ÍCARO REDIMIDO: (11) «Días atribulados»
“No os inquietéis, pues, por el día de mañana, porque el día de mañana cuidará de sí mismo. A cada día basta su mal.” – Jesús (Mateo 6:34)
La fecundación sella la unión del espíritu con la carne, volviendo irreversible la adhesión, cuya ruptura sólo se hace posible mediante la muerte. Iniciando el desarrollo de su nueva indumentaria, el espíritu se entrega completamente a su reconstrucción, lo que le requiere total exclusividad de acción. Solamente entidades de altísimo quilate evolutivo logran manipular a distancia el crecimiento de su forma, manteniéndose en relativa libertad de conciencia durante el proceso.
La mayoría de los hombres, sin embargo, necesitan de la permanencia constante junto a la masa embrionaria para propiciar la debida orientación a su madurez. Por eso, toda la actividad conciencial del ser, acompañando la reducción periespiritual, regresa también a los inicios de la evolución de donde parte para la nueva aventura en la esfera del recomienzo. Y, como vimos, toda mudanza de fase de vida requiere la recapitulación de las fases precedentes para reiniciarse, siendo la reconstrucción tan sólo una recordación.
De este modo, durante el desarrollo embrionario, el espíritu recuerda la evolución biológica ya recorrida y rehace, en cortos nueve meses, los millones de años ya realizados en la carne. Así es que en las primeras semanas, el embrión humano es del todo indistinguible del embrión de los animales inferiores, pues la ontogenia rememora a la filogenia(1) , como aprendemos con la observación de la embriología. Este hecho comprueba la veracidad del fenómeno y la preexistencia de una conciencia activa y extrafísica que recuerda y dirige todo el proceso.
Establecidas de modo indisoluble las ligaduras que ataban Alberto al vaso físico, vencíamos tan sólo la primera parte de nuestra tarea y el trabajo se intensificó desde entonces. Fausto comparecía en los primeros días subsecuentes, auxiliándonos en la conducción inicial de la delicada elaboración que exigía cuidados redoblados, teniendo en vista la inestabilidad de sus fuerzas periespirituales.
– Estamos ante un huevo hipo-activo, como apropiadamente lo denomina la medicina terrena –nos explicaba el trabajador del Departamento de Embrioterapia.- Aunque Alberto se encuentre ávido de reconstruir su nuevo cuerpo, los exaltados estímulos autodestructivos anteriormente alimentados todavía reverberan en la intimidad de sus fuerzas psicosomáticas, imponiéndole inhibiciones a la expansión y retardándole el ritmo del desarrollo. Tenemos que adelantarle los pasos, pues de lo contrario se fijará en el tubo uterino, donde su permanencia, consecuentemente, será dificultada por el establecimiento de un embarazo extra-uterino(2)con las graves consecuencias que conlleva. Ya pasaron cuatro días y en tan sólo tres, como es costumbre, el huevo ya debería haberse fijado a la cavidad uterina. Ayudemos como nos sea posible.
A pesar de las intensas operaciones de activación emprendida por el trabajador, pasaron siete días y el trofoblasto(3)aún no presenta condiciones de anidación. Ultrapasando la región fúngica del útero(4), su sitio habitual de fijación, terminó por implantarse en los márgenes del orificio interno del canal cervical(5),como previera el hábil servidor.
– Sí, amigos míos, conseguimos evitar lo peor, pero la placenta previa(6) ya está configurada y será inevitable –dijo él- Catherine experimentará derrames importantes en el segundo trimestre del embarazo si es que Alberto no es víctima de aborto natural o inducido. Aguardemos ahora los acontecimientos.
Finalmente situada, la masa embrionaria daba libre curso a su crecimiento. Fausto nos dejó a solas en la conducción de la operación que pasó a demandar menores cuidados, entregado Alberto ahora a la orientación de su propio automatismo.
