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IMPORTANTE: Análisis de las comunicaciones mediúmnicas

RECOPILACIÓN: Análisis de las comunicaciones mediúmnicas.


NATURALEZA DE LAS COMUNICACIONES

(…) Según la Escala Espírita (El Libro de los Espíritus, núm. 100), de la variedad infinita que existe entre los Espíritus, bajo el doble aspecto de la inteligencia y de la moralidad, se concebirá fácilmente la diferencia que debe haber en sus comunicaciones; en las que debe reflejarse la elevación o la bajeza de sus ideas, su saber y su ignorancia, sus vicios y sus virtudes; en una palabra no deben parecerse las unas a las otras, ni más ni menos que las de los hombres. (…)

Todos los matices que presentan pueden agruparse en cuatro categorías principales; según sus caracteres más marcados, son, pues, groseras, frívolas, formales e instructivas.

⇒ Groseras

Las comunicaciones groseras son aquellas que se traducen por expresiones que hieren la decencia.

No pueden emanar sino de Espíritus de baja clase, manchados todavía con todas las impurezas de la materia, y no difieren en nada de las que podían dar los hombres viciosos y groseros.

Repugnan a toda persona que tiene la menor delicadeza de sentimientos; porque son, según el carácter de los Espíritus: triviales, deshonestas, obscenas, insolentes, vanidosas, malévolas y aun impías.

⇒ Frívolas

Las comunicaciones frívolas emanan de los Espíritus ligeros, burlones y traviesos, más maliciosos que malvados, y no dan ninguna importancia a lo que dicen.

Como no tienen nada de indecentes, gustan a ciertas personas que se divierten con ellas y encuentran placer en estos entretenimientos fútiles en que se habla mucho para no decir nada.

Estos Espíritus dicen de vez en cuando agudezas espirituales y satíricas, y en medio de sus chistes vulgares dicen algunas veces duras verdades que tocan casi siempre en el blanco.

Estos Espíritus ligeros pululan alrededor de nosotros y aprovechan todas las ocasiones para mezclarse en las comunicaciones; la verdad es el menor de sus cuidados; por eso tienen el pernicioso placer de mixtificar a aquellos que tienen la debilidad y algunas veces la presunción de creerlos bajo su palabra.

Las personas que se complacen con esta clase de comunicaciones dan, naturalmente, acceso a los Espíritus ligeros y mentirosos; los Espíritus formales se alejan de ellos como sucede entre nosotros, que los hombres formales se alejan de las reuniones de los atolondrados.

Las comunicaciones formales son graves en cuanto al objeto y a la manera como se hacen.

Toda comunicación que excluye la frivolidad y la grosería, y que tiene un fin útil, aunque fuese de interés privado, es por lo mismo formal; pero no por esto está siempre exenta de errores.

Los Espíritus formales no todos tienen igual ilustración.

Hay muchas cosas que ellos ignoran y sobre las cuales pueden engañarse de buena fe; por eso los Espíritus verdaderamente superiores nos aconsejan sin cesar, que sometamos todas las comunicaciones al examen de la razón y de la más severa lógica.

Es preciso, pues, distinguir las comunicaciones verdaderamente formales de las falsas formales, y esto no es siempre fácil, porque es a favor de la misma gravedad del lenguaje, ciertos Espíritus presuntuosos o falsos sabios procuran hacer prevalecer las ideas más falsas y los sistemas más absurdos; y para hacerse más verídicos y darse más importancia no tienen escrúpulo en adornarse con los nombres más respetables y más venerados.

Ese es uno de los grandes escollos de la ciencia práctica; volveremos a tratar de ello más adelante, con toda la extensión que necesita un objeto tan importante, al mismo tiempo que daremos a conocer los medios de precaverse contra el peligro de las falsas comunicaciones. {Nota de Zona Espírita: Leer más adelante, en este mismo artículo recopilatorio.}

⇒ Formales o instructivas

Las comunicaciones instructivas son las comunicaciones formales que tienen por principal objeto alguna enseñanza dada por los Espíritus sobre las ciencias, la moral, la filosofía, etc.

Son más o menos profundas, según el grado de elevación o de desmaterialización del Espíritu.

Para sacar de estas comunicaciones un fruto real, es preciso que se regularicen y se continúen con perseverancia.

Los Espíritus formales se interesan por aquellos que quieren instruirse y los secundan, mientras que dejan a los Espíritus ligeros el cuidado de divertir a los que sólo ven en estas manifestaciones una distracción pasajera.

Por la regularidad y la frecuencia de estas comunicaciones es como se puede apreciar el valor moral e intelectual de los Espíritus con loscuales uno se comunica, y el grado de confianza que merecen.

