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Espiritismo ante la crisis moral y social del siglo XXI

«Si queremos que la humanidad sobreviva, vamos a necesitar una manera de pensar sustancialmente nueva». – Einstein

Si introducimos en el “procesador” social actual todos los factores que configuran nuestra realidad vivencial: las políticas sociales… la educación… el estado de Democracia… los derechos humanos, etc. el “sistema” de nuestra conciencia daría “ERROR”.

Obviamente, necesitamos reiniciar el sistema.

La consideración de la existencia al materialismo reinante, se traduce en las políticas utilitarias, el desgaste ocasionado por la entrega compulsiva al mero goce de los sentidos (el consumismo como principal estímulo vital), la ausencia de ideales, etc. Y todo esto, a su vez, nos conduce al vacío interior, ese síntoma que nos avisa de la presencia de una de las peores enfermedades sociales: la carencia de perspectiva espiritual… el abandono de nuestro ser real por el YO postizo (ficticio) que es el que impone el modelo organicista de las instituciones estatales, la ciencia académica (al servicio del mercado) y las grandes corporaciones.

El ser humano es mucho más que una casualidad biológica, y en esencia, es una realidad dimensional y consciencial que sobrepasa la simple concepción del hombre como un ente burocrático y tecno-científico.

Nunca se dará el auténtico desarrollo humano si el proceso natural de espiritualización permanece estancado. Y aquí entra la propuesta espiritista, configurada por los Espíritus Superiores como la educación integral del ser humano.

El agotamiento del sistema deriva en la gran crisis social, dejando al descubierto lagunas existenciales que ni la sociedad del confort, ni la tecnología son capaces de cubrir… Y es que no habrá desarrollo verdadero sin la implantación de una Cultura de la Paz (propuesta por la ONU en 1999) en las escuelas, la integración multi-cultural y el cultivo del auto-crecimiento personal (como paso inevitable para una necesaria cultura de la trascendencia…).

Sólo este orden de cosas irá saneando esta gran crisis moral y existencial que hoy nos acude a manera de síntoma estructural que anuncia la urgente superación del viejo paradigma, los ya caducos enfoques mecanicistas y desgastados que nos marcaban que lo “real” (¿Qué es lo real?) y lo “medible” es sólo aquello que registran nuestros (limitados) sentidos.

Asistimos a los primeros pasos de un Nuevo Humanismo donde la solidaridad entre los pueblos, la educación en la diversidad, la ecología, una filosofía que no rechaza la metafísica y la multi-disciplinariedad de los contenidos educativos se erigirán en inconstatables factores de progreso.

El Factor educativo entre dos paradigmas

Dentro de las ciencias de la Educación, la dimensión antropológica configura un modelo de hombre que se integra en lo biológico, lo psíquico y lo social, pero también en lo ontológico-espiritual (trascendencia del Ser).

La educación, en su acepción completa, no puede dejar de constituirse de una manera multi-dimensional: educación formal, informal, de la sociedad y lo espiritual (como tejido universal que constituye nuestro ADN eterno); la base esencial donde construimos nuestro edificio como individuos completos.

Obviamente, el cambio al nuevo patrón de pensamiento tiene que efectuarse primero en la intimidad de cada individuo, para irradiar después a los colectivos y las sociedades.

El “reinicio” del “sistema” comienza en cada uno de nosotros…

Si nos limitamos a los intereses del mercado (que siempre ha sido el beneficio de unos pocos frente la explosión de una inmensa mayoría, no lo olvidemos) y la implicación de una cultura tecno-científica, no sólo estaremos contribuyendo a la retro-alimentación del modelo ya caduco sino que estaremos dejando la potencialidad humana en un reduccionismo brutal.

Por Juan Manuel Ruiz

En la tarde-noche del domingo 27 de marzo de 2016

Escrito por Juanma

Juan Manuel Ruíz González es miembro de la Asociación Espírita José Grosso de la ciudad de Córdoba (España) y fundador del grupo de Facebook «Doctrina Espiritista 2.0». También escribe artículos en publicaciones espíritas como el periódico madrileño «El Ángel del Bien» y es asiduo colaborador de la web Zona Espírita.

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