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La Incontestable Realidad del Espíritu

“Herederos de la inmortalidad, seguiremos bajo las bendiciones del Padre, ¡rumbo al porvenir!”(1)

Materialismo y Espiritualismo son dos formas básicas de pensamiento en la interpretación de todo lo que nos dice al respecto.

El primero sustenta que la única cosa de la cual se puede afirmar la existencia es la materia.

En términos ontológicos, uno de los más expresivos representantes de la corriente materialista actualmente es el Dr. António Damásio, neuro-científico portugués afincado en Estados Unidos. En su libro O Erro de Descartes (Damásio 1996) propone que se invierta el enunciado cartesiano “Pienso, luego existo”, para “Existo, luego pienso”, ya que considera al cerebro como el único productor no solo del pensamiento, sino también de la consciencia, de la inteligencia y de otros atributos correlacionados del ser humano.

La ciencia que hoy conocemos, tal y como surgió de la llamada Revolución Científica del siglo XVII -cuando por fin consiguió liberarse de las ataduras dogmáticas de la religión-, para responder más fácilmente a las exigencias del método racional en el que se estructuró, dio prioridad al estudio de los elementos materiales y a la relación de los hechos, convirtiéndose, por tanto, en materialista.

Dentro del entorno académico existe incluso, no siempre de forma velada, la expectativa de que todo científico tenga una postura materialista.

Sin embargo, hace unos años, científicos de renombre se reunieron en Tucson, Arizona – EE.UU., para discutir el impacto de la ideología materialista en la ciencia, concluyendo que el llamado «materialismo científico», que considera la materia como la única realidad existente, no es más que un presupuesto reduccionista y dogmático que ya no responde a las exigencias del mundo moderno.

El manifiesto resultante, firmado por más de un centenar de científicos internacionales, propone la aparición de un paradigma post-materialista para la ciencia, la espiritualidad y la sociedad.

Este es el último «boletín» del formato materialista de la ciencia actual que, según las predicciones anunciadas en el manifiesto, no aguantará mucho más.

En el dualismo, sin embargo, se considera la coexistencia de dos dimensiones -espíritu y materia- lo que, en el núcleo de la literatura espiritualista, representa un concepto fundamental(2) , con preexistencia, en el contexto ontológico, del mundo espiritual en relación con el mundo corpóreo.

El dualismo ontológico. ¿Desde cuándo?

Desde tiempos inmemoriales de su trayectoria evolutiva, intuitivamente el ser humano ya concebía la existencia de algo más más allá de la materia, lo que Herculano Pires trata de forma magistral en su libro El Espíritu y el Tiempo (Pires 1987).

En esa obra, como periodista y filósofo, el autor analiza en profundidad el surgimiento de la creencia en la sobrevivencia en culturas primitivas, mediante estudios efectuados por antropólogos y etnólogos en tribus de las islas de la Polinesia.

Los Kahunas, probablemente médiums de efectos físicos, convivían naturalmente con fenómenos mediúmnicos como videncia y audiencia, que eran aceptados sin ningún análisis racional, haciendo parte, por tanto, de la experiencia “concreta” de estos individuos, meros “observadores” de lo que acontecía.

Herculano valora la contribución de Ernesto Bozzano en el enfoque espírita del asunto, basándose en la postura del filósofo británico Herbert Spencer (1820 – 1903), para quién “la creencia en la sobrevivencia derivaría de experiencias concretas – particularmente sensoriales del hombre primitivo y no de una conjetura filosófica”.

Para Spencer, ese ser tribal pasaría de la figura de “observador” de lo concreto de su experiencia, para la figura de “pensador”, teniendo como elementos de inducción de ese proceso, los sueños, su imagen en la superficie del agua, las sombras y el eco de su voz.

A lo expuesto por Spencer, Bozzano añade, con la visión espírita, los sueños premonitorios y los fenómenos de videncia, apariciones, ectoplasmias, audiencia y voz directa.

