El grupo espírita es, antes que nada, un punto de encuentro fraternal y de oración, de estudio y ayuda (sea esta de contenido asistencial, moral o de esclarecimiento espiritual)…Todos estos aspectos están incluidos porque es esencialmente un lugar de crecimiento. Allá acudimos de manera organizada y perseverante, pues sabemos que para lograr más armonía interna y madurez espiritual precisamos dedicación mínima y constancia.
El espiritismo es una escuela de pensamiento y un vehículo filosófico-trascendental para la transformación personal…, y por lo tanto, el centro espírita debe ser una célula viva donde se expresen y canalicen todas estas cosas.
Para ello trabajamos con textos que recogen la rica ciencia espiritual de la Doctrina de los Espíritus, pero también nos instruimos más allá del estudio: en la aplicación del pase, en la concentración y elevación del pensamiento, en la atención fraterna a algún necesitado del camino (encarnado o desencarnado), y… algo muy expresivo, en el que se apoya esta disertación: en la convivencia.
Afinarnos en la correcta convivencia con otros compañeros de ideal (independientemente de la mayor o menor afinidad que haya entre los miembros) es algo tan instructivo y valioso como el mismo estudio… y claramente esencial en nuestro camino si nos decimos seguidores de la escuela espiritista que, antes que nada, es vehículo activo de autoreforma y elevación del ser inferior.
Acudimos cada semana a contribuir con nuestra palabra… pero también a escuchar (una habilidad mucho más dura de adquirir de lo que se piensa)… Y a ayudarnos unos a los otros como miembros de un grupo (al que no acudimos por acaso), por lo que unas veces nos tocará el papel de maestros y otras veces de alumnos, es decir; tendremos que estar preparados para intercambiar los papeles cuando toque… aunque en muchas ocasiones esto represente todo un reto para la vanidad y el juego de los personalismos (que, a no dudar, más de una vez serán puestos a prueba)
Todo lo anterior marca la diferencia entre una reunión común y una reunión eleva, pero será intento inútil conseguir si no somos capaces de crear una atmósfera que vaya más allá del simple hábito de debatir o teorizar, o si las propuestas elevadas quedan supeditadas a la estéril exhibición de egos…, porque aunque, ocasionalmente, pueda haber lugar para el debate (constructivo) no se debe pasar por alto que más que debatir venimos a CONSTRUIR un proceso dialógico, y esta debe ser nuestra prioridad en cada reunión, siempre.
El espírita concienciado, siempre se apartará de las teorizaciones sin fondo real y los juegos de intelectualismo vacío que conducen a tierra de nadie. Sabe que tiene que aprovechar el tiempo en otras cosas de más calado. Tenemos el deber de trascender la onda de relativismo egocéntrico y estéril que nuestra cultura y sociedad generan, y por encima de eso, acudir a la hora marcada como a lo que de hecho es: un encuentro espiritual, y por lo mismo; a comprender, acoger, compartir y aprender. Porque independientemente de nuestra experiencia y saber, TODOS SIN EXCEPCIÓN TENEMOS QUE APRENDER COSAS…
La controversia estéril jamás será el motor de la actividad de un centro espiritista auténtico. Preferible será siempre que haya menos retórica y más integración humana. Nuestro paso por un centro espírita siempre marcará dos tiempos: el de la teorización y el de la interiorización (las vivencia real del Espiritismo por dentro)… no quedarnos solo en el primero es el gran desafío.
Reflexionemos.
LA SALUD DE UN CENTRO ESPÍRITA
Un grupo o colectivo también enferma como organismo vivo que es. Hay muchas cosas que hablan de la buena salud de un centro espírita, pero nos vamos a quedar con tres.
DINAMISMO: Reuniones participativas, estudio y reparto de responsabilidades (sin coaccionar, sin discriminar o infravalorar).
PENSAMIENTOS ELEVADOS: oración y fe, confianza y colaboración solidaria entre todos, apoyo vibracional a los más necesitados…
BRÚJULA SIEMPRE PUESTA EN KARDEC: Por una simple cuestión de coherencia doctrinaria. Una cosa es el universalismo de la doctrina espírita y otra el sincretismo, en las mezcolanzas que disgregan y confunden terminando por desviarse de los objetivos esenciales.
Todo estas cosas y otras más hablan de la buena salud de un grupo espírita, pero si lo simplificáramos todo, nos quedarían dos cosas: ACEPTACIÓN (de unos y otros) Y SERVICIO. Sin ellas el grupo, por brillante, preparado y organizado que esté, será un grupo estéril o disfuncional en algún punto.
La aptitud es importante…pero aún lo es más la actitud. Se puede ser espirita de superficie y espirita de conciencia. El segundo nunca utilizaría el centro de reuniones como escenario de sus frustraciones, de sus luchas íntimas o de sus aspiraciones personalísticas. Al fin y al cabo, el auténtico espirita no es el que está exento de estas carencias anímicas, sino el que las reconoce en si mismo y las frena… y además impide que tomen forma en el clima de un trabajo compartido.