Acompañábamos su proceso en visitas casi diarias, ejerciendo la vigilancia que nos cabía y permitiendo a Adelaide el enriquecimiento de sus conocimientos en el examen del proceso rencarnatorio. Aunque parcialmente rehecho por el saludable contacto con las energías maternas, podíamos observar ya la masa embrionaria reflejando la desorganización energética de nuestro amigo, revelando movimientos anormales en su desarrollo.
En breve notábamos que el corazón no se diseñaba según su perfecta conformación, dejando entrever alteraciones importantes en su anatomía embrionaria. El tubo neuronal primitivo, donde se concentraba el potencial de sus fuerzas deterioradas, era palco de un adelantado proceso patológico en la formación de las vesículas primordiales, anunciando el establecimiento de graves patologías en el sistema nervioso central.
Fluidos oscurecidos emanaban de su reducido psicosoma, abultando la masa celular que se contraía, desgobernada por la desorientación magnética impuesta a la forma.
Verificábamos, con evidencia, que la carga genética heredada por nuestro amigo era de la mejor calidad posible y no se responsabilizaba por las alteraciones bajo nuestro análisis. Las malformaciones se debían únicamente a las adulteraciones de su molde periespirítico.
Sabemos, sin sombra de dudas, que el ADN, tan venerado en la ciencia de los hombres, no es el único responsable por el establecimiento de las formas de los seres vivos. Esta sorprendente molécula se responsabiliza apenas por imponer modelos específicos de formacionesproteicas, pero, obviamente, la adecuada utilización y el debido posicionamiento de estas proteínas no puede esperarse de una unidad destituida de voluntad e inteligencia propias.
Esto proviene de la acción de la entidad espiritual formadora y su molde energético que, como hábil arquitecto y ejecutor de la construcción, sabe como orientar el material que recibe para la edificación de la obra previamente idealizada.
Sería pedir mucho a una simple molécula. Ciertamente es innegable que la conformación de las estructuras proteicas, propiciadas por los polímeros del ADN, puede e influye mucho en el resultado final de la arquitectura orgánica, de la misma manera que el diseño de los ladrillos afecta a las líneas finales de un conjunto arquitectónico.
No digamos, con eso, que los ladrillos construyen la casa, con toda su complejidad, lo que sería completamente ofensivo a la lógica. Comprendamos de una vez por todas que el código genético posee el indispensable molde de elementos proteicos necesarios a la construcción del edificio orgánico, pero su acción se compara a la de una fábrica, productora de las variadas piezas que entran en la formación de una casa y nada más.
Notábamos, todavía admirados, que el feto en desarrollo absorbía energías sifilíticas, irradiadas de la madre, en perfecta sintonía con sus lesiones energéticas. Las espiroquetas circulaban a voluntad por su organismo imponiéndole nuevas dificultades, pero al mismo tiempo absorbiendo en su ávido metabolismo, las energías igualmente envilecedoras, vertidas de su organización periespiritual.
– Estamos presenciando un verdadero consorcio – decía a Adelaide- donde los bacilos se alimentan de las energías espirituales degradadas, auxiliando a su evacuación de la malla energética de Alberto. Por eso podemos considerarlos auxiliares del drenaje vibratorio y mantenidos por las irradiaciones de igual naturaleza que provienen de su alma.
Además de ellos abundaban en la masa embrionaria, igualmente ambientados por la corriente fluídica, los vibriones fetales(7) , agentes identificados por la medicina terrena como responsables por el aborto patológico.
A pesar de que estamos presenciando un desarrollo anormal, exigente de cuidadoso acompañamiento y suscitante de preocupaciones, teníamos motivos para alegrarnos, pues sabíamos que las dificultades del momento prometían saludables soluciones para los intricados dramas de los espíritus implicados en el procedimiento asistencial que emprendíamos.