Estos elementos representarían «puentes» a través de los cuales el contenido de la experiencia cotidiana del ser tribal migraría a las categorías de la razón, al mundo de las ideas -como afirma Herculano, para quien, por tanto, el origen de la creencia en la supervivencia del espíritu se basa en el fenómeno mediúmnico.

Pero, aunque con una postura espiritualista, no siempre nos damos cuenta de que, históricamente, hace muy poco tiempo -sólo unos 160 años- que todo el contexto del «después de la muerte», en la cultura occidental, era absolutamente nebuloso, misterioso, lleno de dudas e incluso de oscuras elucubraciones que daban pie a experimentar miedos e incertidumbres.

¿Qué pasaría con nuestra alma? Al fin y al cabo, sufrir para siempre en las regiones infernales y purgatoriales, o merecer el descanso eterno en el cielo, eran las opciones que se solían proponer.

Es cierto que la ciencia ya había intentado resolver esta cuestión, tratando de identificar el alma, pero con una postura materialista, no la encontró, como se relata en la Revista Espírita de Kardec: «La ciencia ha buscado el alma con el bisturí y el microscopio, en el cerebro y en los ganglios nerviosos, y no la ha encontrado…. Si no la encuentra, la razón es muy sencilla: hace del alma una idea preconcebida fija; la imagina dotada de las propiedades de la materia tangible; bajo esta forma la busca, y naturalmente no podría reconocerla…» (Kardec 2004, 308)

¡Es hora de despertar!

A mediados del siglo XIX, los amigos espirituales que alentaban el progreso moral de la humanidad decidieron «sacudir» el planeta con la ocurrencia de fenómenos extraordinarios, despertando las mentes de los seres humanos para que conocieran, con libertad de pensamiento y crítica a través de la razón, la existencia de la dimensión invisible de aquellos que habían «muerto» en el cuerpo físico.

Es de nuevo la ciencia la que entra en escena, pero esta vez, con el «método» adecuado, el de la observación racional de los hechos insólitos ocurridos.

En su libro Historia del espiritismo (1926), el escritor británico Conan Doyle señala que, el 31 de marzo de 1848, el sensitivo norteamericano Andrew Jackson Davis (1826-1910) registró en su diario: «Esta mañana temprano un cálido aliento pasó por mi cara y escuché una voz suave y fuerte que decía – Hermano, una buena obra ha sido iniciada – ¡mira! una demostración viviente ha surgido. Me preguntaba qué significaba ese mensaje».

Para el escritor, eso habría sido el preanuncio del enorme movimiento espiritual que en breve acontecería. Conan Doyle registra que ese mismo año – 1848, la familia metodista de Mr. John D. Fox, en la ciudad de Hydesville, estado de New York, en los Estados Unidos, al mudarse a una casa con fama de estar embrujada, comenzaron a escuchar ruidos extraños, particularmente captados por dos de sus hijas – Kate y Margareth, que exactamente en el día 31 de marzo de 1848, consiguieron comunicarse con el espíritu del vendedor ambulante Charles B. Rosma, que había sido asesinado en aquel lugar. Sus restos fueron encontrados cincuenta y seis años después.

Ese acontecimiento marcó la comunicación mediúmnica entre vivos y muertos como un “hecho”, por lo tanto, susceptible de ser analizado críticamente, dando lugar a la posibilidad de que el observador estableciera conclusiones sobre el significado del fenómeno.

¿Y qué se concluyó de este suceso de las hermanas Fox? Simplemente, que el alma del vendedor ambulante había sobrevivido a la muerte del cuerpo físico y continuaba con su individualidad y su conciencia, hasta el punto de proporcionar datos precisos sobre su identidad terrenal y su familia, y también sobre lo que le había ocurrido al desencarnar.

Vamos ahora a transportarnos en el tiempo y en el espacio.

