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Educación Espiritista

INTRODUCCIÓN

En las ciencias de la educación estudiamos que el ser humano es un ser incompleto y perfectible; es decir, que necesita del proceso educativo para avanzar y completarse.

Como piensan la mayoría de pedagogos e investigadores de la actualidad, el derecho a la educación responde a la misma naturaleza humana, por lo tanto, reducir el ser humano a una simple evolución biológica, es mermar sus posibilidades.

Nadie puede sustraerse al fenómeno educativo, siendo esta un proceso interactivo en el que el individuo se realiza en el seno de estructuras socio-culturales, políticas y espirituales. El mismo proceso del (re)nacimiento no es sino una nueva oportunidad (re)educativa que, por ley universal, nos permite ir limando los errores del pasado, de otras travesías… mediante las experiencias y desafíos del presente, rumbo al desarrollo de nuestro potencial eterno. 

Es cierto que vivimos en un mundo pluralista y en ocasiones competitivo, pero también es igualmente cierto que todos los seres humanos deben (y tienen) unos valores comunes porque, de lo contrario, dejarían de ser humanos. Inmersos en la aldea global estamos asistiendo a una incipiente percepción de interdependencia planetaria, más o menos generalizada, que parece brotar en muchos países, resaltándose inevitablemente el derecho natural a la educación como algo que trasciende el ámbito y los intereses de los Estados, apelando a un compromiso mundial.

Esta actual sensibilidad ante las posibilidades (y carencias) del hecho educativo parte de los movimientos pedagógicos de la Escuela Nueva (finales del s. XIX y principios del XX); continúa con el periodo siguiente al finalizar la II Guerra Mundial (concepción de la cultura como patrimonio a conservar y como uno de los derechos fundamentales), y se afianza a finales del s. XX y principios del XXI a través de la UNESCO, el Consejo de Europa, etc., con las políticas culturales y la consideración de la cultura como factor esencial del progreso.(1)

Es atendiendo a este valor de la educación como derecho fundamental y factor de desarrollo que se desprende la idea de que esta debe ser global y plural, porque debe atender las distintas facetas y edades en que el hombre desarrolla su personalidad, abarcando tanto al periodo escolar como a la edad adulta (educación permanente), y del mismo modo, atendiendo tanto los conocimientos tecno-científicos como aquellos que hacen viable su desarrollo interno.

Es aquí donde se hace esclarecedora la necesidad de superar el desgastado modelo instrumental-materialista (que afecta también al sistema educativo actual), sistema que condiciona al niño y limita a la juventud al simple molde económico, transfiriendo consignas pseudo-educativas (a menudo del todo erróneas) que venden una supuesta felicidad cuando en realidad los coloca como potenciales clientes al servicio del mercado.

Y es resaltando el desarrollo y la dignidad humana, que la educación promueve y preserva, que resulta totalmente contra-natura (por reduccionista) obviar el factor espiritual en el proceso educativo; pues no solo constituye el foco esencial de la verdadera dimensionalidad humana, sino que como es recogido en las diversas tradiciones y filosofías que enriquecen la historia, es en el espíritu donde se hayan las matrices del ser real y su proyección en el mundo.

Así como no existe progreso auténtico sin educación, no existe evolución real sin espiritualidad.

ESPIRITISMO: PEDAGOGÍA UNIVERSAL DE LAS ALMAS

El Espiritismo es la filosofía secreta pero latente en todas las épocas y culturas de la humanidad, la ciencia implícita tras los fenómenos naturales, sociales y religiosos de la humana experiencia. Con el sentido unificado y concreto que hoy la entendemos, toma cuerpo de doctrina en la 2ª mitad del s. XIX, con la publicación de El libro de los espíritus, a través de la codificación hecha por Allan Kardec (pseudónimo de un educador discípulo del gran Pestalozzi y, como él, uno de los padres de la pedagogía moderna).

Debemos dimensionar la filosofía espiritista como el proceso educativo que es (uno de los principales cometidos de esta ponencia); primeramente por su propuesta mayor que es la auto-reforma del individuo, y por ende de la sociedad, y segundo, porque estudia y se ocupa del ser humano de una manera extraordinariamente global, teniendo en cuenta su aspecto biológico y social, moral, psicológico y espiritual.

