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Existencia de Dios: Reconduciendo el Debate

Si queremos hacer un análisis que implique la existencia de Dios considerando las bases espíritas, pero a la vez teniendo en cuenta los argumentos actuales, es necesario volver a repensar los conceptos básicos en los que se fundamentaron los espíritus para justificar la existencia de Dios.

El análisis de la existencia de Dios es desarrollado por Kardec, en primer lugar, en El libro de los espíritus, en las preguntas de la 4 a la 9 que llevan por subtítulo “Pruebas de la existencia de Dios”, y ahí se desarrolla la base que posteriormente Kardec seguiría siempre al justificar la existencia de una inteligencia como causa sin causa del universo.

Siendo honestos, las respuestas de los espíritus y los argumentos de Kardec no son originales del espiritismo, pues mucho antes ya se esbozaban esos argumentos, y a lo largo de la historia se han depurado cada vez mejor para evidenciar la existencia de Dios.

 Desde el “Motor inmóvil” de Aristóteles, a las “Cinco vías” de Tomas de Aquino, o los argumentos de William Paley en su “Teología Natural” la necesidad de una causa primera está presente como argumento fundamental para dotar de razón a la existencia de un ser preexistente a todo y cuya inteligencia sirve de sustento causal de todo lo que existe.

Por ejemplo, en “Teología Natural” leemos: Al observar un mecanismo tan sencillo como un reloj a nadie se le ocurre dudar que este es el producto de una creación, que es el resultado de un trabajo intencional.

A ninguna persona en su sano juicio se le puede ocurrir pensar que un mecanismo como el del reloj, con sus engranajes dentados, su solenoide y su bobina dispuestos de manera precisa entre sí para funcionar y medir el tiempo es consecuencia de una sucesión de casualidades que, progresivamente, han ido dando forma a sus partes y que, además, han dado con el acople entre sí de dichas partes para dar con la función deseada.

¡Nadie que no esté loco puede pensar que un reloj es consecuencia del azar! Así pues, ¿Quién puede pensar que un organismo como el humano, mucho más complejo que el de un reloj, es producto del azar? A ninguna persona razonable se le puede ocurrir negar que todo ser vivo, con sus partes dispuestas entre sí idóneamente, cada una cumpliendo su función, su finalidad, interdependientes entre sí es el producto de un artesano sumamente hábil y poderoso que nos concibió.

Nadie en su sano juicio puede dudar que somos criaturas de Dios.

El argumento es el mismo que podemos leer en El libro de los espíritus, y en La génesis, en el capítulo II se hace una referencia a los argumentos de Paley en la siguiente observación de Kardec: La existencia del reloj confirma la existencia del relojero: la ingeniosidad del mecanismo testifica la inteligencia y conocimientos del relojero.

Cuando un reloj nos da la información que necesitamos, ¿pensamos acaso que él es inteligente? Podemos decir lo mismo del mecanismo del Universo: Dios no se muestra, pero afirma su existencia por sus obras.

Los argumentos son, a primera vista, irrefutables, pero si es así, ¿por qué no existe un consenso actual sobre el tema? ¿Ignoran los ateos los argumentos históricos que apuntan a la existencia de Dios?, ¿si los conocen, qué es lo que responden? Durante mucho tiempo, las explicaciones descritas eran consistentes, pero una revisión conceptual de lo que implican llevaron a muchas personas a cuestionarlos.

Nadie duda que un mecanismo tan complejo como un reloj es imposible que sea producto del azar.

La casualidad sería ineficaz para explicar cualquier mecanismo complejo, pero no así mecanismos simples.

 Un mecanismo básico, simple, puede ser resultado de una combinación fortuita de elementos, y ese mecanismo puede servir de base para un desarrollo posterior.

De esta forma, los conceptos de la biología sobre el origen de las especies como procesos evolutivos, de lo más simple a lo más complejo, fueron para muchos la respuesta a los argumentos de Paley, pues era absurdo comparar un reloj a una estructura biológica, pues el reloj es un mecanismo cerrado, definitivo, que no tiene su base en mecanismos más básicos, mientras que cualquier organismo biológico no nació en su estructura actual desde el principio, sino que es resultado de innumerables procesos evolutivos.

La evolución biológica se convirtió en una respuesta a los argumentos históricos que defendían la existencia de Dios, creando un debate que llega a la actualidad y que en muchos aspectos se ha radicalizado, con dos opciones completamente antagónicas entre sí que no pueden coexistir, y que se definen como Evolucionismo vs. Creacionismo.

¿Cuál debería ser la posición del espiritismo ante este debate que parece no tener fin?

¿Aceptamos la existencia de Dios y por consecuencia negamos la evolución biológica, o aceptamos la evolución biológica y negamos la existencia de Dios?

A esta altura del debate, es necesario replantear los conceptos sobre los que sustentamos nuestras opiniones, porque efectivamente no falta razón a los contertulios de que ambas opiniones son irreconciliables, pero esto no es porque ellas lo sean, sino porque la base está equivocada.

Es evidente que el creacionismo, que tiene como idea nuclear las propuestas bíblicas, no tiene actualmente ningún sustento racional ni científico, y por eso el espiritismo no podrá aceptarlo como tal, pero así mismo, la idea de un proceso evolutivo que tiene como base fuerzas ciegas y causales es también incoherente con el pensar espírita, y en este punto, los conocimientos que el espiritismo ofrece sobre la existencia de un agente espiritual junto con el elemento material, podrían servir de puente entre la evolución biológica y la existencia de una inteligencia causal para el universo, sin que sea necesario separar radicalmente ambos conceptos, pues desde nuestro modo de entender, ambos pueden coexistir como complementarios.

Pero para eso es imprescindible abandonar el concepto creacionista como tal, y desarrollar nuevas ideas sobre un Dios que no actúa caprichosamente, y sí por mediación de leyes naturales que operan y regulan el universo, tanto en el ámbito material como espiritual.

 Por Juan José Torres (Córdoba – España). Publicado en la Revista Evolución nº 12 diciembre de 2021.

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