Estamos en el año 1854, en Paris, donde vive el escritor, pedagogo y profesor Hippolyte Léon Denizard Rivail, que tenía entonces 50 años. Se encuentra con el magnetizador Sr. Fortier que le informa sobre «una diversión de salón» que había comenzado en los Estados Unidos en 1848 (de nuevo el mismo año de los acontecimientos anteriores) y que ahora había contaminado Francia.

Sería digno de observación ya que, en estos eventos, las mesas pequeñas estaban «magnetizadas», pudiendo hacerlas girar y caminar a voluntad, e incluso responder preguntas, cuando se les interrogaba.

El propio profesor Rivail, conocido más tarde por el seudónimo de Allan Kardec, relata detalladamente su experiencia con estas famosas «mesas giratorias»: «…por primera vez (en mayo de 1855), fui testigo del fenómeno de las mesas que giraban, saltaban y corrían en condiciones tales que no dejaban lugar a dudas…. Mis ideas estaban lejos de ser precisas, pero había allí un hecho que derivaba necesariamente de una causa. Vi, en la aparente inutilidad de estos fenómenos, en su pasatiempo, algo serio, como si fuera la revelación de una nueva ley que me encargué de estudiar a fondo». (Kardec 1944, 227)

Mientras cientos de personas se divertían desde hacía años con este pasatiempo, que consideraban banal, el profesor Rivail vio más allá, al «vislumbrar en esas aparentes futilidades, algo serio, como la revelación de una ley», ¡que decidió estudiar a fondo! También viendo más allá, Isaac Newton se dio cuenta del principio de la ley de la gravedad simplemente al notar, con su espíritu sagaz, la caída de una manzana, al igual que Alexander Fleming percibió, en la inhibición del crecimiento de bacterias en la proximidad de hongos que contaminaban el medio de cultivo, la posibilidad de la creación de la penicilina.

¡Qué figuras tan extraordinarias, las que vieron más allá! Lo que ocurrió en ese momento, en la mente del profesor Rivail, marcó la diferencia, estableciendo un hito en el proceso histórico de la cultura occidental, en lo que respecta a la comprensión de lo post-mortem – hasta entonces, colocado en el plano de lo misterioso, de lo insondable, y más tarde, siendo desmitificado en el plano de lo racional, de lo inteligible.

Tras asistir a las reuniones mediúmnicas en casa del Sr. Baudin, el profesor Rivail se dedicó a estudiar racionalmente el fenómeno mediúmnico, desvelando la existencia del mundo de los «muertos», que comparó con el descubrimiento del mundo invisible de los microbios.

Como Kardec en la Revista Espírita, llega a comentar después: «Dicen que los seres invisibles (los espíritus) se comunican. ¿Por qué no? Antes de la invención del microscopio, ¿se sospechaba de la existencia de esos miles de animalitos que tantos estragos causaron en nuestra economía? ¿Dónde está la imposibilidad material de la existencia, en el espacio, de seres que escapan a nuestros sentidos? (…) Si estos invisibles que nos rodean [los espíritus] son inteligentes, ¿por qué no van a comunicarse con nosotros? (…) ¡Qué nuevo horizonte abre al pensamiento! ¡Qué amplio campo de observación! El descubrimiento del mundo invisible [de los espíritus] sería muy diferente del descubrimiento de lo infinitamente pequeño [de los microbios]. Sería más que un descubrimiento: ¡sería toda una revolución de ideas!» (Kardec 2004, 228)

De hecho, el acceso al mundo de los espíritus por intermedio de la observación metodológica vino a motivar, en la cultura occidental, “toda una revolución en las ideas”.

Así como, el individuo que se alfabetizó no consigue dejar de leer algo que esté frente a él, de la misma forma la mente que tuvo conocimiento del fenómeno mediúmnico y de las consecuentes posibilidades de intercambio con los desencarnados, no puede aceptar más las elucubraciones de la ignorancia en que estuvo sumergida anteriormente.

Por eso se dice que la Doctrina Espírita es libertadora de las consciencias.