El espiritismo es la misma ciencia de la vida, aquella que posibilita al hombre su formación completa en todos los ámbitos de expresión del ser, incluyendo el ineludible proceso de espiritualización y mejora a través de los campos del bien, como ciudadano completo, consciente y comprometido, y como espíritu inmortal (el autentico proceso educacional no sería tal si atendemos exclusivamente los aspectos cognitivos y-o intelectuales, siendo la persona no solo un ente instrumental sino trascendental).

Es, al mismo tiempo, un colosal tratado filosófico-moral y una completa praxis educativa de carácter integral y esencialmente humanista. Reúne pues los méritos suficientes como para ser propuesta por los Espíritus superiores como la III Revelación.

La doctrina espiritista se erige en la pedagogía universal de las almas, la docencia libre, ennoblecedora y espiritual que todos esperamos (aunque la mayoría ignoremos). Una pedagogía no solo válida para la breve existencia carnal, sino que además, prepara para la siguiente, aquella que todo hombre vive una vez cesa la experiencia carnal como la entidad multidimensional que es.

Podemos trazar la proyección histórica del Espiritismo como filosofía educativa con una línea que partiría de los bosques sagrados de la Europa celta, continuaría a través de la Escuela de Atenas (Sócrates y Platón son precursores del Espiritismo) y más tarde con las enseñanzas del primitivo cristianismo simbolizado en la mansión del camino… Del mismo modo, sintonizaría inevitablemente con el pensamiento humanista de la Ilustración y los movimientos de la nueva pedagogía (especialmente la “Escuela Popular” de Pestalozzi y las propuestas innovadoras de la “Escuela Nueva”), sin olvidarnos de la psicología transpersonal que irrumpe a finales de los 60s.

La enseñanza espiritista lleva explícitas ciertas características, como son:

• Carácter universal
• Ser abiertamente democrática y esencialmente humanista
• Apuesta por la integración ciencia-espiritualidad(2)

¿QUE APORTA LA EDUCACIÓN ESPÍRITA?

Vivimos una época de transición donde, especialmente la cultura occidental, se enfrenta a lo sembrado durante centurias a base de ostracismo y autocomplacencia que la han terminado por conducir a esta crisis (algo mucho más profundo que la inestabilidad de los mercados). Y, precisamente ahora, que tanto necesitamos la prevalencia de los valores superiores que nos hermanan, la filosofía y la moral son prácticamente excluidas del sistema educativo a base de políticas restrictivas y abiertamente utilitaristas.

La escuela y la universidad se ven reducidas a la mera instrucción (y esta, enfocada casi exclusivamente al mercado laboral), hasta el punto que más que educar para la vida nos instruyen para la competitividad. De manera generalizada, todo se sintetiza en una educación ambigua orientada para el éxito (pero, ¿qué éxito?); lo que es igual que prepararnos para retroalimentar al sistema (capitalista) que forma parte del paradigma obsoleto que, precisamente, debemos superar y cambiar por presentar evidentes signos de desgaste.

Mediante consignas manipuladoras y a través del aparato publicitario y administrativo nos inducen al culto del becerro de oro (consumismo y exaltación de los sentidos), convirtiéndonos en hijos de la insatisfacción y la neurosis… hecho que propició tantas veces la caída de las anteriores civilizaciones. Parece que el ego se resiste a aprender de la historia…

Educación para la trascendencia

Para comprender el proceso educativo humano de manera integral el Espiritismo considera imprescindible la educación de la espiritualidad inherente a la persona, como ser psico-biológico, social y espiritual.

Junto a la Cultura de Paz (propuesta por la ONU en 1999), se hace igualmente necesario una educación de la trascendencia, pues, a parte de favorecer el auto-desarrollo personal actuaría como profilaxis perfecta para incentivar en el hogar y en la escuela, la comunidad y el mundo el cultivo de los valores ennoblecedores (en lugar de limitarnos a la competitividad y la lucha de intereses).