Si la experiencia es necesaria para juzgar a los hombres, mayor se necesita para juzgar a los Espíritus.

Dando a estas comunicaciones la calificación de instructivas, nosotros las suponemos verdaderas, porque lo que no fuese verdadero no podría ser instructivo, aunque se dijera con el lenguaje más imponente.

No podríamos, pues, colocar en esta categoría ciertas enseñanzas, que no tienen de formal sino la forma, a menudo pomposa y enfática, con ayuda de la cual los Espíritus más presuntuosos que sabios, que las dictan, pretenden hacer ilusión; pero estos Espíritus, no pudiendo suplir el fondo que no tienen, no podrían sostener mucho tiempo su papel; pronto descubren su flanco débil, por poco que continúen sus comunicaciones o se sepa acosarlos hasta sus últimos atrincheramientos. (…)

Extractos de los ítems nº 133 al 137 de El Libro de los Médiums. – Allan Kardec.


Distinción de los buenos y de los malos Espíritus

Si la identidad absoluta de los Espíritus es, en muchos casos, una cuestión accesoria y sin importancia, no sucede lo mismo con la distinción de los buenos o malos Espíritus; su individualidad puede sernos indiferente, su cualidad no lo es jamás.

En todas las comunicaciones instructivas es en donde debe concentrarse más la atención, porque esta sola es la que puede darnos la medida de la confianza que debemos tener con el Espíritu que se manifiesta, cualquiera que sea el nombre que tome.

¿El Espíritu que se manifiesta, es bueno o malo? ¿A qué grado de la escala espírita pertenece? Aquí está la cuestión principal. (Véase “Escala Espírita”, en El libro de los Espíritus, número 100).

Se juzga a los Espíritus, hemos dicho, como se juzga a los hombres, por su lenguaje.

Supongamos que un hombre reciba veinte cartas de personas que le son desconocidas; por el estilo, por los pensamientos, por una multitud de señales conocerá, en fin, las que son instruidas o ignorantes, finas o mal educadas, superficiales, profundas, frívolas, orgullosas, formales, ligeras, sentimentales, etc.

Lo mismo sucede con los Espíritus; debe considerárseles como corresponsales que jamás han visto, y preguntarse qué es lo que se pensaría del saber y del carácter de un hombre que dijera o escribiera semejantes cosas.

Se puede poner como regla invariable y sin excepción, que el lenguaje de los Espíritus está siempre en razón de su grado de elevación.

Los Espíritus realmente superiores no sólo dicen grandes cosas, sino que las dicen en término que excluyen, de la manera más absoluta, toda trivialidad; por buenas que sean estas cosas, si están empañadas con una sola expresión que resienta la bajeza, es un señal indudable de su inferioridad y con mucha más razón si el conjunto de las comunicaciones hiere la decencia por su grosería.

El lenguaje descubre siempre su origen, sea por el pensamiento que manifiesta, sea por su forma, y aun cuando un Espíritu quisiera engañarnos sobre su pretendida superioridad, basta conversar algún tiempo con él para conocerle.

La bondad y benevolencia son también atributos esenciales de Espíritus depurados; no odian ni a los hombres ni a los Espíritus; compadecen las debilidades, critican los errores, pero siempre con moderación, sin aversión ni animosidad.

Si se admite que los Espíritus verdaderamente buenos sólo pueden querer el bien y decir cosas buenas, se deducirá en consecuencia que el lenguaje de los Espíritus que manifieste falta de bondad y benevolencia, no dimana de un Espíritu bueno.

La inteligencia está lejos de ser un señal cierta de superioridad, porque la inteligencia y la moral no siempre marchan juntas.

Un Espíritu puede ser bueno, benévolo y tener conocimientos limitados, mientras que un Espíritu inteligente y instruido puede ser muy inferior en moralidad.

Se cree con bastante generalidad que, preguntado al Espíritu de un nombre que ha sido sabio en una especialidad sobre la Tierra, se obtendrá con más facilidad la verdad; esto es lógico y, sin embargo, no es siempre verdadero.

La experiencia demuestra que los sabios, lo mismo que los otros hombres, sobre todo aquellos que han dejado la Tierra hace poco, están aún bajo el imperio de las preocupaciones de la vida corporal; no se desprenden inmediatamente del Espíritu de sistema.

Puede, pues, suceder, que bajo las influencias de las ideas que tuvieron cuando vivían y con las cuales se hicieron un título de gloria, vean menos claro de lo que nosotros los pensamos.

No damos este principio como una regla, mucho le falta; decimos únicamente que esto se ve, y que por consiguiente su ciencia humana no siempre es una prueba de infabilidad como Espíritu.

