Y en testimonios más precisos, se observan humanoides de diferentes formas y tallas, sin dejar ninguna duda en cuanto a la existencia de seres extraterrestres que vienen a visitarnos.
Es entonces cuando los ufólogos se plantean una multitud de preguntas: ¿cómo es posible el desplazamiento intersideral? ¿Son estos seres de la misma naturaleza que nosotros? ¿Buscan colonizarnos? ¿Son mejores que nosotros, o tendrían a veces intenciones dudosas? ¿Cuál es el propósito de sus visitas? Etc.
Respecto a las formas de desplazamiento, un simple razonamiento dentro de una lógica humana nos haría decir que es incomprensible.
Cuando se sabe que la estrella el más cercana a nuestro sistema solar (*) está a cuatro años luz de nosotros, que otras en la galaxia, estarán a decenas, centenas e incluso miles de años luz, (**) entonces, ¿cómo podrían suponerse posibles esos desplazamientos? Imaginando que se encontraran las posibilidades técnicas de desplazarse a la velocidad de la luz, lo que es altamente improbable en lo que concierne al humano, pero supongamos.
Sabiendo igualmente, es lo que se dice, que esta velocidad sería la última posibilidad puesto que es insuperable (nada podría ir más rápido que la luz), necesitaríamos entonces cien años para llegar a un planeta ubicado a cien años luz, lo que, por otra parte, no es una distancia extraordinaria a la escala de nuestra galaxia.
Entonces, considerando los datos que corresponden a los límites de nuestros razonamientos. ¡Es imposible!
Ciertos ufólogos imaginan que existirían otras dimensiones espacio-temporales susceptibles de crear de alguna manera puertas, trampas o atajos, que permitieran franquear las inconmensurables distancias transitando por otras dimensiones.
Esta tesis es muy interesante, y nosotros la completaremos con un dato espírita: otros mundos más evolucionados que el nuestro poseen tecnologías que nos superan, que se aplican a las condiciones de materialidad más etéreas y, elemento esencial, la fuerza del pensamiento es utilizada permitiendo superar los obstáculos de la materia y el espacio.
Por la fuerza del pensamiento, la propulsión se encuentra trascendida, permitiendo sobrepasar toda forma de límites.
De lo cual podemos tener una pequeña idea en la Tierra, a través de ciertos fenómenos como la levitación o la teletransportación de un objeto que puede perder momentáneamente su materialidad para encontrarse en otro lugar materializado de nuevo.
Por ejemplo, un espíritu desencarnado ya no se desplaza según una velocidad, él está en otra dimensión, y si se acerca a nuestras vibraciones materiales, puede desplazarse instantáneamente de un extremo a otro de la Tierra, incluso hasta a otro mundo por el simple proceso de su voluntad que lo transporta a donde desea.
Igualmente, para espíritus encarnados que viven en estructuras de materia más etéreas que las nuestras, la fuerza del pensamiento puede ser un motor, un dínamo-psiquismo que anulará los obstáculos materiales, al punto de propulsar un aparato a velocidades vertiginosas, e incluso transportarlo casi instantáneamente de un lugar a otro.
He allí en realidad una buena parte del secreto del viaje intersideral.
La solidaridad de los mundos
Cuanto más evoluciona el espíritu, más aprende el sentido del amor y por tanto de la solidaridad.
Igualmente, cuanto más evoluciona un planeta, más se desarrolla en el sentido de ese amor que le hace sobrepasar sus propias fronteras.
Y es así como los mundos superiores interactúan entre ellos de manera natural ya sea por desplazamiento intersideral o por telepatía.
Y dentro de esta solidaridad, los mundos superiores desean venir en ayuda de los mundos todavía inferiores como el nuestro.
Es lo que siempre ha tenido lugar en la Tierra, confirmado por los múltiples rastros estudiados por los arqueólogos siempre maravillados ante las enigmáticas construcciones que no se podrían reproducir ni siquiera con nuestras técnicas modernas.
