agosto 19 2021

La libertad es siempre la mejor solución: en el arte, en la educación, en la sociedad…

Desde el punto de vista espiritista, somos espíritus libres que en múltiples vidas y experiencias estamos aprendiendo a utilizar esta libertad.

El Autor Supremo de la Vida nos lanzó en un proyecto en el universo, para ir construyendo nuestra evolución, a través de errores y aciertos. No interfiere, salvo para enviarnos invitaciones, ejemplos, estímulos amorosos, a través de maestros – de otros espíritus cercanos o lejanos, que ya están más maduros y desarrollados.

No nos castiga -aunque desgraciadamente la palabra «castigo» sigue presente en las obras de Kardec, como reminiscencia del rencor católico y jurídico de la época. Pero la idea espiritista en su conjunto no es punitiva, sino evolucionista y pedagógica.

Incluso he observado en una visión terapéutica y reencarnacionista, que este rígido castigo de la llamada ley de causa y efecto es una autoimposición que nosotros mismos nos hacemos, mientras tenemos escasos recursos de autoperdón y de comprensión, y que es mucho mejor reparar, reconstruir, rehacer que seguir autoflagelándonos en terribles enfermedades, en violentas tragedias…

Cuando llegamos a comprender a Dios como amor infinito, sabiendo que la mayor ley del universo es la ley del amor, que se manifiesta en forma de compasión y misericordia (Jesús dijo que el amor cubre una multitud de pecados), entonces también tenemos esta comprensión para nosotros mismos y para los demás.

Se acabaron los juicios lúgubres, las condenas sumarias, los castigos dramáticos… salimos de esta rueda kármica del sufrimiento para entrar en el camino ascendente de la reconstrucción. Es decir, ya no es esa frase: tenemos la libertad de plantar y luego la obligación de cosechar. Pero ésta: tenemos la libertad de plantar y la libertad de volver a plantar y mejor, arrancando las malas hierbas que hemos sembrado.

Pero si nuestra conciencia aún no ha despertado y todavía se complace en el sufrimiento de los demás, entonces sí, el dolor puede visitarnos como una medida de despertar, nunca como un castigo.

Hago aquí todas estas reflexiones porque estamos asistiendo a un resurgimiento de ideas, actitudes y tendencias autoritarias y represivas, de una sociedad que retrocede a pasos agigantados hacia la dictadura, la intolerancia y el recorte de la libertad.

Unos evangélicos humillando y ejerciendo violencia contra personas de Candomblé y Umbanda (muy pronto podemos ser los espiritistas, los objetos de persecución); exposiciones canceladas, cuadros incautados (que supuestamente fomentaban la pederastia, pero en realidad criticaban esta calamidad tan común), profesores despedidos por tener una ideología de izquierdas, proyectos de ley como el de Escuela sin Partido, que pretenden establecer la denuncia y la persecución política como forma de relación entre alumno y profesor… Tiempos oscuros, de regresión.

En primer lugar, hay que entender que las represiones a la libertad de expresión, el recorte de los derechos individuales siempre vienen de personas que no tienen moral para convertirse en vigilantes de la moral y la libertad de los demás.

Por ejemplo, cierto diputado que participó en una visita de vigilancia a un museo de Brasilia, para comprobar si había que censurar la exposición (¡toda la situación es ya absurda!): él mismo fue acusado recientemente de violación y acoso sexual y luego se silenció el caso.

Fíjense en los católicos conservadores (no eran sólo católicos, pero los cito como ejemplo) que se manifestaron frente a la llamada exposición Queer en Rio Grande do Sul, porque según ellos, dicha exposición sería una incitación a la pedofilia. ¿Dónde estaban estos católicos cuando durante siglos y hasta el siglo XXI, un gran número de sacerdotes no sólo alentaban sino que practicaban la pedofilia, dejando a generaciones enteras marcadas por esta experiencia traumática?

El moralismo excesivo, represivo, suele nacer de una actitud violenta de represión de los deseos y las tendencias internas, que la persona no mira, no sabe cómo tratar o quiere poner bajo la alfombra. O incluso, quiere mostrar socialmente que condena algo, que hace oculto o le gustaría hacer y no tiene el valor.

Los que no actúan como vigilantes policiales con las actitudes del prójimo, que no hacen de inquisidores todo el tiempo, están bien consigo mismos, actuando según su conciencia, sin necesidad de erigirse en parámetro del gusto, de lo bueno y lo bello para el resto de la sociedad.