Sometiendo todas la comunicaciones a un examen escrupuloso, escudriñando y analizando el pensamiento y las expresiones, como se hace cuando se trata de juzgar una obra literaria, rechazando sin vacilar todo lo que peca por la lógica y el buen sentido, todo lo que desmienten el carácter del Espíritu que se tiene por presentado, desanima a los Espíritus falaces que acaban por retirarse, bien convencidos de que no pueden engañarnos.

Lo repetimos, este medio es el sólo, pero infalible, porque no hay malas comunicaciones que pueden resistir a una crítica rigurosa.

Los Espíritus buenos nunca se ofenden por esto, puesto que ellos mismos lo aconsejan, y porque nada tienen que temer del examen; sólo los malos son los que se formalizan y quieren disuadir, porque lo pierden todo y por lo mismo prueban que son.

Sobre este asunto aquí está el consejo dado por San Luis: {Espíritu}

 Cualquiera que sea la confianza legítima que os inspiren los Espíritus que presiden vuestros trabajos, la recomendación que no nos cansaríamos de repetir y que tendrías que tener siempre en la memoria cuando os entregáis a vuestros estudios, es que penséis y maduréis, que sometáis a la prueba de la razón más severa, todas las comunicaciones que recibís; que no descuidéis, desde que un punto os parezca sospechoso, dudoso u obscuro, pedir las explicaciones necesarias para poderos fijar con precisión.

Se pueden resumir los medios de reconocer la cualidad de los Espíritus en los principios siguientes:

1.º No hay otro criterio para discernir el valor de los Espíritus, que el buen sentido. Toda fórmula dada a este efecto por los mismos Espíritus es absurda y no puede dimanar de Espíritus superiores.

2.º Se juzga a los Espíritus por su lenguaje y por sus acciones. Las acciones de los Espíritus son los sentimientos que inspiran y los consejos que dan.

3.º Siendo admitido que los Espíritus buenos no pueden decir ni hacer sino bien, todo lo que es malo no puede venir de un Espíritu bueno.

4.º Los Espíritus superiores tienen un lenguaje siempre digno, noble, elevado, sin mezcla de ninguna trivialidad; todo lo dicen con sencillez y modestia; jamás se alaban ni hacen nunca ostentación de su saber ni de su posición entre los otros. El de los Espíritus inferiores o vulgares tiene siempre algún reflejo de las pasiones humanas; toda expresión que resienta la bajeza, la suficiencia, la arrogancia, la presunción y la acrimonía, es un indicio característico de inferioridad, o de superchería, si el Espíritu se presenta bajo un nombre respetable y venerado.

5.º No es menester juzgar a los Espíritus bajo la forma material y la corrección de su estilo, pero sí el sondear el sentido íntimo, examinar sus palabras, pesarlas fríamente, con madurez y sin prevención. Toda separación de la lógica, de la razón y de la prudencia, no puede dejar duda sobre su origen, cualquiera que sea el nombre con que se disfrace el Espíritu. (224).

6.º El lenguaje de los Espíritus elevados es siempre idéntico, sino en la forma, al menos en el fondo. Los pensamientos son los mismos, cualquiera que sean los tiempos y el lugar, pueden estar más o menos desarrollados, según las circunstancias, las necesidades y la facilidad de comunicar, pero no serán contradictorios. Si dos comunicaciones que llevan el mismo nombre están en oposición la una con la otra, una de las dos es evidentemente apócrifa y la verdadera será aquella en la que NADA desmienta el carácter conocido del personaje. Entre dos comunicaciones firmadas, por ejemplo, de San Vicente de Paúl, que la una predicase la unión y la caridad, y la otra se dirigiese a sembrar la discordia, no hay persona de sensatez que pudiese engañarse.

7.º Los Espíritus buenos no dicen sino lo que saben; se callan o confiesan su ignorancia sobre lo que ellos no saben. Los malos hablan de todo con seguridad, sin cuidarse de la verdad. Toda herejía científica notoria, todo principio que choque el buen sentido, manifiesta el fraude si el Espíritu quiere pasar por un Espíritu ilustrado.

8.º Se reconocen también los Espíritus ligeros con la facilidad que profetizan el porvenir y precisan los hechos materiales que no nos está permitido conocer. Los Espíritus buenos pueden hacer presentir cosas futuras cuando este conocimiento puede ser útil, pero jamás precisan las fechas; todo anuncio de un acontecimiento a época fija es indicio de una mixtificación.

