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La influencia de los malos espíritus

Todo ser, creado simple e ignorante, es llevado por la reencarnación a evolucionar hacia el bien y el conocimiento, en diferentes planetas más o menos evolucionados.

El bien o el mal, encarnado o desencarnado, es la expresión directa del estado evolutivo de nuestra Tierra.

Encontramos, pues, en el más allá todas las escalas evolutivas al igual que en este mundo.

Esto no es fatalidad, ni expiación reclamada por algún castigo divino, sino una ley de progreso.

Entonces, sería ingenuo pensar que el tránsito de la vida a la muerte depura súbitamente a todos los Espíritus, cuando sus almas son de humanos más o menos evolucionados.

El astral de la Tierra tiene pues varios rostros: un poco esquemáticamente, existe el astral de los Espíritus bien intencionados, donde las entidades se comunican, intercambian, progresan y aman; el de los Espíritus en turbación (ver artículo de Catherine Gouttière) y el de los espíritus malévolos y hasta malos donde las entidades también se comunican, allí donde son ley el mal, las malas pasiones, el orgullo, el poder, la ignorancia y la ausencia de amor.

Después de su desencarnación, todo Espíritu, luego de un tiempo y una relativa turbación, se encuentra finalmente, por afinidad y por nivel de evolución, en el astral que le corresponde.

La comunicación espírita implica en su conjunto y en su carácter, la manifestación tanto del mal y el sufrimiento como del bienestar desencarnado.

Por eso numerosos espíritus malos se han manifestado en nuestra asociación**, espontáneamente o guiados, impulsados hacia nosotros por los espíritus protectores que nos rodean y nos invitan a realizar acciones específicas, pues muchos hombres tienen una curiosidad lógica por querer entrar en comunicación con lo invisible, pero pocos están prestos a aceptar a ese invisible en el interior de su vasto abanico moral.

En la obra La Liberación de los Mundos, relatamos cuarenta años de encuentros con decenas de malos espíritus, encuentros hechos posibles gracias a dos médiums de nuestra asociación** que aceptaron prestar sus cuerpos según las formas de incorporación o posesión.

Estas agotadoras manifestaciones, a las cuales se han sumado las de los buenos Espíritus, nos han permitido comprender, y a la vez describir ese bajo astral y actuar en consecuencia.

¿Cómo se efectúa el tránsito de un mal espíritu? Leamos el testimonio de un mal espíritu después de la ayuda que hemos podido prestarle:

“Cuando me dormí en la muerte, no observé diferencia.

Vi mi cuerpo, vi mi ataúd, creí que podría seguir actuando, pensando, como antes.

Oía voces que me llamaban a la razón, oía voces que me llamaban al perdón, y no quería saber nada”.

El espíritu siempre tiene su libre albedrío, la libertad de complacerse con lo que ya sabe hacer o de ir hacia un desconocido que le pedirá transformar progresivamente su conciencia.

¿Qué pasa entonces, si no oye los consejos? Leamos la continuación del testimonio:

“Luego, encontré Espíritus que había conocido.

Entonces decidí ir hacia ellos y, ante su terror, me alegré.

Pensé, quizás estoy muerto, pero me temen y eso está bien, aprovechemos entonces esta posición.

El placer del mal, el placer del odio me impulsaba a seguir asustándolos”.

En el bajo astral, los malos espíritus pueden actuar, pues, sobre otros espíritus desencarnados y seguir haciendo sufrir a los que odiaban en vida, el mismo odio, el terror, su poder, su dominio.

Gracias al sueño magnético, posibilidad para el espíritu de un médium de ser desplazado al más allá y describir lo que ve, hemos podido conseguir descripciones del bajo astral.

Son descripciones muy materiales del entorno, de sensaciones de frío, humedad, oscuridad, pesadez, cansancio, dolores, quejidos y gritos.

Ese decorado virtual percibido por el médium no es más que una producción mental que emana del pensamiento de los malos espíritus.

No obstante, ese decorado es muy real para las almas errantes y turbadas, los Espíritus débiles y las víctimas que de él son prisioneras, incapaces de proyectarse más lejos y de llegar a un más allá más feliz.