La trascendencia como recurso educativo y valor práctico, actuaría como la gran fuerza opositora del materialismo y las diversas formas de conflicto, porque tendría como base incuestionable la unidad esencial que nos une a todos y a Todo.

Es en este punto, que el estudio y práctica del Espiritismo como doctrina filosófica y escuela superior del pensamiento, ayudaría a la criatura humana a evitar acudir al falso refugio del hedonismo disgregador y anestesiante de los valores superiores (que todo hemos venido para desarrollar), así como en el nihilismo que gobierna en buena parte de la sociedad y la cultura, que, a corto o largo plazo, tan solo conduce al hastío, el desencanto y el bloqueo existencial… precisamente por apartarnos de nuestra realidad espiritual y eterna, quedando distanciados de nosotros mismos, y por extensión de los demás.

La religiosidad es opcional, pero la espiritualidad es inevitable si hablamos de salud y progreso integrales.

El materialismo y el pensamiento hedonista que sólo persigue la efímera satisfacción de los sentidos, por funcionar como bloqueadores del potencial humano (y por lo mismo, como fuerzas contrarias a la evolución), deberían encontrar en la cultura los medios necesarios para ofrecer a la criatura humana opciones más elevadas y equilibradas de superación de conflictos y desarrollo personal. Por ello, la doctrina de los Espíritus, como poderoso contrapunto al egoísmo, propone desde 1857 por encima de todo: las actitudes ennoblecedoras, el compromiso humano (más allá de la actual existencia) y las obras solidarias dentro de una concepción vinculante a la educación formal.

Como espíritas resaltamos el valor de instituciones y personas que apuesten por una cultura que vaya más allá de la égida neoliberal, actuaciones (leyes y programas) que no se desvinculen del humanismo que siempre debe ser preservado en toda propuesta educativa que se precie de serlo.

Moral espírita, cultura espírita

Dentro de la propuesta espiritista podemos hablar de moral cuando hablamos de todo aquello que tiene que ver con el comportamiento, la auto-reforma, etc (es decir, con la educación propiamente dicha) y de cultura cuando tratamos del saber y los conocimientos (y aquí hablaríamos de instrucción doctrinaria).

Si tuviéramos que quedarnos con una sola (moral o cultura) sin duda resaltaríamos la primera, porque es la esencia del mensaje de los Espíritus superiores: la entrega a los demás, trabajar nuestras inclinaciones inferiores, etc; pero, que duda cabe, que sería aún mejor que a demás de educarnos en la moral, en la auto-reforma, nos instruyéramos en el estudio de las obras espíritas, adquiriendo más formación, enriqueciendo nuestro punto de vista y ampliando nuestro conocimiento. Es obvio que hace mucho más un espírita informado que otro desinformado.

Hablamos de cultura espírita porque el Espiritismo es una escuela de saber universal. Cuando consultamos las obras básicas, estudiamos la numerosa bibliografía complementaria, asistimos a disertaciones y estudios, etc., entroncamos inevitablemente con otras disciplinas del saber humano como la filosofía, la psicología, la biología, etc., que son a su vez observadas por nuestra doctrina de manera natural, con la única diferencia de que el Espiritismo no se limita a los enfoques del materialismo, sino que acopla la trascendencia (lo espiritual) a toda disciplina científica o materia de estudio.

Es por todo esto que resultaría muy útil por parte de centros e instituciones espíritas, apostar por la valoración y la proyección del vasto y completo bagaje histórico, literario, artístico y científico acumulado en estos casi siglo y medio de saber espírita, presente en las obras clásicas y contemporáneas, para contribuir a un mayor protagonismo, resalte y divulgación de la cultura espiritista.

REEDUCANDO ACTITUDES (EL ESPÍRITA EDUCADO)

Pureza doctrinaria y escollos

Debemos habituarnos a ver la filosofía espiritista como un proyecto educativo integral. Es una pedagogía espiritual que al mismo tiempo, y como consecuencia natural, conlleva una praxis educativa que incluye instrucción multidisciplinar y educación de nuestra manera de ser y estar en el mundo.