9.º Los Espíritus superiores se expresan sencillamente, sin ser prolijos; su estilo es conciso, sin excluir la poesía de las ideas y de las expresiones, claro, inteligible para todos, y no necesita esfuerzos para ser comprendido; tienen el arte de decir muchas cosas en pocas palabras, porque cada palabra tiene su comprensión. Los Espíritus inferiores o falsos sabios, ocultan con palabras huecas y el énfasis vació de los pensamientos. Su lenguaje es a menudo pretencioso, ridículo u obscuro a fuerza de querer parecer profundo.

10.º Los Espíritus buenos nunca mandan; no se imponen, sino que aconsejan, y si no se les escucha, se retiran. Los malos son imperiosos, dan órdenes, quieren ser obedecidos, y aun cuando se les pida no se retiran. Todo Espíritu que se impone traiciona su origen. Son exclusivos y absolutos en sus opiniones y pretenden tener ellos solos el privilegio de la verdad. Exigen una creencia ciega, y no quieren sujetarse a la razón, porque saben que la razón les quitaría la máscara.

11.º Los Espíritus buenos no adulan: cuando se hace el bien lo aprueban, pero siempre con reserva; los malos hacen elogios exagerados, estimulan el orgullo y la vanidad predicando la humildad, y procuran exaltar la importancia personal de aquellos cuya voluntad quieren captarse.

12.º Los Espíritus superiores no hacen caso de las puerilidades de la forma en todas las cosas. Sólo los Espíritus vulgares pueden dar importancia a los detalles mezquinos incompatibles con las ideas verdaderamente elevadas. Toda prescripción meticulosa es una señal cierta de inferioridad y superchería de parte de un Espíritu que toma un nombre imponente.

13.º Es preciso desconfiar de las palabras extravagantes y ridículas que toman ciertos Espíritus que quieren imponerse a la credulidad; y sería soberanamente absurdo el tomar estos nombres en serio.

14.º Igualmente es preciso desconfiar de los Espíritus que se presentan muy fácilmente bajo nombres extremadamente venerados y no aceptar sus palabras sino con la más grande reserva; en esto, sobre todo, se necesita una comprobación severa, porque a menudo es una máscara que se ponen para hacer creer sus relaciones íntimas con Espíritus adelantados. Por este medio adulan la vanidad del médium y se aprovechan de ella para inducirle muchas veces a cosas extrañas o ridículas.

15.º Los Espíritus buenos son muy escrupulosos sobre las cosas que puedan aconsejar; en todo caso siempre tienen un objeto formal y eminentemente útil. Deben, pues, mirarse como sospechosas todas aquellas que no tuviesen este carácter o estuvieran condenadas por la razón, y reflexionar maduramente antes de emprenderlas, porque se expondría cualquiera a desagradables mixtificaciones.

16.º Se reconocen también los buenos Espíritus por su prudente reserva sobre todas las cosas que pueden comprometer; repugnan en descubrir el mal; los Espíritus ligeros o malévolos se complacen en aumentarlo. Mientras que los buenos procuran endulzar las contrariedades y predican la indulgencia, los malos las exageran y siembran la cizaña con insinuaciones pérfidas.

17.º Los Espíritus buenos prescriben sólo el bien. Toda máxima, todo consejo que no esté estrechamente conforme con la pura caridad evangélica, no puede ser la obra de Espíritus buenos.

18.º Los Espíritus buenos aconsejan siempre cosas perfectamente racionales; toda recomendación que se apartase de la línea recta del buen sentido o de las leyes inmutables de la naturaleza, indica un Espíritu limitado y por consiguiente poco digno de confianza.

19.º Los Espíritus malos o simplemente imperfectos se hacen traición a sí mismos aun por señales materiales con las cuales nadie podría engañarse. Su acción sobre el médium es algunas veces violenta y provoca en él movimientos bruscos y sacudimientos, una agitación febril y convulsiva que hace contraste con la calma y la dulzura de los Espíritus buenos.

20.º Los Espíritus imperfectos aprovechan muchas veces los medios de comunicación, de los cuales disponen para dar consejos pérfidos; excitan la desconfianza y la animosidad contra los que son antipáticos; aquellos que pueden quitar la máscara a sus imposturas son, sobre todo, el objeto de su animadversión. Los hombres débiles son su punto de mira para inducirles al mal. Empleando sucesivamente los sofismas, los sarcasmos, las injurias y hasta señales materiales de su poder oculto para convencer mejor, procuran separarles de la senda de la verdad.

21.º El Espíritu de los hombres que han tenido en la Tierra una preocupación única, moral y material, si no están separados de la influencia de la materia, están aun bajo el imperio de las ideas terrestres y llevan consigo una parte de sus preocupaciones, de las predilecciones y aun de las manías que tenían aquí a bajo. Esto es lo que puede muy bien conocerse en su lenguaje.