Además de la noción de supervivencia del espíritu después de la muerte del cuerpo físico, el espiritismo trae como uno de sus principios básicos, el de la inmortalidad del alma.

En efecto, en el propio libro básico de la Codificación – El Libro de los Espíritus – LE – se lee en su portada, debajo del título: «Contiene los Principios de la Doctrina Espírita sobre la inmortalidad del alma, la naturaleza de los espíritus y sus relaciones con los hombres, las leyes morales, la vida presente, la vida futura y el porvenir de la humanidad, según las enseñanzas dadas por los espíritus superiores, con la ayuda de varios médiums, reunidos y organizados por Allan Kardec».

En esa misma obra, cuestión 83, Kardec pregunta: Los Espíritus ¿tienen fin? La respuesta es directa: “hay muchas cosas que vosotros no comprendéis, porque vuestra inteligencia es limitada,… Te decimos que la existencia de los Espíritus no tiene fin. Es todo lo que podemos decirte por ahora.”

Entre otros planteamientos, dentro de la literatura espiritista, sobre la inmortalidad del alma, en la Revista Espiritista de Kardec, de noviembre de 1866 («Sonambulismo mediúmnico espontáneo») se encuentra un interesante episodio, durante una sesión mediúmnica, en el que uno de los médiums -el Sr. Vavasseur– con gran soltura y dirigiéndose al Sr. Allan Kardec, procede a declamar «Ese desconocido… eres tú, ¡Querido y honrado maestro! Tú que me has dado a conocer Dos palabras:… ¡Eternidad e inmortalidad! Dos nombres: uno, Dios, el otro, alma. Un foco, el otro, la llama…»

Así, sobrevivencia e inmortalidad del espíritu se abrazan en el mismo contexto, referencia que es encontrada en la Revista Espírita de Kardec, de septiembre de 1868, como sigue, resumidamente: “De todos los filósofos que vivieron antes del Cristianismo, ninguno sustentó la inmortalidad del alma sin establecer previamente su preexistencia. Uno de esos dogmas era considerado como la consecuencia natural del otro… ‘Nuestra alma, dice Platón, existía en algún lugar antes de estar en esta forma de hombres. Por eso no dudo que sea inmortal». (Kardec 2004, 389)

Noticias del más allá

En las diversas obras de la serie André Luiz – el reportero del más allá, traídas a nuestro conocimiento a través de la bendita psicografía de Chico Xavier – en ocasiones con la participación de Waldo Vieira – son minuciosos los relatos testimoniando la sobrevivencia del espíritu después de la muerte del cuerpo físico.

Particularmente en Nuestro Hogar (Xavier 1944), la primera en publicarse, André Luiz describe minuciosamente su sufrida entrada en el mundo espiritual, el socorro que recibiera de los benefactores espirituales y sus descabelladas pretensiones de privilegio, como médico que fuera en su última encarnación.

Pasó por un intenso aprendizaje, hasta que comprendió que sólo era un aprendiz en el contexto de esta nueva etapa de la escuela de la vida.

En los siguientes trabajos, cuenta con la orientación de altos mentores en la vivencia de diversas situaciones. En el contexto que nos interesa en este momento, caben destacar los hechos narrados en el libro Entre la Tierra y el Cielo (Xavier 1954).

Bajo la generosa mirada del hermano Clarêncio se desarrolla un intenso drama centrado en Julio, ex-combatiente de la Guerra de Paraguay, en la sucesión de varias encarnaciones.

El desvelo de los benefactores espirituales, el recurso de la oración, las nuevas oportunidades de reparación de las faltas cometidas, el reencuentro de los diferentes personajes y la depuración de los sentimientos son retratos vivos que surgen repetidas veces, mostrándonos, clara y detalladamente, el transcurso de vidas que alternan su experiencia en la materia y en la erraticidad(2), gracias a las características de sobrevivencia y de la inmortalidad del Espíritu.

¡Y cuántas veces llegamos a identificarnos con este o aquel personaje de las diferentes obras de esa serie pedagógica!