Se hace complicado comprender que alguien se diga espírita, y al mismo tiempo sea indiferente a las necesidades de su comunidad, tenga escasa conciencia ciudadana o no le parezca relevante la adquisición de una mínima inteligencia emocional. En una palabra: los aspectos psicológicos y emocionales propios (tuyos, míos, nuestros), también deben ser observados al mismo tiempo que estudiamos a Kardec o André Luiz, o asistimos a las reuniones del grupo espírita.

Ser espiritista no es una cuestión de mera intelectualidad o formación. Por muy cultivado y formal que sea nuestro exterior, no hay espiritismo auténtico si no late un espiritismo interno.

Siendo también la educación un instrumento para la integración, así como para la superación de desigualdades y conflictos, es (por ejemplo) del todo inconcebible desde el mensaje de nuestra doctrina, que haya individuos y-o centros que se consideren por encima de otros, excluyendo otras maneras de expresión y sentimiento. El espiritismo, como filosofía y ciencia educativa jamás debe incurrir en el rechazo y, por el contrario, trabajar para la inclusión.

Como cualquier colectivo donde contamos con el factor humano, el movimiento espírita también precisa de una auto-evaluación y posterior diseño (o rediseño) de acciones y proyectos, donde el intercambio sano, la convivencia enriquecedora y la aceptación entre individuos y grupos sean sus principales estrategias. Para disponer de credibilidad y fuerza debemos atender a la oportuna y acertada socialización de sus miembros. Debemos estar unidos para enfrentar todos los desafíos que nos puedan venir (a nosotros y al mundo en esta hora de transición), porque con unión y paz en el corazón no habrá contratiempos insalvables.

En la planificación de cualquier proyecto (educativo, empresarial, de investigación, etc) es imprescindible que figuren las fases de la evaluación, que es donde se incluye la revisión del plan de acción para una mejora de la intervención… Nosotros igualmente necesitamos el elemento evaluativo dentro de las filas espiritistas, para diseñar acciones de convivencia y colaboración, así como revisar y sanear posturas erróneas que se hayan podido instalar y obstaculicen el proceso de la planificación-acción, como: actitudes discriminatorias, elementos de fanatismo, etc.

Por ejemplo: Una actitud errónea (en este caso no intencional) podría ser la implantación de programas que no tienen en cuenta las características culturales y sociales de los diferentes ámbitos de la aplicación (por ejemplo: un programa, un curso, etc., que da excelentes resultados en un país, no tiene porque funcionar en otro, por óptimo que este sea).

Si en conciencia y más allá del rótulo nos sentimos verdaderamente espiritistas, entonces, casi por espontánea inercia, debemos reaccionar contra ciertas inclinaciones de nuestro yo capaces por si solas de hacer que no cumplamos realmente nuestro cometido.

Todos nuestros pensamientos y acciones que no contribuyan a la solidaridad, el respeto y la unión, tienen que ser apremiantemente revisados (para su posterior trabajo interno de superarlos) sino queremos convertirnos más en piedras en el camino que estímulos de lucha y progreso en común.

Debemos pues, atendiendo a la conciencia interna que decíamos antes, hacer todo lo posible por actuar como se supone que un espírita lo haría, es decir; recurrir a la humildad, la empatía y el desprendimiento cuantas veces sean necesarias, a fin de desembarazarnos del personalismo (individual, local o institucional) que todo lo enturbia, que todo lo atrasa y complica. Tal vez no se solucionen todos los problemas y desafíos (pues no todo depende de nosotros) pero, al menos de nuestra parte, estaremos con coherencia doctrinaria y, sobre todo, con conciencia.

Trabajando el desarrollo personal

A veces, en los grupos, en las asociaciones, en los encuentros anuales, etc., se observa un exceso de formalismo y rigurosidad, un contacto distante y (excesivamente) aséptico entre los concurrentes y/o portavoces. Respetando la idiosincrasia de la personalidad de cada cual, no podemos dejar de apuntar que cada encuentro (desde el más informal al más institucional) es también un motivo especial que nos convoca para ser accesibles, solidarios y cariñosos.