Pero alguien puede preguntar: ¿vamos a callar entonces ante la basura, el mal gusto, la perversión, lo que corrompe la sociedad, lo que consideramos que corrompe la sociedad? No. Critiquemos, debatamos, señalemos… pero nunca reprimamos, cercenemos, impidamos que otros tengan opiniones diferentes a las nuestras. Y, sobre todo, sigamos el consejo de Pestalozzi: no luchemos contra la oscuridad, sino encendamos una luz.

Nuestra actitud en la sociedad tiene que ser positiva, constructiva, presentando alternativas, caminos de belleza, de elevación, de dignidad…

En el campo del arte, por mencionar el tema polémico de estos días, y hablando a los espíritas: tenemos que producir un arte más bello, más elevado y más consistente, si no nos gusta el que hay.

No piensen que vamos a ofrecer una alternativa al desgastado y agotado arte contemporáneo, con himnos espíritas, inocuos y melosos; con literatura barata de autoayuda, con una mayoría de médiums de pintura, que quieren hacer creer que Renoir o Monet han retrocedido a burdos garabatos -salvo dos o tres excepciones, que realmente producen obras consistentes, cuyos nombres no mencionaré, para no crear más polémica.

Nos toca trabajar para educarnos y educar, entiendo que la educación es sobre todo un proceso de contagio, de ejemplo, de estímulos positivos, de caminos abiertos hacia lo más alto…

No nos corresponde, como espiritistas, hacer un coro con actitudes medievales de represión, censura y silenciamiento del otro. La libertad -con todos sus desvíos, choques, errores y desviaciones, pero también con todas las posibilidades, la apertura y el respeto a la conciencia de cada uno- es siempre la mejor solución, incluso porque, según la cosmovisión espiritista, la libertad es una ley divina.

Pero una pregunta que se impone es la siguiente: ¿qué debemos hacer en relación con los niños, cuando vemos o pensamos que hay cosas que pueden ser estímulos negativos para ellos?

Entonces vemos una aberración aún mayor: gente manifestándose en la puerta de un museo, escasamente visitado -como lo son todos los museos de Brasil- y no hemos visto hasta ahora ninguna manifestación colectiva contra la aberración del Gran Hermano, por ejemplo, en la GloboTV. Por cierto, sé de niños que ven esta basura. ¿Quién es el responsable de elegir, seleccionar y, cuando esto no es posible, ayudar a criticar y discernir, lo que entra por los ojos, los oídos y las emociones de un niño? La familia, en primer lugar. ¿No te pareció buena, no te pareció edificante, no te pareció compatible con los valores cultivados en casa? No lo lleves a la exposición, no enciendas la televisión, no vayas a ver esa película…

Pero sí, hay muchas cosas en la sociedad actual que no podemos controlar y que llegarán al niño. Y no podemos aislarlos socialmente, como quisieran hacer algunos radicales. Entonces, ¿qué hacemos? Armamos a los niños con un espíritu crítico, observamos con ellos, hablamos, debatimos y, sobre todo, les ofrecemos buenas alternativas.

Libros interesantes, exposiciones culturales estimulantes (sí, habrá algunos desnudos, en las exposiciones de cualquier museo del mundo – si tiene problemas con esto, vuelva a la Edad Media o vaya a terapia), música de los grandes clásicos de todos los tiempos y de los grandes compositores brasileños: de Bach a Tom Jobim. Esto es lo que puedes y debes hacer por la educación de tus hijos.

Una vez más, acciones positivas y afirmativas y no el intento de bloquear la libertad de otro.

Estas son las actitudes que deben tener los espiritistas.

Por Dora Incontri. Reproducido de Dora Incontri | Blog da ABPE (blogabpe.org). Traducción al castellano de Miguel Ponce para ZonaEspirita.com

Escrito por Dora Incontri

Dora Incontri

Dora Incontri es educadora, periodista, poetisa y escritora brasileña; autora de más de 40 obras publicadas, entre ellas libros didácticos de filosofía. Doctora y post-doctora en Historia y Filosofía de la Educación por la Universidad de São Paulo. También es coordinadora de la Asociación Brasileña de Pedagogía Espírita. Estudiosa del educador Johann Heinrich Pestalozzi en Brasil y también una notoria estudiosa de su discípulo Allan Kardec, fundador del Espiritismo.


Publicado 19 agosto, 2021 por Dora Incontri en la/s categoría/s "Espiritismo