No es por otra razón que Emmanuel comenta en el prefacio del libro Y la Vida Continua, de André Luiz: «Leamos, pues, el nuevo libro de André Luiz, con la certeza de que sorprenderemos en sus páginas muchos retazos de nuestra propia historia, en el tiempo y en el espacio, pidiéndonos meditación y autoexamen, aprendiendo que la vida continúa, llena de esperanza y trabajo, progreso y realización, en todos los distritos de la Vida Cósmica, ajustada a las leyes de Dios.» (Xavier 1868)

¿Y qué decir de las más de 400 obras de Chico Xavier, resultantes de su sorprendente capacidad de psicografía en comunicaciones mediúnnicas de desencarnados?

Como indicativo de la importancia de esas publicaciones, basta referirnos a la primera de ellas – Parnaso de Além Túmulo, de 1932.

Chico tenía apenas veintidós años, psicografió más de 200 poemas de autoría de 56 poetas, cada uno dentro de su propio estilo.

Ese libro sufrió, en la época, una severa crítica literaria por parte de especialistas que no encontraron como negar la autenticidad de cada autor, consideradas sus características peculiares.

La tarea de Chico Xavier, en el desempeño de su extraordinaria mediumnidad, demostrando la sobrevivencia y la inmortalidad del espíritu, no terminó ahí.

Durante años y años recibió a familiares de desencarnados, en su mayoría jóvenes, que acudieron a él intentando recibir informaciones sobre sus seres queridos que partieron, lo que se encuentra documentado en la película Las madres de Chico Xavier (2011).

Las “cartas consoladoras”, que Chico recibiera de los desencarnados, dirigidas a los familiares que quedaron aquí, fueron objeto de una minuciosa investigación(3) efectuada por el hermano Paulo Rossi Severino, bajo la tutela de la Asociación Médico-Espírita de São Paulo y del periódico Folha Espírita.

En las 45 cartas que constan íntegramente en el libro, aspectos importantes a considerar son la citación del nombre o grado de parentesco de las entidades que recibieron al desencarnado en el plano espiritual, hechos que la propia familia desconocía y la citación de apodos muy particulares, además de la emoción de los familiares durante la lectura de las cartas (verificada por el autor).

Entre los 45 casos relatados minuciosamente, hay historias impresionantes, como las siguientes, brevemente: Caso nº 2 – Jair Presente (espíritu comunicante) – hubo una citación de otro espíritu, Irineu Leite da Silva, con la información de que su cuerpo habría sido enterrado en el Parque Flamboyant, en Campinas – SP, un registro que el cementerio no confirmó rápidamente.

Se consultó el archivo local y se encontró la noticia de la muerte de Irineu, el 7/6/1975.

Por la referencia de la fecha, se descubrió que había sido registrado, a efectos de entierro, como Pirineu.

Por lo tanto, fue la información espiritual la que identificó el error de registro que se produjo en el cementerio.

Caso nº 21 – Maurício Garcez Henrique – este joven de 15 años y su amigo José Divino Nunes, de 18 años, vivían en Goiânia de Campinas, cerca de la capital de Goiás.

En 1976, un disparo accidental alcanzó a Mauricio, estando el arma en manos de José Divino, que se convirtió en el acusado.

El mensaje enviado por Mauricio, a través de Chico Xavier, exoneraba completamente a su amigo.

Cuando la carta recibida por el médium llegó a manos del juez, éste absolvió al acusado José Divino, sentando un precedente en la historia del Poder Judicial.

Caso nº 30 – Paulo Eduardo Teixeira da Silva – 19 años, miembro de la Academia de la Fuerza Aérea en Pirassununga – SP. Desencarno en 1978, disparando su propia arma, y el hecho fue registrado como un suicidio.

A través de la psicografía de Chico Xavier, el joven aclaró el episodio detallando cómo ocurrió el accidente, lo que llevó a las autoridades de Aeronáutica a cambiar el registro oficial de suicidio a accidente.