«No resaltéis las debilidades e imperfecciones de los que tienen menos resistencias que vosotros, porque cada cual posee un área de fragilidad que aún no consiguió fortalecer.» Eurípides Barsanulfo
EL SERVICIO MEDIÚMNICO
¿Cuándo estamos preparados?
Hay una enseñanza elemental e ineludible que se efectúa a través del estudio del «Libro de los Espíritus«, «El Libro de los Médiums«, estudios sistematizados, etc. Pero, igualmente, hay un aprendizaje que sólo se obtiene con la práctica, y es el que realizamos cuando hacemos efectivo el servicio mediúmnico.
La mediumnidad dentro de los parámetros del Espiritismo, es una moneda con dos caras (estudio / práctica); necesarias ambas para dar significado y valor a la misma. Es por esto que cuando la labor mediúmnica llama a la puerta, resulta del todo pueril postergar innecesariamente su puesta en práctica alegando falta de preparación; sobretodo cuando en algunos casos puede ser mero disculpismo para no acometer los compromisos asumidos; y en otros puede muy bien ser inseguridad o prudencia mal comprendida (porque una cosa es meridiana: perfectamente preparados no vamos a estar en esta existencia).
A no dudar, será con la práctica que iremos aprendiendo y puliendo la enorme complejidad del psiquismo, orientado a nuestros hermanos más necesitados de uno u otro plano de la vida (esta y no otra es la finalidad del intercambio mediúmnico para el Espiritismo).
Como ignoramos cuando caduca nuestra estancia en el plano material, será más que prudente no dilatar en el tiempo nuestra entrega y labor en el campo mediúmnico espiritista, que no es otra cosa que el psiquismo puesto al servicio de la caridad.
Cuando estemos preparados, cuando hayamos recorrido el trayecto de la imprescindible preparación: pongámonos a trabajar sin reservas ni resistencias que bloqueen nuestro cometido.
El fantasma de la desconfianza
Citamos mucho al egoísmo, la vanidad, la inercia o las disputas personales, etc., como factores negativos que impiden el crecimiento moral del individuo y de los colectivos o grupos del que este hace parte. Pero hay otro muy a tener en cuenta, que por ser profundamente atávico e instintivo (y por lo mismo estar muy generalizado), es muy sutil y cuando se instala, es generador de los anteriores factores negativos que tanto citamos.
Este obstáculo “fantasma” es muy perjudicial y causa de innumerables sinsabores para nosotros mismos y para los demás (cuando finalmente logra expresarse hacia fuera). Se llama DESCONFIANZA, y es un monstruo con muchos tentáculos.
La desconfianza paraliza las mejores promesas y potencialidades, es un veneno anímico que debemos erradicar de nuestras filas. Hablamos de ese recelo (casi siempre desmedido o del todo injustificable) de unos hacia otros, esa expresión profundamente atávica de nuestro ego, oriunda del primitivo instinto de conservación que si no para de “alimentarse” (justificarse) se hace insaciable y nunca queda satisfecho pues siempre buscará ocasiones reales o ficticias para tomar forma.
La desconfianza (de nuestras capacidades o de las de los demás) es hermana del orgullo y genera mal estar y apreciaciones cognitivas limitadas de naturaleza inferior:
• Es generadora de otro gran mal: la insatisfacción vital
• Dificulta el libre fluir de las energías sutiles de naturaleza superior
• Es del todo incompatible con las virtudes superiores que debemos cultivar
Resaltamos que estamos hablando de algo que nada tiene que ver con la disciplina o la vigilancia (elementos del todo aconsejables), pero que a menudo busca justificarse confundiéndose con estas.
La desconfianza es peligrosa porque es paralizadora por esencia. Por ella (ya seamos nosotros o los demás) no estaremos suficientemente preparados… el compañero o compañera no son todo lo formales que deberían… este o aquella no estudian lo suficiente… el médium no es fiable… el adoctrinador no reúne los suficientes méritos morales, etc, etc. Y en cuanto a los méritos: somos espíritus de mediana evolución, estamos encarnados, y por lo tanto, es obvio que nunca seremos instrumentos perfectos, ¿porqué preocuparse en señalar?
La perfección (relativa, en cualquier caso) solo se alcanzará con la práctica desinteresada de las buenas obras.. no es un título oficial, es una obra del tiempo.
Nadie es perfecto (nadie tiene que serlo para realizar la labor mediúmnica con dignidad), y la labor-compromiso es demasiado trascendental en nuestra programación espiritual como para depositarla en los juicios superficiales, presuntuosos y/o ignorantes de nuestras desconfianzas. Estemos atentos, no desperdiciemos tiempo en estas cosas.