Nuestra alegría era todavía mayor, pues fuimos a contar con otro gran hecho. Orientadores de nuestra colonia identificaron parientes desencarnados de las dos entidades femeninas que obsediaban a Catherine.
Ya al tanto de las responsabilidades de la vida espiritual, las sometieron a sus buenos procederes, encaminándolas para el debido socorro en una casa de asistencia espírita cristiana. Aunque no obstaculizasen excesivamente nuestro trabajo, nos pesaba verles la penuria espiritual sin poder hacer nada.
Además de eso, ellas originaban desgastes vibracionales en Catherine, excitándola a la práctica abusiva de la sexualidad y podrían perturbarle el proceso gestacional, en cuanto se diesen cuenta del hecho.
Catherine proseguía su rutina diaria, manteniéndose, felizmente, fiel a su apasionado compañero, facilitando mucho nuestro trabajo asistencial. Dábamos gracias a esa Providencia divina, que sin saberlo, cuidaba también con desvelo por la buena marcha del proceso, ciertamente en obediencia a otros determinantes de la Ley que ignorábamos.
Frecuentemente la presenciábamos acordándose de su sueño, llevándole lágrimas de dulce emotividad al alma sensibilizada. Durante el desprendimiento nocturno, aún no conseguía percibirnos la presencia con claridad a fin de confabular con nosotros, pero se daba cuenta de estar habitando un ambiente vibracional diferente.
Los espíritus livianos que habitualmente la procuraban para los juegos libidinosos durante su reposo físico, paulatinamente se apartaban, teniendo en vista a la mudanza de su hálito vibracional.
La imagen de la figura paterna, en el recuerdo del sueño, continuaba ejerciéndole fuerte influencia a la mente, imponiéndole saludables sentimientos de culpa.
Muchas veces percibíamos sus pensamientos sumergidos en sinceros deseos de cambio y podíamos verificar los efectos benéficos que el remordimiento, desprovisto de exageración enfermiza, es capaz de provocar en el espíritu, induciéndole a importantes reformas a lo largo de su línea evolutiva.
La placenta, ahora desarrollada, ejercía intensamente su actividad de desintegración de las toxinas, tanto materiales como vibratorias, emitidas por el reencarnante. Como estas, por su carácter pernicioso y excesiva cantidad, ultrapasaban su límite de trabajo, no tardó mucho en establecerse en Catherine el cuadro de nauseas y vómitos, típicos de los procesos gestacionales con la finalidad de facilitar el drenaje de las energías vertidas por el feto en desarrollo.
Iniciábamos así un periodo crítico en el proceso en curso cuando ella, finalmente, se reconocería embarazada, a pesar de ya estar inconscientemente plenamente enterada del hecho.
Al poco tiempo acompañábamos a nuestra amiga en visita al médico terreno. Convenía estar presentes con el fin de orientar al facultativo, como nos fuese posible, evitándose mayores dificultades para nuestros amigos. Aproximándonos de la compañera, le notamos la vibración pesada y oprimida en el semblante contraído pues su intuición ya le adelantaba, con claridad, la condición en que se encontraba.
Se sabía en estado, a pesar de todos los cuidados que aprendiera a adoptar con el fin de evitar ese contratiempo siempre temido en el tipo de vida que llevaba. Rosa, la fiel amiga de todas las horas, la acompañaba, ya enterada de la novedad, pues en su percepción previera lo sucedido, por asistir a su fácil capitulación ante los galanteos de Abelardo.
Entrando en el consultorio médico, notamos que la mente del facultativo no se mostraba accesible a cualquier tipo de interferencia de nuestro plano. Confirmando las impresiones de nuestra compañera, se apresuraba en despedirla, poco dispuesto a oír sus reclamos.
Catherine, sin embargo, rezumando aflictivo pesar en los ojos que dejaban caer gruesas lágrimas, se decía extremadamente infeliz ante el inesperado embarazo y, atendiendo a nuestras sugestiones, aunque con extrema dificultad, insistía, procurando escucharle los consejos para enfrentar el inevitable proceso.