Puede haber un exceso de distanciamiento, ausencia de empatía y/o sensibilidad interpersonal escondidos tras un talante serio y disciplinado. Sin embargo, seriedad y disciplina dejan de ser un valor por si solas si no van unidas a la apertura del corazón y al proceso de diálogo (que siempre debe estar activado). Más vale una actitud más alegre y desenfadada (pero en cambio sincera y cálida) que aquella otra que solo es distante y exigente., pero que a efectos prácticos es incapaz de ir más allá del formalismo y de lo convencional.

NECESITAMOS LA REEDUCACIÓN DE ACTITUDES DENTRO DEL MOVIMIENTO ESPÍRITA, porque si la unificación no es apremiante, esta reeducación de intenciones, por parte de los trabajadores espíritas sí que lo es. Resulta infinitamente más transformador sustituir el deseo de lucimiento personal o el recurrente impulso de llevar siempre la razón, por la ACTITUD DE SERVIR, es decir: ser constructivos, buscar soluciones comunes, e ir siempre a lo que realmente importa.

El momento es “ahora”

La educación espírita es un compendio de filosofía, psiquismo y moral universales, pero (como se desprende hasta aquí) también es una praxis comportamental. Y es que, estimados compañeros, el futuro del movimiento espírita no dependerá tanto de innovadoras intervenciones y/o propuestas que resalten su aspecto científico, como tampoco de una mayor presencia de cursos de evangelización infanto-juvenil, etc., sino que este dependerá en mayor medida de la ACTITUD del propio espírita (y este sería quizá el punto más importante de esta ponencia).

Los centros impregnados de un religiosismo atávico quizá no sean la apuesta más coherente con la doctrina espírita, pero aún menos lo es la constitución de sociedades cientifistas y presuntamente “actualizadas”, diseñadas desde la intimidad de ciertos egos con la encubierta (o quizá ignorada) finalidad de disgregar, separar…, justo en esta hora en que las entidades de la luz adscritas al mensaje del Consolador nos piden unión y labor conjunta.

Seamos hoy, ahora mismo, humildes, sensatos y decididos. Precisamos de la metacognición, es decir: del análisis y captación consciente de nuestro procesamiento interno (la capacidad que tenemos de autorregular el propio aprendizaje). De esta manera estaremos más capacitados para descubrir y reajustar tanto conflictos y bloqueos, como conceptos mal asimilados y/o ambiguas maniobras propias de la mente inferior, que no del Espiritismo.

Podemos ser excelentes organizadores de simposios y congresos, realizar una brillante oratoria sobre las virtudes de la doctrina y su aportación al desarrollo humano o hacer una magnífica disertación sobre el papel de la glándula pineal en el proceso mediúmnico, y, no obstante, no salir de la superficie de lo que significa ser espírita… Porque solo siendo fraternos y pacificadores, instrumentos de unión y de paz, estaremos en condiciones de irradiar la esencia luminosa de lo que implica ser verdaderos espiritistas.

El tiempo de las oportunidades se agota inexorablemente… Mientras aún estemos a tiempo, ocupémonos de abrir caminos desde las bases, de contribuir para el asentamiento y dignificación de la cultura espírita y, sobre todo, propiciar el amor y despertar la esperanza.

Juan Manuel Ruiz Glez.


(1) – El pleno desarrollo de la personalidad humana es recogido en el art. 26 de la Declaración de los Derechos Humanos y en el 27 de la Constitución Española, así como en otros Pactos y Conferencias europeas y mundiales, como la Conferencia sobre Educación para Todos de Jomtien (Tailandia, 1990)

(2) – Como ya hoy proponen abiertamente ciertas ramas de la Psicología y muchos planteamientos de la Física cuántica.

Escrito por Juanma

Juan Manuel Ruíz González es miembro de la Asociación Espírita José Grosso de la ciudad de Córdoba (España) y fundador del grupo de Facebook «Doctrina Espiritista 2.0». También escribe artículos en publicaciones espíritas como el periódico madrileño «El Ángel del Bien» y es asiduo colaborador de la web Zona Espírita.

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