Los malos espíritus también pueden actuar sobre los encarnados Continuación del testimonio:

“Pronto me enteré de que era posible asustar a los hombres, seguir visitándolos, dar golpes en sus casas, aparecérmeles bajo una forma más o menos repugnante, gritar en sus noches para hacerlos temblar, y yo detestaba a los hombres, detestaba a todas las personas que había conocido, sentía placer en seguir asustándolas”.

Vemos la influencia de estos individuos desencarnados, particularmente agresivos y negativos sobre las personas vivas, encarnadas.

Lógicamente estos malos espíritus entran en contacto con grupos de humanos encarnados, malos y negativos también.

De ese encuentro se desprende una energía, una fuerza negativa, dirigida hacia las personas por la voluntad de los que la emiten, para incitarlas al mal.

Estos malos espíritus pueden halagar los bajos instintos, influir sobre algunos humanos con sus presencias invisibles, aportar a sus semejantes todavía encarnados un suplemento de malos pensamientos, de malos fluidos y de malas intenciones.

Las víctimas de estas influencias ocultas serán, en primer lugar, los hombres que presenten esa misma tendencia al mal, pero desgraciadamente, allí no se detiene la influencia del bajo astral.

Los malos espíritus explotarán ciertas debilidades y ciertas vulnerabilidades de la naturaleza humana.

Como a pesar de todo ellos piensan, pueden alcanzar tanto la carne como la mente.

Pueden pues, con miras a perjudicar a la humanidad, perpetuar su odio, dirigir su odio o su turbación utilizando agentes humanos dotados de sensibilidad mediúmnica, a quienes obsesarán progresivamente a fin de hacerlos responsables de malas acciones.

Esta acción les será tanto más fácil si encuentran a aquellos que llamamos aprendices de brujo del espiritismo que, por ignorancia, no sospechan los peligros en que incurren atrayendo hacia ellos a los Espíritus en turbación o malos, cercanos a nuestras vibraciones.

Más concretamente, algunos ejemplos de los cuales hemos tenido conocimiento sobre la posibilidad de acción de los malos espíritus: actuar sobre los humanos, asistir a gurús y brujos, esparcir envidia, necesidad, deseo, interés por la droga, inducir a la violación, al crimen.

Comprenden por qué, sin querer asustarles, es necesario ayudar a estos espíritus malos, nefastos; por qué ese mal o esa turbación deben ser combatidos, para que no interfieran más sobre los vivos o sobre otros Espíritus.

Progresivamente la experiencia nos ha permitido comprender mejor esta clase de situaciones, para no poner en peligro la vida de nuestros médiums.

Los dos médiums anteriormente citados han recibido en incorporación a estos Espíritus desde 1974 y con el tiempo se han incorporado otros cuatro, a través del desarrollo de otra mediumnidad llamada “de liberación”.

En esta otra mediumnidad, si bien el médium permanece consciente, ya no es dueño de la influencia que sufre, se convierte en el canal, el catalizador, del mal que se expresa, o bien del sufrimiento y la turbación.

Es entonces cuando la oración y las palabras de los espíritas que participan en la sesión, percutirán en esos Espíritus, mejor que los guías que, demasiado alejados de las vibraciones pesadas, no llegan a alcanzar a sus protegidos.

Retomemos la continuación de nuestro testimonio inicial:

“Yo vine a ustedes hace un año y me incorporé aquí, en esta sala, y vine a ustedes guiado por un sentimiento de odio, dominio y destrucción.

Vine, esperando que ustedes cedieran a todas mis demandas, esperando que pudiera actuar con ustedes a mi manera, esperando que se volvieran obedientes absorbiendo todas mis palabras para hacer el mal, para seguir aplicando mi odio sobre la Tierra, también para tomar sus fluidos y seguir haciendo el mal en el mundo astral.

Yo vivía en mi universo, vivía y seguía viviendo como en la Tierra, para mí, nada había cambiado.

Y entonces, me llegó el momento de visitarlos siempre, como muchos malos espíritus que han hecho mal en la Tierra y siempre listo para regocijarme por ello.