Caso nº 33 – Roberto Muszkat – joven israelí de 19 años, desencarnado por shock anafiláctico.

En sus cartas, utiliza varias expresiones hebreas, informando que había sido recibido por su abuelo, mencionando su nombre. El Dr. Davi Muszkat, padre del comunicante, escribió el libro Quando se Pretende Falar da Vida, en el que describe sus experiencias a través de la psicografía de Chico Xavier.

Caso nº 38 – Renê Oliva Strang – joven de 19 años, muerto en accidente de tráfico, cerca de Cravinhos – SP.

Hizo una revelación que implicaba una delicada cuestión de compromiso moral, ya que pidió a sus padres que honraran por él, el reconocimiento de la paternidad que asumiría en vida y que la inesperada muerte física no le permitiría cumplir.

Atendiendo a la petición del hijo, los padres del joven comunicante formalizaron el reconocimiento legal de su paternidad, incorporando al niño nacido a la familia como nieto.

La ciencia llegando a la realidad del espíritu

Actualmente hay varios investigadores, en diferentes partes del mundo, que estudian dos tipos de eventos que les están llevando a aceptar la coexistencia de las dimensiones material y espiritual en la estructura del ser humano encarnado: la experiencia cercana a la muerte – ECM y el recuerdo de reencarnaciones anteriores.

En los congresos anuales de la Asociación Médico-Espírita Internacional, realizados desde 2003 en Europa, bajo la dirección de la Dra. Marlene Nobre, se cuenta con la importante presencia de investigadores de ECM, como el Dr. Valter van Laack, de Alemania, el Dr. Peter Fenwick, de Inglaterra, y el Dr. Pim van Lommel, de Holanda, que estuvo en Brasil en 2015 y participó, con una conferencia, en Mednesp – Congreso Bienal de la Asociación Médico Espiritual brasileña y también, en 2017, en el Simposio Internacional Mente- Cerebro promovido por Nupes – Núcleo de Investigación en Espiritualidad y Salud, bajo la dirección del Dr. Alexander Moreira-Almeida, en la Universidad Federal de Juiz de Fora, en Minas Gerais.

En este Simposio, en una conferencia disponible en Internet – «La conciencia más allá del cerebro. El cerebro como instrumento», el Dr. Pim van Lommel expuso lo que sigue brevemente, en relación con sus estudios sobre las ECM: «No se pueden repetir ni objetivar las experiencias subjetivas (como las ECM). La mayoría de los científicos creen que en la actividad (del cerebro), se encuentra la conciencia, pero es sólo una correlación… (ya que) un paciente puede tener su conciencia aumentada cuando el cerebro no está funcionando. Tenemos que volver a discutir la suposición nunca probada de que la conciencia es un producto del funcionamiento del cerebro. Para mí, la conciencia está más allá del tiempo y el espacio, eso es lo que la gente relata sobre sus ECM, todo el pasado y el futuro desaparecen. Te pones en contacto con los familiares fallecidos, y cuando pienses en algo, estarás allí. Es una conciencia no local, es decir, más allá del tiempo y del espacio. El cerebro no es el productor de la conciencia, que no está en el mundo físico; es su facilitador, receptor y transmisor; es la interfaz, un lugar de resonancia, al igual que tu ordenador portátil no produce los millones de sitios web que hay en la nube, sino que sólo los recibe. Tenemos un cuerpo, pero somos seres de conciencia. La conclusión de la ECM, para mí, es que la conciencia no es local».

En cuanto a las investigaciones con niños que recuerdan vidas anteriores, hay que destacar la figura del Dr. Ian Stevenson (1918-2007), científico canadiense afincado en Estados Unidos, que estudió 2.600 casos de niños con recuerdos de vidas anteriores, en diversas partes del mundo, elaborando 65 informes detallados en los que detalla la frecuente aparición de marcas de nacimiento y malformaciones congénitas relacionadas con la muerte violenta en una vida anterior.

