Energía sexual: una reflexión espírita
Kardec estableció que la comunión sexual depende de la organización física y, bajo este aspecto, la sexualidad es una expresión de la corporeidad.(i) Fisiologistas estudian la Respuesta sexual humana (RSH) y las áreas del cerebro, particularmente el hipotálamo, así como las hormonas y los neurotransmisores relacionados con la experiencia sexual.
Joanna de Ângelis, en la obra «Encontro com a Paz e a Saúde» de 2007, corrobora con el pensamiento kardecista, recordando que el fenómeno sexual tiene lugar en el diencéfalo (sede del hipotálamo), donde se expresan los variados estados de excitación. En esa región, los neurotransmisores específicos de la función sexual producen las ansias del deseo y favorecen con las reacciones orgánicas indispensables a la comunión fisiológica anhelada.
La autora añade que la Divinidad estableció un área específica en el cerebro, para que la reproducción pudiese acontecer a través de automatismos, que la evolución cualificó para mejor con la cooperación consciente del sentimiento de afectividad. (ii)
Necesario es considerar, todavía, que, como toda actividad psicológica se da en la mente y la mente es una propriedad del espíritu, los aspectos cognitivos (pensamientos y sentimientos) de la sexualidad se verifican en la dimensión del espíritu.
En síntesis: los circuitos cerebrales activados responden por la función sexual, y el Espíritu registra, a través de pensamientos y sentimientos, lo que pasa en el cerebro, como consecuencia de la activación de los circuitos específicos.
La controversia en el entendimiento de la dinámica sexual se da a partir del concepto, presentado por autores desencarnados, de que la sede del sexo estaría en el espírito. André Luiz coloca que la sede del sexo no se encuentra en el cuerpo grosero, sino en el alma, en su sublime organización. (iii)
Emmanuel, a su vez, dice que (…) las sugestiones de la erótica se entrañan en la estructura del alma. (iv)
Tales pensamientos no son encontrados en la obra de Kardec, y debemos examinarlos con cuidado. Necesario, por tanto, es definir, con precisión, el concepto de sexo. Para la biología, sexo es cualquier cambio de material genético, pudiendo ser identificado hasta incluso en seres unicelulares, como las bacterias. Los diccionarios, a su vez, presentan para el vocablo sexo las siguientes definiciones:
1 – Reunión de las características distintivas que, presentes en los animales, en las plantas y en los seres humanos, diferencian el sistema reproductor; sexo femenino y sexo masculino;
2 – Acción o práctica sexual, o sea, relación amorosa;
3 – Los órganos sexuales; genitales.
No nos parece que esas definiciones (sexo como diferenciación genital, comunión carnal y órganos sexuales) puedan identificarse con el concepto propuesto por André Luiz. En la Revista Espírita de enero de 1866, Kardec bien definió que los Espíritus no tienen sexo, pues los sexos solo existen en el organismo; los Espíritus no reproduciéndose unos por los otros, los sexos serían inútiles en el mundo espiritual. En El Libro de los Espíritus, en los ítems 200 al 202, afirma que los Espíritus no tienen sexo, pues que los sexos dependen de la organización.
Nos parece más probable que André Luiz se haya valido del vocáblo sexo dándole una connotación diferente de la habitual. André tal vez haya empleado el término sexo en el sentido de impulso sexual, impulso creativo, fuerza sexual, libido, términos ampliamente empleados por autores espíritas, cuando se refieren a una fuerza inherente al espíritu y que lo sustenta en las diferentes tareas de la vida.
Volviendo al libro En el mundo mayor, cap. 11, encontramos observaciones de André en torno del concepto de impulso creador y tal vez ese concepto se reporte a esa definición singular de sexo. Según el autor, la individualidad espiritual posee en su estructura íntima una fuerza especial, investida de potentes facultades creadoras – el impulso creador. Movida por esa fuerza la colectividad humana avanza, despacio, para el supremo objetivo del divino amor. Deseo, posesión, simpatía, cariño, creatividad, devoción, renuncia y sacrificio constituyen aspectos de esa jornada sublime, en que el alma va aprendiendo, paulatinamente, a valerse del impulso creador para conquistas más nobles. Freud identificó ese impulso en la libido – la energía erótica. Adler lo consideró en deseo de éxito (no necesariamente personal, sino también colectivo) y Jung vio en el la posibilidad de una aspiración superior.
Observamos, a partir del texto, la afinidad que André demuestra con los conceptos del psicoanálisis, teoría que prevaleció fuertemente en gran parte del siglo XX, cuando André dictó las obras de la conocida Serie Nuestro Hogar.
Una de las mayores contribuciones de Freud fue la idea de que las personas son motivadas, primeramente, por impulsos de los cuales tienen poca o ninguna conciencia. El inconsciente contiene todos esos impulsos, deseos o instintos que están más allá de la conciencia, pero que, no obstante, motivan la mayoría de nuestros sentimientos, acciones y palabras. Freud postuló una dinámica, o un principio motivador, para explicar la fuerza motora por detrás de las acciones de las personas. Para Freud las personas son motivadas a buscar el placer y reducir la tensión y la ansiedad. Esa motivación es derivada de la energía psíquica y física que brota de sus impulsos básicos.
Freud usó la palabra alemana Trieb para referirse a ese impulso o estímulo dentro de la persona. Ese término fue traducido como instinto, impulso o pulsión. Los impulsos operan como una fuerza motivadora constante. Los varios impulsos pueden ser agrupados bajo dos títulos: sexo, o Eros, y agresividad, destrucción, o Tanatos. Freud usó la palabra libido para el impulso sexual, sin embargo la energía del impulso agresivo permanece sin nombre.