Existe pues esa ley de solidaridad universal de la cual da testimonio la historia de la Tierra.
Pero, aquellos que eran considerados a menudo como dioses venidos del cielo, desde hace mucho tiempo ya son objeto de rechazo, engendran temor, engendran igualmente una respuesta cuando se trata de los ejércitos del aire que, a cargo de la vigilancia del cielo, persiguen todo lo que se mueve, todo lo que es sospechoso, y que eventualmente podría ser un aparato humano enemigo.
Y cuando se comprueba que no es humano, se persigue el objeto, por si acaso estuviéramos tratando con un enemigo del espacio.
Eso es tanto como decir que los visitantes del espacio no son bienvenidos.
Sobre todo porque según ciertos ufólogos, sus manifestaciones serían mucho más frecuentes en zonas sensibles, es decir, donde están instaladas bases militares secretas, bases de armamentos nucleares, etc.
Entonces, ¿vigilancia? Después de todo, ¿por qué no? pero de todos modos eso no sería sino a partir de nobles intenciones, en el entendido de que todos los peligros a menudo son bastante evidentes.
Consideremos lo que los norteamericanos llamaban su programa “Guerra de las estrellas”, pensemos en todas esas ojivas nucleares que se han multiplicado en una desmesura demencial y están dirigidas hacia el enemigo potencial, dentro de un principio de disuasión y correlación de fuerzas, sin pensar que en caso de error humano o de accidente, los peligros serían considerables.
Entonces sí, ¿por qué no suponer una vigilancia por parte de extraterrestres que tendrían algunas inquietudes respecto a la suerte de la humanidad…?
De mundo en mundo
Prolongando los principios del espiritismo, se sabe que en la evolución, los humanos que han terminado su ciclo terrenal, reencarnan en mundos superiores.
Quizás haya uno, o varios, de esos mundos donde han reencarnado muchos humanos.
Teniendo en un planeta más etéreo una relativa memoria consciente de sus anterioridades, pueden guardar entonces conscientemente ciertas inquietudes respecto a la Tierra, y dentro de la solidaridad de los mundos, velar a su manera por su antiguo planeta y, ¿por qué no? manifestarse a seres humanos que habrían conocido en otras vidas.
Es allí donde se encuentra el punto de unión entre la reencarnación y la pluralidad de los mundos.
Esta pluralidad se vuelve más lógica cuando se sabe que los extraterrestres no son forzosamente extraños, sino espíritus amigos, encarnados en otra parte pero que recuerdan.
Ni extraños, ni enemigos, los seres venidos de otra parte no son otros que nosotros mismos, son otros espíritus encarnados de la misma naturaleza que nosotros, con la única diferencia de que su evolución los ha conducido un poco más lejos, por el camino evolutivo que conduce a Dios.
Somos todos hijos del Universo, todos somos extraterrestres, aunque sólo sea por el hecho de haber vivido en mundos inferiores antes de encarnar en la Tierra.
Y volveremos a ser extraterrestres cuando seamos llamados a perfeccionar nuestra evolución en mundos superiores.
Notas:____
(*) Es la Próxima del Centauro, una de las tres estrellas que forman el
sistema Alfa del Centauro, situado a una distancia de alrededor de 4,22
años luz del sistema solar.
(**) Nuestra galaxia, la Vía Láctea, tiene una extensión del orden de los
80.000 años luz. Cuenta con algunos centenares de miles de millones
de estrellas.
*** Las NDE (Near Death Experience) o EMI (Experiencias
de Muerte Inminente)
Por Jacques Peccatte – Traducción de Ruth Neumann
Publicado en la revista Le Journal Spirite en Español. La Revista del Círculo Espírita Allan Kardec de Nancy (Francia). Nº 97 Julio – Septiembre de 2014. http://www.spiritisme.com/le-journal-spirite/