22.º Los conocimientos que muchas veces ostentan ciertos Espíritus no son la señal de su superioridad. La inalterable pureza de sentimientos morales es en cuanto a esto la verdadera piedra de toque.

23.º No es menester preguntar a un Espíritu para conocer la verdad. Ante todo es necesario saber a quién se dirige uno; porque los Espíritus inferiores también ignorantes, tratan con frivolidad las cuestiones más formales.

No basta tampoco que un Espíritu haya sido un gran hombre sobre la Tierra para tener en el mundo de los Espíritus la soberana ciencia. Sólo la virtud puede, purificándole, hacerle aproximar a Dios y extender sus conocimientos.

24.º El humor de los Espíritus superiores es, a menudo, fino y picante, pero nunca trivial. En los Espíritus burlones que no son groseros la sátira mordaz es, a menudo, oportuna.

25.º Estudiando con cuidado el carácter de los Espíritus que se presentan, sobre todo bajo el punto de vista moral, se reconocerá su naturaleza y el grado de confianza que puede concedérseles. El buen sentido no podría engañar.

26.º Para juzgar a los Espíritus, así como para juzgar a los hombres, antes es preciso saberse juzgar a sí mismo. Desgraciadamente hay muchas personas que toman su opinión personal por medida exclusiva de lo bueno y lo malo, de lo verdadero y lo falso; todo lo que contradice su manera de ver, sus ideas, el sistema que han concebido o adoptado, es malo a sus ojos. Tales gentes faltan evidentemente a la primera cualidad para una sana apreciación: la rectitud del juicio; pero no se lo creen así; es el defecto sobre el cual uno se hace más ilusión.

Todas estas instrucciones dimanan de la experiencia y de la enseñanza dada por los Espíritus; nosotros las completamos con las contestaciones dadas por ellos sobre los puntos más importantes.

Cuestiones sobre la naturaleza y la identidad de los Espíritus

Preguntas sobre la naturaleza y la identidad de los Espíritus:

1a. ¿Con qué señales se puede conocer la superioridad o la inferioridad de los Espíritus? Con su lenguaje, así como vosotros distinguís a un atolondrado de un hombre sensato. Ya lo hemos dicho: los Espíritus superiores no se contradicen nunca y sólo dicen cosas buenas; sólo quieren el bien, esta es su preocupación. Los Espíritus inferiores están aún bajo el imperio de las ideas materiales; sus discursos se resienten de su ignorancia y de su imperfección. Sólo es dado a los Espíritus superiores el conocer todas las cosas y juzgarlas sin pasión.

2a. La ciencia en un Espíritu, ¿es siempre la señal cierta de su elevación? No, porque si aún está bajo la influencia de la materia, puede tener vuestros vicios y vuestras preocupaciones. Hay personas en este mundo que son excesivamente celosas y orgullosas. ¿Crees, acaso, que dejan estas imperfecciones desde que mueren? Después de la salida de aquí queda una especie de atmósfera que les vuelve y les deja todas estas cosas malas; sobre todo aquellas que han tenido pasiones muy marcadas.

Estos Espíritus medio imperfectos son más temibles que los Espíritus malos, porque la mayor parte reúnen la astucia y el orgullo a la inteligencia. Por su pretendido saber se imponen a las gentes sencillas e ignorantes, que aceptan sin comprobar sus teorías absurdas y mentirosas; aun cuando estas teorías no pudiesen prevalecer contra la verdad, no por eso dejan de hacer un mal momentáneo, porque ponen trabas a la marcha del Espiritismo y los médiums se ciegan voluntariamente sobre el mérito de lo que se les comunica. Esto es lo que requiere un gran estudio de parte de los espiritistas ilustrados y de los médiums; toda la atención debe dirigirse a distinguir lo verdadero de lo falso.

3a. Muchos Espíritus protectores se designan bajo nombres de santos o personas conocidas; ¿qué debemos creer con respecto a esto? Todos los nombres de santos y personajes conocidos no bastarían para dar a cada hombre un protector; entre los Espíritus hay pocos que tengan un nombre conocido sobre la Tierra; por esto muchas veces no se nombran, pero vosotros casi siempre queréis un nombre; entonces, para satisfacerlos, toman el de un hombre que vosotros conocéis y respetáis.

4a. Este nombre prestado, ¿puede ser considerado como un engaño? Sería un fraude de parte de un Espíritu malo que quisiera abusar; pero cuando es para o bien, Dios permite que suceda de este modo entre los Espíritus de un mismo orden, porque entre ellos hay solidaridad y semejanza de pensamientos.

