Este estado de conciencia se va construyendo a partir de una nueva valoración de las subjetividades, es decir de las diferentes maneras de percibir el mundo.
Hasta la ciencia más ortodoxa encontró en sus fronteras nuevas incertidumbres, nuevas preguntas para las cuales necesitó construir nuevos métodos para responderse.
Edgar Morin, al iniciar el capítulo IV de su libro “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro”, cita a Vernadski, quien definiera y estudiara junto a un importante grupo de científicos, “la capa pensante de la Tierra” (noosfera), en 1926.
“Por primera vez, el hombre ha comprendido realmente que es un habitante del planeta, y tal vez piensa y actúa de una nueva manera, no sólo como individuo, familia o género, estado o grupo de Estados, sino también como planetario”.
Y se pregunta y nos invita a pensar a finales del S XX, ¿cómo podrían los ciudadanos del nuevo milenio pensar sus problemas y los problemas de su tiempo?
Para ello afirma que “Les hace falta comprender tanto la condición humana en el mundo, como la condición del mundo humano que a través de la historia moderna se ha vuelto la de la era planetaria».
La mundialización, como fase actual de la era planetaria, significa primero, como dijo el geógrafo Jacques Lévy. “El surgimiento de un objeto nuevo: el mundo tal”. (Morin, 61).
Este nuevo objeto de conocimiento ha puesto al ser humano en una nueva crisis, una crisis de identidad, identidad individual, social, cosmológica, universal para lo cual necesitamos repensarnos a nosotros mismos.
Los avances científico-tecnológicos de esta era de las comunicaciones movieron los aparentemente sólidos cimientos que había construido el racionalismo durante los siglos XVII y XVIII y se llevaron sus certezas sumergiendo a la humanidad en un mundo complejo, con innumerables informaciones que dificultan la comprensión para hacer inteligible la realidad.
Por otro lado, esta nueva manera de estar en el mundo abre las mentes y los corazones hasta nuevas profundidades de la conciencia.
Se plantea como problema vital para la existencia humana, comprendernos como humanidad en toda su complejidad, antagonismos, crisis, es decir, desde una visión más interconectada, más solidaria de los problemas de nuestro mundo, nuestros problemas.
Entendemos que esta apertura del pensamiento irá rompiendo moldes, estructuras creadas a lo largo de siglos, e incluso de múltiples existencias para ir generando la flexibilidad en las mentes y en los corazones de cada uno.
Son ejemplos de ello el respeto que gran parte de la humanidad siente ante las diferencias frente a la sexualidad, el divorcio, la familia, el aborto, la libertad, entre tantos y tan complejos temas, evidenciado en algunas leyes avanzadas de un puñado de Naciones, como también en la manera de relacionarnos con lo diferente en nuestra cotidianidad.
Esto da cuenta del carácter flexible del ser humano, siendo éste un valor en sí mismo que permite captar y aceptar nuevas ideas y adaptarse a nuevas circunstancias o situaciones.
Es una cualidad positiva en la manera de ver el mundo y a las personas que en él habitan, conviven, otorgando a las relaciones interpersonales tolerancia, comprensión, entre otras cualidades.
¿Ver más es sentir más también?
La flexibilidad nos brinda “la capacidad de aplicar un conocimiento adquirido a un contexto o situación nueva”, y el conocimiento espírita contribuye a ese desarrollo con sus aportes en relación a la vida espiritual que nos acerca al conocimiento de vidas pasadas del espíritu “conocimiento palingenésico”, con el cual las conquistas del espíritu están latentes y constituyen un campo potencial de posibilidades que todos podemos usufructuar.
Podríamos pensar también, entonces, que “ver más”, no sólo es pensar más, sino también, al abrir todos los sentidos permitiendo sus complejas interrelaciones somos capaces de sentir, percibir más.
Las condiciones colectivas de consciencia se van construyendo con la experiencia de vivir en el mundo y es ese vivir el que nos desafía y nos obliga a esforzarnos por pensar y pensar mejor, a ser capaces de crear y practicar nuevas estrategias, nuevas propuestas de vida de manera claramente conscientes.