Stevenson se preocupó de probar racionalmente varias opciones como causa del fenómeno, concluyendo que la reencarnación era la más aceptable.

Estas son sus palabras: «La consecuencia más importante de la aceptación de la reencarnación como ley biológica es el establecimiento de la dualidad cuerpo-mente, pues en el concepto reencarnacionista, la mente no depende del cuerpo para existir.»

Reconociendo la necesidad de la existencia de un elemento intermediario no material entre la mente y el cuerpo físico, ideó lo que llamó un «psicóforo»: «Llevaría la individualidad, con todos sus recuerdos y características, de una vida a la siguiente; un modelo que imprimiría en el embrión o feto, las marcas de nacimiento, malformaciones o algún otro tipo de característica física traída de la vida anterior.» (Stevenson 1997, 179-87)

En los congresos internacionales que mencioné, tuve la gran oportunidad de escuchar de varios científicos la afirmación de que, a través de sus estudios, la evidencia era tan grande que se vieron obligados a admitir que la vida continúa después de la muerte del cuerpo físico, a la vista del libro Mort ou Pas? (Morte ou Não?) del Dr. Pim van Lommel (2012), así como la declaración del Dr. Valter van Laak, de su postura dualista al respecto, resultante de su experiencia de más de veinte años de estudios en ECM.

Conocer (y comprender) para crecer espiritualmente En el libro En el Mundo Mayor, de André Luiz, encontramos registrada esta expresiva enseñanza: “No basta creer en la inmortalidad del alma. Nuestra iluminación es ineludible, a fin de que seamos claridad sublime. El simple reconocimiento de la supervivencia del alma y del intercambio entre los dos mundos no es suficiente para el audaz compromiso de la redención. Antes que nada, es importante elevar el corazón, derribar los muros que nos encierran en la sombra, olvidar las ilusiones de la posesión, rasgar los espesos velos de la vanidad, abstenerse del licor letal del personalismo degradante, para que las luces resplandecientes de la montaña brillen en la profundidad de los valles, para que el sol eterno de Dios disipe las transitorias tinieblas humanas». (Xavier 1987, 31)

De hecho, el conocimiento de la supervivencia y de la inmortalidad del alma no tiene un fin en sí mismo, sino que constituye un recurso esencial para orientarnos en la elección adecuada de nuestros pensamientos y actitudes, según leemos en El Libro de los Médiums (LM.), ítem. 303.1: «El objetivo de la Doctrina Espírita es el mejoramiento moral de la humanidad».

¿Y qué se puede entender por moral? A esta pregunta en El Libro de los Espíritus – 629, la respuesta es clara: «La moral es la regla de la buena conducta y, por tanto, de la distinción entre el bien y el mal (…) El hombre se conduce bien cuando hace todo con vistas al bien y para el bien de todos, porque entonces observa la ley de Dios.»

De ahí que entendamos que el Espiritismo es la única forma de ciencia en la que la moral, es decir, «el ejercicio del libre albedrío para el bien de todos», es fruto del conocimiento y de la reflexión filosófica sobre el sentido de este conocimiento.

Las narraciones de los espíritus desencarnados, a través del proceso mediúmnico, sobre cómo se presentaron en el plano espiritual, después del cierre de los ojos físicos, cumpliendo la ley de Causa y Efecto, son preciosas lecciones que nos impulsan a la comprensión del sentido de la vida.

Tal fue el testimonio de André Luiz (Espíritu), en el libro Nuestro Hogar, y también del activo y conocido espiritista de las primeras décadas del siglo XX, Frederico Figner (1866 – 1947) que, a través de la psicografía de Chico Xavier, nos transmitió el libro Volví, bajo el seudónimo de Hermano Jacobo.