– Madame puede tomar las providencias que mejor crea, pero yo no puedo hacer nada por usted – decía el médico, incómodo.
Le notábamos la sólida formación moral, rica de posibilidades para la debida orientación a nuestra amiga, sin embargo su prisa y su poco interés en implicarse con el caso, lo volvían completamente impermeable a nuestra actuación. Intensificamos nuestra capacidad de influenciación, a fin de no perder la valiosa oportunidad, insistiendo para la continuación del diálogo, a lo que Catherine añadió:
– Tuve un sueño, doctor, en el cual mi difunto padre me entregaba un bebé…
– Madame, está ya probado que los sueños son meras creaciones del inconsciente, no de crédito a esas bobadas –replicaba el médico, impaciente, interrumpiéndole y despidiéndola, visiblemente contrariado y sin la mínima disposición para atender a nuestro instante petitorio.
Consciente de la vida de meretricio de nuestra compañera, estaba seguro de que ella no toleraría el proceso y se lavaba sus manos, absteniéndose de los consejos ennoblecedores que le dictábamos con insistencia a la mente refractaria. No pudimos dejar de lamentar el hecho, recordando que la palabra amiga, menospreciada por muchos profesionales de la salud, es para un enfermo atribulado un auxilio mucho más eficaz que cualquier medicamento.
Al dejar el consultorio, apoyándose en el hombro de Rosa, Catherine mal se contuvo para llegar a casa y prorrumpir en copioso llanto. ¿Cómo enfrentar la situación ante la vida que llevaba? ¿Le toleraría Abelardo el descuido? ¿Asumiría con ella el hijo inesperado? Rosa, alma sensible y más accesible a nuestras sugestiones, consideraba:
– ¿Se acuerda del sueño que me contó hace poco tiempo? ¿No será verdad que su padre haya venido del Más Allá para avisarla en cuanto a este hijo? ¿Cómo pudo pasar exactamente lo que vio en el sueño?
– Como dijo el doctor, los sueños son tan sólo fantasías, Rosa. Eso no es posible, nadie vuelve del Mundo de los Espíritus. Es pura coincidencia –respondía Catherine, inconsolable, entre sollozos.
Nos restaba esperar el reposo nocturno para intentar consolarle el alma dolorida, convenciéndola de la realidad del sueño y de la necesidad de aceptar el proceso con buena voluntad, recordándole los compromisos asumidos.
FIN DEL CONTENIDO MEDIÚMNICO
(1) Ontogenia es el desarrollo del individuo desde la fecundación hasta su madurez. Filogenia es el desarrollo del patrón genético, que es la clase o categoría al cual pertenece cada animal. Cuando se dice que “la ontogenia recuerda a la filogenia”, quiere decir que el desarrollo de un ser en especial es un proceso que recuerda al de la especie animal al cual pertenece.
(2) El embarazo que, de forma anormal, ocurre en el tubo uterino y no en el interior del útero. Exige intervención quirúrgica, siendo incompatible con el desarrollo del feto, pues puede llevar a la madre a la muerte.
(3) Conjunto de células embrionarias que dan origen a la placenta.
(4) Región situada en el fondo del útero, de mayor amplitud, próxima a la cual se fija el óvulo, en condición de normalidad.
(5) Canal que comunica la cavidad del útero con el exterior.
(6) Formación baja de la placenta, cercana o sobre el orificio uterino, llevando a hemorragias durante el embarazo.
(7) Llamado vibrio fetus, agente microbiano asociado también a las septicemias.
Publicado en el libro “Ícaro Redimido: La vida de Santos Dumont en el Plano Espiritual“ (Obra mediúmnica) de Gilson Teixeira Freire y el Espíritu Adamastor.
Traductor «Khalil» usuario registrado en ZonaEspirita.com
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