En ese camino de la vida cotidiana, ver qué es lo que cambia, qué permanece, qué vale la pena tener y qué dejar o soltar, que “entrelazos” hacer de lo nuevo y de lo viejo es la invitación permanente a la reflexión para direccionar nuestros propósitos y los principios que guiarán cada nueva etapa de consciencia.
Es pensamiento en acción, y el equilibrio del pensamiento también está dado por el desplazamiento de esa energía en acciones, y esas acciones irán dando respuestas sobre si están acertadas o deben ser mejoradas.
De esta manera, se facilita el drenaje natural a esas energías que necesitan tener un cauce.
La reflexión en relación al conocimiento y a la manera que tenemos los seres humanos de “conocer” y producir conocimientos nos permiten retomar la pregunta inicial ¿espiritismo crítico?
Desde el inicio de la humanidad el mundo de los espíritus y el mundo humano han estado en contacto y en ese relacionamiento los estudiosos, filósofos, científicos, pensadores en general han creado teorías, un campo conceptual amplio buscando respuestas a las grandes dudas de la humanidad de cada momento de su historia.
Esos aportes nos han permitido llegar hasta aquí mostrando un gran abanico de visiones y conceptos.
Hoy surgen nuevas necesidades como humanidad que vive en un mundo cada vez más interrelacionado, donde la tecnología avanza a pasos agigantados, dejando a buena parte de la humanidad casi sin palabras, que es como decir, sin lenguaje capaz de expresar la comprensión de tanta información.
Esta viaja a velocidades en tiempo y espacio, superiores a la mayoría de nuestros intelectos, marcando cada vez más la brecha entre unos y otros en todos los campos, de la política, de la economía, de la ciencia, del bienestar.
Es así que se vuelve imprescindible la reflexión crítica acerca de quiénes somos, de qué conocimientos nos servimos, de qué manera queremos estar en el mundo, cuáles son nuestros compromisos como humanidad.
¿Cuáles son los objetivos de conocer la realidad espiritual de cada uno de nosotros en particular y del mundo en general?
Pensar críticamente este conocimiento espírita encierra el arte de hacernos cargo de nuestra mente, y de nuestras creencias, y nos vamos haciendo cargo de nuestra vida, la mejoraremos y someteremos a nuestro criterio y dirección, conscientes de que no estamos solos, que nuestros pensamientos se enriquecen con los espíritus con los que nos conectamos.
Para ello es necesario adquirir el hábito de examinar la impulsiva y muchas veces acostumbrada manera de pensar y de actuar en todas las dimensiones de nuestra vida.
Muchas veces la conducta es irreflexiva, acrítica, realizando pocos esfuerzos, utilizando el mínimo de energía, repitiendo conductas construidas, conocidas, cómodas, pero conducir el pensamiento críticamente es un valor y un fin eminentemente práctico para vivir una vida plenamente consciente.
Pensar la vida humana como espíritus en evolución, como energías que se desplazan por el universo en un ir y venir de planos y estados hacia la concreción del amor más puro, y llevar esas visiones al pensar y accionar de cada día, implica pensar al espiritismo como un conocimiento que nos desafía.
Pensar críticamente es una manera de vivir y de aprender que fortalece y otorga equilibrio en el desequilibrio, implica un cambio en la práctica cotidiana de estar en el mundo.
La búsqueda de un posicionamiento crítico a partir un estado más amplio de conciencia conduce a “un estado crítico positivo u optimista”, ese que nos da la visión de posibilidades, oportunidades, ese caminar hacia los sueños, hacia la utopía, como lo dijera nuestro recordado escritor uruguayo, Eduardo Galeano, “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.”
Y al posicionarnos como humanidad con una visión holística de la vida espiritual, podríamos decir también que nos sirve para plantearnos desde nuestra conciencia espiritual, para qué caminamos.
Por Cristina Drubich
Artículo publicado en la revista Evolución – Venezuela Espírita. Movimiento de Cultura Espírita CIMA. 2ª Etapa. Ene / Abr 2018