El objetivo final del impulso sexual (reducción de la tensión sexual) no puede ser cambiado, pero el camino por el cual la finalidad es alcanzada puede variar. Como ese camino es flexible y como el placer sexual provienen de otros órganos más allá de los genitales, muchos comportamientos originalmente motivados por Eros son difíciles de reconocer como comportamiento sexual.
Para Freud toda actividad placentera es rastreable hasta el impulso sexual. La mayoría de las personas son capaces de sublimar una parte de la libido, al servicio de valores culturales más elevados, en cuanto, al mismo tiempo, retienen cantidad suficiente de impulso sexual para perseguir el placer erótico individual. (v)
La obra mediúmnica de Chico Xavier y, hasta cierto punto, la obra de Divaldo Franco sufrieron notoria influencia del pensamiento freudiano. Podemos observar la notable similitud con los fundamentos del psicoanálisis, en los textos espíritas abajo.
André Luiz:
(…) no podemos afirmar que todo, en los círculos carnales, constituya sexo, deseo de importancia y aspiración superior; no obstante, llegados a la comprensión de ahora, podemos asegurar que todo, en la vida, es impulso creador. Todos los seres que conocemos, del gusano al ángel, son herederos de la Divinidad que nos otorga la existencia y todos somos depositarios de facultades creadoras. vi
(…) La energía natural del sexo, inherente a la propia vida en sí, genera cargas magnéticas en todos los seres, por la función creadora de que se reviste, cargas que se caracterizan con potenciales nítidos de atracción en el sistema psíquico de cada uno y que, en acumulandose, invaden todos los campos sensibles del alma, como a sellar los otros mecanismos de acción, cual si estuviésemos delante de una fábrica reclamando control adecuado.
(…) El instinto sexual no es apenas agente de reproducción entre las formas superiores, más, por encima de todo, es el reconstituyente de las fuerzas espirituales, por el cual las criaturas encarnadas o desencarnadas se alimentan mutuamente, en la permuta de rayos psíquico-magnéticos que les son necesarios al progreso. vii
Emmanuel:
La libido o el instinto sexual en la forma de energia psíquica, tendiente a la conservación de la vida, permanece, en muchos casos, en la caricia de los padre (…) viii
Obrando así, por amor, donando el cuerpo a servicio de los semejantes, y, por ese modo, amparando a los hermanos de la Humanidad, a través de variadas maneras, convierten la existencia, sin uniones sexuales, en camino de acceso a la sublimación, ambientándose en climas diferentes de creatividad, por ahora la energía sexual en ellos no aplastó el propio flujo; esa energía simplemente se canaliza para otros objetivos – los de natureza espiritual. ix
Joanna de Ângelis:
Dando amplitud genésica al sexo, que es su función primera, encontrándolo en la fuerza de atracción mantenida por la vida. En el hombre, el es también el agente de la inspiración y de la belleza, de el coraje y del amor, debiendo tener sus expresiones canalizadas para las ideas de sustentación de la cultura, en la filosofía, en la ciencia, y la religión, en la sociedad de liberación de los seres. Bien conducida, la fuerza sexual es vida, en cuanto que, dejada a la falta de respeto, se vuelva veneno y pantanal, que víctima sin piedad quien la execra a través del mal uso. (x)
Chico/Emmanuel:
Basta que sepamos hacer la transmutación de la fuerza sexual en nuestras uniones afectivas unos con los otros, incluso sin contacto sexual, para encontrarnos siempre el amor, porque el amor es ley de la vida. Pero, si supiéramos transmutar la energía sexual en servicio, trabajo, organización, realización, sublimación, encontraremos siempre en el amor con base incluso en el sexo no vivido, la fuerza espiritual más profunda de la vida para garantizar nuestra euforia orgánica y mental sobre la Tierra. (xii)
Concluyendo, nos parece adecuado, frente a lo examinado, que el vocablo sexo sea empleado, conforme aceptaba Kardec, como una función orgánica, propia del espíritu encarnado, y vivida por el espíritu, que es la sede de los pensamientos y sentimientos. Admitiendo, según la propuesta freudiana, el concepto de impulso creador (validada, en parte, por la obra mediúmnica de Chico y Divaldo), sería el, una fuerza motivadora, inherente a los seres vivos, que alimenta sus acciones, incluyendo la sexualidad.
Por Ricardo Baesso de Oliveira
Traducción al español de Isabel Porras González. Remitido a ZonaEspirita.com por la traductora.
Bibliografía del artículo original en portugués:
(i) O Livro dos Espíritos, item 200, ver também Revista Espírita, janeiro de 1866.
(ii) Encontro com a Paz e a saúde, cap.9.
(iii) No mundo maior, cap. 11 e Evolução em dois mundos, parte I, cap. XVIII.
(iv) Vida e sexo, cap. 1.
(v) Teorias da personalidade, Feist e Roberts.
(vi) André Luiz, No mundo maior, cap. 11.
(vii) André Luiz em Evolução em dois mundos, cap.18 parte I.
(viii) Emmanuel, em Vida e sexo, cap. 15.
(ix) Emmanuel, em Vida e sexo, cap. 23.
(x) Joanna de Ângelis, em Momentos de alegria, cap. 16.
(xi) Chico/Emmanuel, Lições de sabedoria, cap. 33.