En El Libro de los Médiums (cap. 21, ítem 231, punto 3) queda bien reflejado que, de cara a los colaboradores de la luz, puestos a elegir, la “actitud” será siempre más valorada que la sola “aptitud”:
«Los Espíritus superiores no van a las reuniones donde saben que la presencia de ellos es inútil. En los círculos poco instruidos, pero que hay sinceridad, donde los médiums se esfuerzan para renovarse moralmente, ellos van buenamente. Pueden sin embargo apartarse de las reuniones donde predominan personas instruidas, pero que son orgullosas, irónicas o egoístas.»
EJEMPLO MORAL, NO AUTORITARIO
Vamos a comentar una frase que, tras su reflexión, tiene muchas claves que conectan con los motivos de esta exposición. Está sacada de la Revue Espirite nº5 (mayo de 1866), y su autor espiritual es Luis de Francia. Dice así:
«Si vuestra vida es un bello modelo donde todos pueden encontrar buenos ejemplos y sólidas virtudes, donde la dignidad se alía a una graciosa amenidad, alegraos, porque habréis comprendido, en parte, las obligaciones que el Espiritismo impone.»
Dignidad: formalidad, dedicación honesta, organización…
Graciosa amenidad: simpatía/ cordialidad, pensamiento constructivo, buen humor….
Obligaciones (que el Espiritismo impone): coherencia doctrinaria y empatía, ser buenos compañeros, ser más exigentes con nosotros que con los demás, etc.
Es decir, está claro que para llevar adelante un centro que se haga simpático a las corrientes de la sabiduría y la luz, y esté al mismo tiempo en consonancia con el ideal espiritista, es imprescindible trazar pautas, tener pulso firme cuando sea necesario y mantener un orden; pero esto no es lo mismo que ser autoritarios o cerrados, no venimos a dirigir conciencias (bastante trabajo tenemos para hacerlo con las nuestras) ni a juzgar los valores del prójimo.
Juana de Angelis habla de hombres-espejo, hombres-muro y hombres-puente. El primero es aquel de carácter débil que a nada se compromete, que se limita a dejarse llevar de manera pasiva; el segundo, de carácter duro (con más rigidez que empatía) levanta un muro en el proceso de comunicación y labor conjunta (y ojo, porque podemos levantar muros hasta siendo unos excelentes conocedores de la Doctrina espiritista); pero sólo el tercero es el ejemplo de más valor, porque está abierto al diálogo (de verdad), a las aportaciones de los demás y siempre es un “puente”, no solo entre sus compañeros sino entre él y los Espíritus de amor y paz.
Nos cabe analizar si estamos actuando de manera correcta (nunca es tarde para rectificar), si la mayor parte del tiempo somos simples espejos, si somos muros o si actuamos como puentes acercando corazones… dando valor a las opiniones de los demás, abriendo espacios para el encuentro, etc.
Por mucha que sea nuestra preparación y nuestra experiencia, podemos a efectos prácticos, ser el vivo ejemplo de aquellos que ayudan a consolidar el mensaje espiritista o todo lo contrario; porque podemos estar actuando como elementos de unión o de separación, ser elementos revitalizadores como también una carga extra para el grupo o para determinado compañero.
Como en casi todo, el carácter de la persona, es el eje de todo… el filtro (enriquecedor o deficitario) por el cual nos expresamos en el mundo.
Hay una frase en la que está condensado todo el devenir de un discípulo espiritista, ya sea en su trayectoria como integrante del Movimiento espírita de su país o simplemente de su grupo de trabajo. Es la cita del Espíritu de Verdad que todos conocemos y en donde están contenidas tantas cosas:
«Espiritas, amaos; este es el primer mandamiento. Instruíos, este es el segundo…»
Si prestamos atención, el amaos está colocado en primer lugar. Implica que no solo hace referencia al amor de amigo o de familia (si no lo esta de manera natural), sino que también habla de respeto, aceptación, etc., porque no venimos a trabajar solo con personas que nos son afines, sino todo sería muy sencillo… y necesitamos por encima de todo evolucionar.
El médico de los pobres (Bezerra), nos recuerda que nuestras inclinaciones ególatras ancestrales se hacen presentes hoy entre nosotros a través de la arrogancia y la inflexibilidad… del perfeccionismo y el autoritarismo… Reflexionemos y cambiemos de actitud, si es que por ignorancia estamos siendo instrumento del preconcepto, la intolerancia o la vanidad.
No detengamos nuestra labor por insinuantes y pasajeras invitaciones mundanas…
Vigilémonos cada día para no perder las bridas de nuestros egos…
Que crezcamos en sabiduría y humildad, contribuyendo a dignificar la bendecida escuela espiritista.
Juan Manuel Ruiz Glez