Dedica especialmente un mensaje directo a los espiritistas: «No me había provisto de luz. Había conducido a muchos desencarnados a la fuente sublime de las claridades evangélicas, pero había olvidado mis propias necesidades. Había adoctrinado a mucha gente… Sin embargo, ahora reconocí la opacidad de mi alma… ¡Oh, mis amigos del espiritismo, miembros de la gran familia a la que tanto he deseado servir! No creas que estás en deuda con la Ley por haber cumplido con los pequeños deberes de la solidaridad humana, ni supongas que estás capacitado para el paraíso por recibir la protección de un amigo espiritual. ¡Ayúdense a sí mismos en el cumplimiento de sus obligaciones evangélicas! El espiritismo… es también la necesidad de espiritualizarnos…» (Xavier 2013)

Igualmente Emmanuel se ocupa de enseñarnos la necesidad de superación personal, desde el conocimiento de la supervivencia e inmortalidad del espíritu: “No siempre los seguidores del Cristo comprenden este gran imperativo de su propia iluminación… Un porcentaje aplastante de aprendices permanecen atentos a la edificación de los demás, subestimando la oportunidad de alcanzar los bienes supremos para ellos mismos. Es muy difícil encontrar la oportunidad entre las gratificaciones de la existencia humana, porque el bendito recurso de la iluminación suele estar oculto en los obstáculos, perplejidades y sombras del camino». (Xavier 1997, 76)

Y en cuanto a las lecciones que recibimos de los llamados muertos, Emmanuel afirma: «Los oscuros pórticos de la muerte se abren y nuevos mensajes de esperanza reconfortan a la humanidad sufriente y hambrienta del Pan Celestial. En todos los sectores del servicio terrenal, se escucha la verdad que llama a los hombres a la victoria de la Vida Eterna. La existencia terrestre es sólo un breve curso de aprendizaje. Cada uno responderá por sí mismo, creando sus paraísos o sus sufridos purgatorios. El cuerpo es el instrumento sublime; la lucha es la necesidad imperiosa; el dolor es el crisol de la purificación; la experiencia es el patrimonio bendito del futuro. La muerte es pura transformación». (Xavier 1990, 44-5)

El mensaje de André Luiz concluye nuestra reflexión del momento: «La vida no cesa. La vida es una fuente eterna y la muerte es el oscuro juego de las ilusiones. (…) Cerrar los ojos carnales es una operación demasiado simple. Cambiar la vestimenta física no decide el problema fundamental de la iluminación, así como cambiar de ropa no tiene nada que ver con las soluciones profundas del destino y del ser. (…) Sería extremadamente infantil creer que la simple «caída del velo» resuelve las cuestiones trascendentales del Infinito. Una existencia es un acto. Un cuerpo – una prenda. Un siglo – un día. Un servicio, una experiencia. Un triunfo – una adquisición. Una muerte – un aliento renovador. ¿Cuántas existencias, cuántos cuerpos, cuántos siglos, cuántos servicios, cuántos triunfos, cuántas muertes necesitamos todavía? (…) Por lo tanto, nuestro laborioso viaje es muy largo. (…) ¡Que el Señor nos bendiga! (Xavier 1987, 13-5)

Bibliografía:

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Referencias:

(1) Xavier (Emmanuel y André Luiz), “A Verdade Responde”, capítulo “Rumo ao Porvir”.

(2) Erraticidad – estado del Espíritu desencarnado; período vivido por el Espíritu, entre dos encarnaciones.

(3) Severino, “A Vida Triunfa: pesquisa sobre mensagens que Chico Xavier recebeu”.

Por Irvénia Prada (Brasil) Profª. Titular y Profª. Emérita de la Universidad de São Paulo. Integrante de la AME – Asociación Médico-Espírita de São Paulo, de Brasil e Internacional, contribuyendo en la divulgación del paradigma “Ciencia y Espiritualidad” como conferenciante, docente y escritora.

Traducción de Valle Garcia BernejoCentro Espírita Leon Denis (Madrid-España) – para La Revista Espírita – Revue Spirite Año 164. Nº 5. 2021. Publicada por el CEI (Consejo Espírita Internacional) Puedes descargar una copia en PDF desde este enlace:

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