La representación del mundo de los espíritus a lo largo de la historia de la cultura ha existido siempre, tanto en la literatura como en las artes plásticas, puesto que la mediumnidad ha acompañado al hombre en todas las épocas.
Escritores inspirados como Dante Alighieri (Divina Commedia), Daniel Defoe (The Serious Reflections during the life and surprising adventures of Robinson Crusoe, with his vision of the angelick world, 1720) o los poemas de William Blake, son sólo una muestra.
No obstante, la influencia del Espiritismo, como ciencia, filosofía y moral, en la literatura es palpable desde que en 1857 apareciera la primera edición de El libro de los espíritus, obra acerca de la inmortalidad del alma, la naturaleza de los espíritus y sus relaciones con los hombres, las leyes morales, obtenida de la espiritualidad superior y codificada por Allan Kardec (1804-1869).
Años más tarde, formando parte de la Revue Spirite de agosto de 1869, se editó un opúsculo denominado Catalogue raisonné des ouvrages pouvant servir à fonder une bibliothèque spirite, obra póstuma de Kardec que revela su importante compromiso pedagógico y señala nuevamente al libro como vehículo esencial de formación del individuo para su progreso intelectual y moral.
En este catálogo bibliográfico, Kardec proponía una serie de títulos para conformar el fondo inicial de la biblioteca que debería tener todo centro de estudio de la doctrina espírita.
Dicho repertorio es por tanto un documento que, además de seleccionar obras en distintos campos del saber, filosofía, historia, ciencias, etc., recoge numerosas referencias de la literatura producida en fecha contemporánea a los inicios de la divulgación del Espiritismo.
Entre ellas encontramos obras de Honoré de Balzac (Seraphitus Seraphita y Ursue Mirouet, herederas del conocimiento de Swedenborg), Charles Dickens (Crishtmas Carol), Alexandre Dumas (Madame de Chamblay), Armand Durantin (La legende de l’homme éternel, 1863), Theophile Gautier (Avatar 1857, y sobre todo su última novela, Spirite, 1866, que narra la historia del amor más allá de la vida), George Sand (Consuelo, La comtesse de Rudolstadt , Spiridion, Mademoiselle de la Quintine, etc.).
Como es lógico, en este repertorio bibliográfico predomina la literatura francesa en este momento inicial, sin embargo, el Espiritismo se difundió muy rápidamente por toda Europa y a continuación por América, a través de España y Portugal.
Se deberán sumar las obras de otros autores posteriores que declararon su adhesión al Espiritismo como Victor Hugo, en Francia, o Sir Arthur Conan Doyle en Inglaterra.
También encontramos referencias de interés en obras de León Tolstoi y en conferencias y artículos de Valle-Inclán, en las Rimas y Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer y en la poesía de Amalia Domingo Soler, Salvador Sellés y Màrius Torres en España, por poner sólo algunos ejemplos.
En Inglaterra la literatura relacionada con los espíritus es prolífica.
En época victoriana era costumbre común pasar la velada de Nochebuena sentados al calor de la lumbre escuchando y contando historias de aparecidos, siguiendo la tradición oral.
Charles Dickens (1812- 1870) fue el autor más popular de su tiempo, con novelas inolvidables pertenecientes al realismo social y especialmente destacables sus cuentos de Navidad.
Sorprenden la soltura y naturalidad al hablar de los espíritus, en obras memorables como A Crishtmas Carol, donde aparecen los espíritus del pasado, del presente y del futuro para dar una lección de ética del comportamiento en sentimientos fraternos y universales.
Sin embargo, Dickens mantenía una postura ambivalente y hasta contraria en obras como The haunted house, quedando de manifiesto, tanto en Dickens como en otros autores, que la inspiración* suele estar por encima de la propia opinión del autor.
De sumo interés es el caso de su última novela The mistery of Edwin Drood, que debía ser publicada en 12 entregas mensuales.
Dickens se encontraba escribiéndola cuando murió en 1871, quedando inacabada.
Un año más tarde, el joven tipógrafo norteamericano Thomas P. James, médium de escasa formación, escribió al dictado la continuación y finalización de la obra, con el estilo inconfundible de Dickens, confirmado por numerosos críticos literarios.
Otro autor inglés a destacar es Sir Arthur Conan Doyle (1859-1930), el creador del personaje de Sherlock Holmes, un hombre reflexivo que fue además presidente del Colegio Británico de Ciencia Psíquica y presidente de la Alianza Espiritista de Londres.
Pese a que en numerosas biografías de este autor se silencia, fue el autor de The History of Spiritualism (1926), un trabajo de investigación que recoge estudios acerca de Swedenborg, Irving, Davis, el caso de Hydesville, las hermanas Fox, sir William Crookes etc.
En el prefacio de esta importante obra de recopilación histórica del Espiritismo dice “ese movimiento que muchos consideramos como el más importante de la historia del mundo desde el episodio de Jesucristo” (Arthur Conan Doyle, Historia del Espiritismo. Sus hechos y sus doctrinas. Madrid: Eyras, 1983, p. 5), puesto que en la base del Espiritismo se encuentra la moral de comportamiento transmitida por Jesús hace ya dos milenios.
En Rusia, en las obras de Leon Tolstoi (1828-1910) encontramos referencias a sesiones mediúmnicas como divertimento de las clases cultas, en Anna Karenina y en Resurrección.
Parece que en realidad Tolstoi no había conocido el profundo mensaje de la espiritualidad a través de las obras de Allan Kardec, sino que se limitaba a constatar el fenómeno de las mesas giratorias, divulgado en el siglo XIX simplemente para llamar la atención de la existencia de la vida espiritual.
Con todo, en Tolstoi sí encontramos un profundo misticismo y la asimilación del mensaje de amor incondicional de Jesús de Nazaret.
En España, la corriente espiritualista se percibe en la mayor parte de las leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer, donde el mundo no visible tiene una importante presencia. En artículos de Valle-Inclán también.
En la poesía es donde encontramos las mejores muestras de literatura claramente espírita. Además de Ramos de Violetas y Cuentos Espiritistas, de Amalia Domingo Soler, la gran dama del Espiritismo español, destacamos a dos poetas: Màrius Torres, médico y poeta republicano, nieto e hijo de espiritistas, que murió prematuramente en 1942, y Salvador Sellés, el poeta alicantino que escribía “El hombre no vive solamente en la Tierra. Sus ideas, sus sentimientos, se pierden como la esencia de las flores, en el Cielo. La verdad de la existencia de un Dios infinito, eterno, la encuentra el hombre lo mismo en las maravillas de su alma, que en las maravillas de su naturaleza”
Por Lola García
Artículo publicado en la Revista Espírita de la Federación Espírita Española nº1 julio de 2011