5a. De este modo, cuando un Espíritu protector dice llamarse San Pablo, por ejemplo, ¿no es cierto que sea el mismo Espíritu o el alma del apóstol de este nombre? De ninguna manera, porque encontraréis millares de personas a quienes se ha dicho que su ángel guardián era San Pablo u otro; pero, ¿qué os importa si el Espíritu que os protege está tan elevado como San Pablo? Ya os lo he dicho: os hace falta un nombre, timan uno para hacerse llamar y conocer, así como vosotros tomáis nombres de bautismo para distinguiros de los otros miembros de vuestra familia. De la misma manera pueden tomar los de los arcángeles Rafael, san Miguel, etc., sin que esto tenga consecuencias.

Por lo demás, cuanto más elevado es un Espíritu tanto más se multiplica su radiación; creed, pues, que un Espíritu protector de un orden superior puede tener bajo su tutela a centenares de encarnados. Entre vosotros, sobre la Tierra, tenéis notarios que se encargan de los negocios de cien y doscientas familias; ¿por qué quisierais que nosotros, espiritualmente hablando fuésemos menos aptos para la dirección moral de los hombres que aquellos para la dirección material de sus intereses?

6a. ¿Por qué los Espíritus que se comunican toman a menudo nombres de santos? Se identifican con la costumbre de aquellos a quienes hablan, y toman los nombres que son de tal naturaleza que puedan hacer sobre el hombre la mayor impresión en razón de sus creencias.

7a. ¿Ciertos Espíritus superiores que se evocan, vienen siempre en persona, o bien, como algunos lo creen, vienen por medio de mandatarios encargados de transmitir el pensamiento? ¿Por qué no han de venir en persona si pueden hacerlo? Pero si el Espíritu no puede venir, entonces por fuerza será un mandatario.

8a. ¿El mandatario es siempre bastante ilustrado para contestar como lo haría el Espíritu que le envía? Los Espíritus superiores ya saben a quién confían el cuidado de reemplazarles. Por lo demás, cuanto más elevados son los Espíritus, más se confunden en un pensamiento común, de tal modo que para ellos la personalidad es una cosa indiferente, y lo mismo debe ser para vosotros. ¿Creéis, acaso, que en el mundo de los Espíritus superiores sólo hay los que vosotros habéis conocido en la Tierra capaces de instruiros? Estáis de tal modo inclinados a creeros los tipos del Universo, que siempre pensáis que, fuera de vuestro mundo, no hay nada. Verdaderamente os parecéis a aquellos salvajes que no han salido de su isla y creen que el mundo no va más allá.

9a. Comprendemos que sea así cuando se trata de una enseñanza formal. ¿Pero cómo los Espíritus elevados permiten a los Espíritus de baja esfera el que tomen nombres respetables para inducir en error por máximas muchas veces perversas? Lo hacen sin su permiso. ¿No sucede lo mismo entre vosotros? Los que engañan de este modo serán castigados, creedlo bien, y su castigo será proporcionado a la gravedad de su impostura. De otro modo, si vosotros no fueseis imperfectos, no tendrías alrededor vuestro sino buenos Espíritus; y si sois engañados, a nadie debéis culpar sino a vosotros mismos. Dios permite que suceda de este modo para probar vuestra perseverancia y vuestro juicio enseñaros a distinguir la verdad del error; si no lo hacéis, es porque no estáis bastante elevados y tenéis aun necesidad de lecciones de experiencia.

10a. Los Espíritus poco avanzados, pero animados de buenas intenciones y del deseo de progresar, ¿están algunas veces delegados para reemplazar a un Espíritu superior a fin de proporcionarle la ocasión de ejercitarse en la enseñanza?

Nunca en los grandes centros; quiero decir en los centros formales y para una enseñanza general; aquellos que se presentan lo hacen siempre por su propia cuenta y, como tú dices, para ejercitarse; por esto sus comunicaciones, aunque buenas, llevan siempre las marcas de su inferioridad. Cuando son delegados, los son únicamente para las comunicaciones poco importantes, y las que se pueden llamar personales.

11a. Las comunicaciones espiritistas ridículas están algunas veces mezcladas de máximas muy buenas. ¿Cómo se concilia esta anomalía que parecería indicar el pensamiento simultáneo de buenos y malos Espíritus? Los Espíritus malos o ligeros se mezclan también en dar sentencias sin reparar mucho en el fondo o la significación. ¿Todos aquellos que las hacen entre vosotros, los tenéis por hombres superiores? No; los Espíritus buenos y malos no se rozan: la presencia de los buenos Espíritus la reconoceréis en la uniformidad constante de buenas comunicaciones.

