Fundándose en los casos de obsesión, en las ruidosas manifestaciones de los Espíritus ligeros y burlones, la Iglesia ha creído deber atribuir a los demonios todos los fenómenos del Espiritismo, y condenarlos como inútiles o peligrosos.
Antes de rechazar esta interpretación, conviene primero recordar que el catolicismo ha acogido de la misma manera todos los grandes descubrimientos, todos los progresos considerables que han marcado las etapas de la historia.
Son muy pocas las conquistas científicas que no hayan sido consideradas como obras diabólicas.
Viniendo las instrucciones de los Espíritus a minar el poder sacerdotal, era de pensar que éste las rechazaría.
El mundo invisible es, ya lo hemos dicho, un duplicado de la humanidad.
Los Espíritus no son más que almas más o menos perfectas, hombres desencarnados, y nuestras relaciones con ellos exigen tanta reserva y prudencia como las que tenemos con nuestros semejantes.
No ver en el Espiritismo más que las manifestaciones de Espíritus inferiores, equivale a no ver más que el mal en la humanidad.
Las enseñanzas de los Espíritus han
- iluminado el camino de la vida,
- resuelto los oscuros problemas del porvenir,
- fortificado la fe vacilante
- y restablecido la justicia sobre sus inquebrantables bases.
Gracias a ellas, multitud de incrédulos y de ateos han creído en Dios y en la inmortalidad, millares de hombres ignorantes y viciosos han vuelto a entrar en la senda del bien y de la verdad.
¿Es esa pues la obra del demonio, y Satán, si existiese, sería tan necio que trabajase en detrimento de sus intereses?
Basta tener alguna perspicacia para distinguir la naturaleza de los Espíritus, y hacer, en nuestras relaciones con ellos, la parte de lo que debe ser rechazado o conservado.
Jesús lo ha dicho: «Por los frutos se conoce el árbol.»
El lenguaje y las instrucciones de los Espíritus elevados llevan siempre un sello de dignidad, caridad y sabiduría.
Las comunicaciones de los Espíritus inferiores pecan por los defectos contrarios.
Están llenas de contradicciones y tratan generalmente de asuntos vulgares, sin alcance moral.
Los Espíritus ligeros o inferiores se entregan de preferencia a las manifestaciones físicas.
El Espiritismo trae a la humanidad una enseñanza proporcionada a sus necesidades intelectuales.
Viene a restablecer en su pureza primitiva, a explicar y a completar la doctrina del Evangelio, a librarla del espíritu de especulación, de los intereses de casta, a devolverle su verdadera representación y su influencia sobre las almas.
Por esto es considerado con espanto por aquellos cuyo sosiego turba y cuya autoridad disminuye.
El tiempo ha alterado la doctrina de Cristo, y hoy día no ejerce más que una acción débil e insuficiente sobre las costumbres y los caracteres.
Pues bien, el Espiritismo viene a tomar a su cargo y a proseguir la tarea encomendada al cristianismo.
A los Espíritus invisibles corresponde en adelante la misión de restablecer todas las cosas, de penetrar en los centros más humildes y en los más adelantados, y, en multitud innumerable, trabajar para la regeneración de las sociedades humanas.
La teoría de los demonios y del infierno eterno no puede ya ser invocada por ningún hombre sensato.
Satán no es más que un mito. Ninguna criatura está destinada eternamente al mal.
Por Léon Denis. Para el libro «Después de la Muerte: Exposición de la Doctrina de los Espíritus» (1889) – Puedes descargarte una copia en PDF gratuitamente desde este enlace de CursoEspirita.com https://cursoespirita.com/wp-content/uploads/DespuesMuerte.pdf