Entonces, pronto comprendí el partido que habría podido sacar.

Fui muy ingenuo.

Fue dañino conocerlos.

Era desconocer el espiritismo.

Vine, seguro de mi propósito, y entonces me escucharon.

Al cabo de algunos minutos, me interrumpieron, me pidieron que me acordara de quién era.

Me hablaron de amor, me hablaron de luz.

Rezaron por mí.

Me preguntaron lo que nunca, jamás yo hubiera imaginado decir y pensar.

Me pidieron el perdón de mis faltas.

Como todos los Espíritus en tal situación, tenía una sensación de ahogo.

Quería evitarlos, quería estar lejos, muy lejos de ustedes, pero era imposible.

Cada vez que intentaba dejar el cuerpo de su médium, había una mano invisible sobre mí, para mantenerme cerca de ustedes.

Estaba atrapado entre sus oraciones y los fluidos de los Espíritus que les guían y que les protegen.

Ya no podía irme.

Ya no podía huir y sin embargo rechazaba sus palabras, rechazaba sus pensamientos.

Poco a poco, por sus fluidos y sus oraciones, mi pesadez se hacía algo menor.

Entonces, comencé a dudar de mí mismo.

Cuando un espíritu malo consigue dudar de sí mismo, los que lo quieren conducir hacia la luz han ganado la partida, pues, entonces, el Espíritu puede emplear todas las palabras que desea en las injurias que pronuncia, se insulta a sí mismo.

Cuando pronuncié el perdón, sentí una gran quemadura y vi una luz insoportable.

Entonces me volví, me volví, para ver frente a mí un rostro sereno, tranquilizador.

Era el rostro de Benjamin, Benjamin que es mi guía.

Un rostro que me sonreía, un rostro que me perdonaba, un rostro que me hacía comprender que la vida continuaba, un rostro que me hacía comprender que más allá de las faltas, que más allá de los crímenes, yo no era un demonio, que podía vivir, que debía vivir y que todo comenzaba para mí.

Un Espíritu no se atreve a creer que se le puedan perdonar así todas sus faltas.

Un Espíritu no se atreve a pensar en eso.

Yo tenía de mí mismo una opinión muy rígida y no sospechaba en mí una parcela de bondad.

Ustedes me la han hecho descubrir.

Impulsado por sus pensamientos, por sus palabras, encontré a mi guía.

Todos aquellos a los que había odiado fueron liberados al mismo tiempo del terror que yo seguía haciéndoles sufrir en el bajo astral.

Tuve miedo al mirarlos, transformados, metamorfoseados.

Entonces era yo quien les temía pero ellos me miraban con su inocencia, y es tan hermoso descubrir que el amor existe.

Es tan hermoso pensar que se puede seguir existiendo, que se pueden reparar los crímenes del pasado.

Debo reencarnar, pero ya no tengo miedo.

Me atrevo a decirles, desde mi inferioridad, que estoy feliz de regresar a la Tierra.

Me atrevo a decirles que estoy feliz de vivir, pues seguir haciendo el mal hubiera sido estar muerto.

¡Oh! He despertado a la vida hace sólo un año.

Gracias, gracias, gracias”.

He aquí la hermosa finalidad de estas sesiones, agotadoras para el médium, y que pueden ser reconducidas cuando la liberación ha fracasado una primera vez.

Esta liberación permite a esos Espíritus no perjudicar más.

Toman conciencia de su supervivencia y de sus posibilidades de progreso; descubren la realidad de un espíritu protector, su guía, que desde entonces les acompañará.

Y además, para el mundo de los encarnados, son potenciales malas influencias que ya no existirán más.

El camino espírita, es el de la lucha por la libertad del hombre y el espíritu, dentro de la ayuda espiritual necesaria para nuestro prójimo aunque esté desencarnado, aunque se haya vuelto hacia el mal.

Por Valérie Fauve – Traducción de Ruth Neumann

Publicado en la revista Le Journal Spirite en Español. La Revista del **Círculo Espírita Allan Kardec de Nancy (Francia). Nº 98 Octubre – Diciembre de 2014. http://www.spiritisme.com/le-journal-spirite/

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