12a. ¿Los Espíritus que inducen en el error, lo hacen siempre sabiéndolo? No; hay Espíritus buenos, pero ignorantes y que pueden engañarse de buena fe; cuando tienen la conciencia de su insuficiencia de convencen de ello y sólo dicen lo que saben.

13a. ¿Cuándo un Espíritu da una comunicación falsa, lo hace siempre con una intención malévola? No; si es un Espíritu ligero, se divierte mistificando y no tiene otro objeto.

14a. Puesto que ciertos Espíritus pueden engañar por su lenguaje, ¿pueden también a la vista de un médium vidente, tomar una apariencia falsa? Esto se hace pero con más dificultad. En todos los casos nunca tiene lugar sino con un objeto que los mismos Espíritus malos no conocen. Sirven de instrumentos para dar una lección. El médium vidente puede ver Espíritus ligeros y mentirosos, así como otros los oyen o escriben bajo su influencia. Los Espíritus ligeros pueden aprovecharse de esta disposición para abusar con apariencias engañosas; esto depende de las cualidades de su propio Espíritu.

15a. ¿Para no ser engañado basta estar animado de buenas intenciones, y los hombres verdaderamente formales, que no mezclan en sus estudios ningún sentimiento de vana curiosidad, están expuestos a ser engañados? Evidentemente menos que los otros; pero el hombre tiene siempre algunas extravagancias que atraen a los Espíritus burlones; se cree fuerte y muchas veces no lo es; debe, pues, desconfiar de la debilidad que nace del orgullo y de las preocupaciones. Nunca se toman bastante en cuenta estas dos causas, de las que los Espíritus se aprovechan; adulando las manías, están seguros de salirse con la suya.

16a. ¿Por qué permite Dios que los Espíritus malos se comuniquen y digan cosas malas? Aun en aquello que es muy malo hay una enseñanza; a vosotros toca el sacar provecho de ello; es muy necesario que haya comunicaciones de todas clases para aprender a distinguir los Espíritus buenos de los malos y serviros a vosotros mismos de espejo.

17a. ¿Pueden los Espíritus, por medio de las comunicaciones escritas, inspirar desconfianza injusta sobre ciertas personas y hacer que riñan los amigos? Los Espíritus perversos y celosos, en cuanto a mal pueden hacer lo que hacen los hombres; por esto es menester tener cuidado. Los Espíritus superiores son siempre prudentes y reservados cuando tienen que reprender; no dicen mal; advierten con miramiento. Si quieren que, en su interés, dos personas dejen de verse, harán nacer incidentes que les separarán de una manera natural. Un lenguaje propio para sembrar la turbación y la desconfianza es siempre el hecho de un Espíritu malo, cualquiera que sea el nombre que tome. Así, pues, no acojáis sino con circunspección el mal que un Espíritu puede decir de cualquiera de vosotros, sobre todo cuando un Espíritu bueno os ha hablado bien de él, y desconfiad de vosotros mismos y de vuestras propias prevenciones. En las comunicaciones de los Espíritus no toméis sino lo que tengan de bueno, de grande, de racional, y lo que vuestra conciencia apruebe.

18a. Por la facilidad con la cual los Espíritus malos se mezclan en las comunicaciones, ¿parece que nunca debe uno estar cierto de obtener la verdad? Sí, puesto que tenéis un juicio para apreciarlas. Al leer una carta sabéis conocer si es un grosero o un hombre bien educado, un zote o un sabio aquel que os escribe; ¿por qué no podrías hacerlo así cuando los Espíritus os escriben? Si recibís una carta de un amigo que está lejos, ¿qué es lo que os prueba que es suya? Su escritura, diréis vosotros; ¿pero no hay falsarios que imitan todas las escrituras, y tunantes que pueden conocer vuestros negocios? Sin embargo hay señales con las cuales no os engañaréis; lo mismo sucede con los Espíritus. Figuraos, pues, que un amigo es el que os escribe, o que leéis la obra de un escritor, y juzgad por los mismos medios.

19a. ¿Podrían los Espíritus superiores impedir que los Espíritus malos tomasen nombres falsos? Ciertamente lo pueden; pero cuanto peores son los Espíritus, más testarudos son, y a menudo se resisten a las órdenes. Es muy necesario también que sepáis que los Espíritus superiores se interesan por unas personas más que por otras, y cuando lo juzgan necesario saben preservarlas de la mentira; contra estas personas los Espíritus mentirosos son impotentes.

20a. ¿Cuál es el motivo de esta parcialidad? No es parcialidad, es justicia; los Espíritus buenos se interesan por aquellos que hacen caso de sus avisos, y trabajan formalmente para su propio mejoramiento; son sus preferidos y les secundan, pero se cuidan poco de aquellos con los cuales pierden su tiempo con hermosas palabras.

21a. ¿Por qué permite Dios a los Espíritus malos cometer el sacrilegio de tomar falsamente nombres venerados? También podrías preguntar por qué Dios permite a los hombres mentir y blasfemar. Los Espíritus, así como los hombres, tienen su libre albedrío, tanto en el bien como en el mal; pero ni a los unos ni a los otros les faltará a justicia de Dios.

22a. ¿Hay fórmulas eficaces para echar fuera a los Espíritus mentirosos? Fórmula es la materia; buen pensamiento hacia Dios, vale más.

23a. Ciertos Espíritus han dicho que tenían señales gráficas inimitables, especie de emblemas que pueden hacerles reconocer y hacer constar su identidad. ¿Esto es verdad? Los Espíritus superiores no tienen otras señales para hacerse reconocer que la superioridad sus ideas y de su lenguaje. Todos los Espíritus pueden imitar una señal material. En cuanto a los inferiores, se hacen traición de tantos modos, que es menester ser ciego para dejarse engañar.

24a. ¿Los espíritus mentirosos pueden también fingir el pensamiento? Fingen el pensamiento como las decoraciones del teatro fingen la naturaleza.

25a. ¿Parece de este modo que siempre es fácil el descubrir la falsificación por medio de un estudio atento? No lo dudéis; los Espíritus solo engañan a los que se dejan engañar. Pero es necesario tener los ojos de comerciante de diamantes para distinguir la verdadera piedra de la falsa; así, pues, el que no sepa distinguir la piedra fina de la falsa, que se dirija al lapidario.

26a. Hay personas que se dejan seducir por un lenguaje enfático; que se contentan más de palabras que de ideas; que toman también las ideas falsas y vulgares por ideas sublimes; ¿cómo estas personas, que ni siquiera son aptas para juzgar las obras de los hombres, pueden juzgar las de los Espíritus? Cuando estas personas tienen bastante modestia para reconocer su insuficiencia, no se fían de ellas mismas; cuando por el orgullo se crean más capaces de lo que son, sufren la pena de su tonta vanidad. Los Espíritus mentirosos saben a quién se dirigen; hay personas sencillas y poco instruidas que son más difíciles de engañar que otras que tienen genio y saber. Adulando las pasiones hacen del hombre todo lo que quieren.

27a. En la escritura, ¿los Espíritus malos se hacen traición algunas veces por señales materiales involuntarias? Los hábiles no lo hacen; los torpes se descubren. Toda señal inútil y pueril es un indicio cierto de inferioridad; los Espíritus elevados nada hacen inútil.

28a. Muchos médiums reconocen los buenos y los malos Espíritus con la impresión agradable o desagradable que resienten al acercarse. Preguntamos si la impresión desagradable, la agitación convulsiva, el malestar, en una palabra, ¿son siempre indicios de la mala naturaleza de los Espíritus que se manifiestan? El médium experimenta las sensaciones del estado en que se encuentra el Espíritu que viene a él. Cuando el Espíritu es feliz, está tranquilo, ligero, sosegado; cuando es desgraciado, está agitado febril y esta agitación pasa, naturalmente, al sistema nervioso del médium. Por lo demás, lo mismo sucede al hombre en la Tierra: el que es bueno está sereno y tranquilo; el que es malo, sin cesar está agitado.

Retrato de Allan Kardec. Autor del texto de esta recopilación.

Observación. — Hay médiums de una impresión nerviosa más o menos grande; por esto la agitación no podría ser mirada como una regla absoluta; en esto como en todas las cosas es menester tomar en cuenta las circunstancias. El carácter penoso y desagradable de la impresión es un efecto de contraste, porque si el Espíritu del médium simpatiza con el Espíritu malo que se manifiesta, estará poco o nada afectado. Por lo demás, es preciso no confundir la rapidez de la escritura, que tiende a la extrema flexibilidad de ciertos médiums, con la agitación convulsiva que los médiums más lentos pueden experimentar al contacto de los Espíritus imperfectos.

Extractos de los ítems nº 262 al 268 de El Libro de los Médiums. – Allan Kardec.


 

Escrito por Allan Kardec

Allan Kardec. (1804-1869) es el seudónimo utilizado por el pedagogo y escritor Hippolyte Léon Denizard Rivail, considerado el codificador de la doctrina llamada Espiritismo. Nota de ZonaEspirita.com : En este perfil se publican contenidos escritos por él. Las partes subrayadas y resaltadas han sido editadas por la web.

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