Preguntas Diversas
1. El desarrollo de la mediumnidad, ¿tiene relación con el desarrollo moral del médium?
“No. La facultad propiamente dicha depende del organismo; es independiente de la moral. No pasa lo mismo con el uso que se hace de ella, que puede ser bueno o malo, de acuerdo con las cualidades del médium.”
2. Siempre se ha dicho que la mediumnidad es un don de Dios, una gracia, un favor. ¿Por qué, entonces, no constituye un privilegio de los hombres de bien? ¿Por qué vemos personas indignas que la poseen en el más alto grado, y abusan de ella?
“Todas las facultades son favores por los cuales se debe dar gracias a Dios, pues hay hombres que están privados de ellas. Podríais también preguntar por qué Dios concede buena visión a los malhechores, destreza a los estafadores, elocuencia a quienes sólo la usan para el mal. Lo mismo sucede con la mediumnidad. Si hay personas indignas que la poseen, es porque necesitan de ella más que las otras, para mejorarse. ¿Acaso suponéis que Dios niega los medios de salvación a los culpables? Por el contrario, los multiplica en el camino que recorren, los coloca en sus manos. Al hombre le corresponde aprovecharlos. Judas, el traidor, ¿no obró milagros y sanó enfermos en su condición de apóstol? Dios permitió que tuviera ese don para hacer que su traición fuera más detestable.”
3. Los médiums que hacen mal uso de su facultad, que no se valen de ella para el bien, o que no la aprovechan para instruirse, ¿sufrirán las consecuencias de esa falta?
“Si la usan mal serán doblemente castigados, porque cuentan con un medio más para ilustrarse y no lo aprovechan. Aquel que ve con claridad, pero tropieza, es más censurable que el ciego que cae en una zanja.”
4. Hay médiums que reciben comunicaciones espontáneas y casi continuas acerca de un mismo tema: sobre ciertas cuestiones morales, por ejemplo, o sobre determinados defectos. ¿Tiene eso una finalidad?
“Sí, y esa finalidad es ilustrarlos acerca del asunto que se reitera con frecuencia, o para que se corrijan de ciertos defectos. Por eso a algunos médiums los Espíritus les hablan sin cesar del orgullo, y a otros de la caridad. Sólo la insistencia con que son tratados esos temas podrá, por fin, abrirles los ojos. No existe un médium que abuse de su facultad, por ambición o por interés, o que la comprometa por causa de un defecto grave, como el orgullo, el egoísmo, la liviandad, etc., y que no reciba de tiempo en tiempo algunas advertencias de los Espíritus. Lo malo es que la mayoría de las veces no las toma como dirigidas a sí mismo.”
Observación de Allan Kardec – Los Espíritus a menudo imparten sus lecciones con reserva. Lo hacen de modo indirecto, para no quitarle el mérito al que sabe aprovecharlas y las aplica a sí mismo. Sin embargo, el orgullo y la ceguera son tan grandes en algunas personas, que estas no se reconocen en el cuadro que los Espíritus les ponen delante de los ojos. Peor aún: si el Espíritu les da a entender que se refiere a ellas, se encolerizan y lo califican de embustero o de bromista de mal gusto. Con eso alcanza para probar que el Espíritu tiene razón.
5. Cuando el médium recibe lecciones de carácter general, sin una aplicación personal, ¿no actúa como un instrumento pasivo que sirve para instruir a los demás?
“Muchas veces esos avisos y consejos no son dirigidos al médium personalmente, sino a otras personas, a las cuales sólo podemos llegar por intermedio de él. No obstante, el médium debe asumir la parte que le toca, en caso de que no lo haya cegado su amor propio.
”No creáis que la facultad mediúmnica haya sido concedida para corregir tan sólo a una o dos personas. No, el objetivo es más elevado: se trata de toda la humanidad. Un médium es un instrumento que, en cuanto individuo, tiene muy poca importancia. Por eso, cuando damos instrucciones que deben beneficiar a la generalidad de las personas, nos servimos de aquellos médiums que ofrecen las facilidades necesarias. No obstante, tened por cierto que llegará el tiempo en que los buenos médiums abundarán, de modo que los Espíritus buenos no se verán obligados a valerse de instrumentos inadecuados.”
6. Dado que las cualidades morales del médium alejan a los Espíritus imperfectos, ¿a qué se debe que un médium dotado de buenas cualidades transmita respuestas falsas o groseras?
“¿Conoces acaso todos los secretos de su alma? Por otra parte, sin que sea vicioso, el médium puede ser liviano y frívolo; y a veces también necesita una lección, a fin de que mantenga una actitud vigilante.”
7. ¿Por qué los Espíritus superiores permiten que personas dotadas de gran poder como médiums, y que podrían hacer mucho bien, sean instrumentos del error?
“Los Espíritus superiores tratan de influir sobre ellas. Con todo, cuando esas personas se dejan arrastrar por caminos equivocados, ellos no se lo impiden. Por eso se sirven de ellas con repugnancia, ya que la verdad no puede ser interpretada por la mentira.”
8. ¿Es absolutamente imposible que se obtengan buenas comunicaciones a través de un médium imperfecto?
“Un médium imperfecto puede, algunas veces, obtener cosas buenas, porque si dispone de una facultad valiosa los Espíritus buenos podrán servirse de él, a falta de otro, en circunstancias especiales. Pero sólo lo harán ocasionalmente, porque tan pronto como encuentren un médium que les convenga más, darán preferencia a ese.”
Observación de Allan Kardec – Se debe tomar en cuenta que, cuando los Espíritus buenos consideran que un médium deja de estar bien asistido, y a causa de sus imperfecciones se convierte en presa de Espíritus embusteros, por lo general favorecen la aparición de circunstancias que ponen en evidencia los defectos del intermediario, y lo apartan de las personas serias y bien intencionadas, de cuya buena fe se podría abusar. En ese caso, sean cuales fueren las facultades que ese médium posea, no hay razón para lamentarse.
9. ¿Cuál es el médium que podríamos denominar perfecto?
“¿Perfecto? ¡Ah! Bien sabéis que en la Tierra no existe la perfección; de lo contrario no estaríais en ella. Decid, por consiguiente, un buen médium, que ya es mucho, porque los buenos médiums son escasos. El médium perfecto sería aquel ante el cual los Espíritus malos nunca hubieran osado hacer la tentativa de engañarlo. El mejor médium es el que, por el hecho de simpatizar exclusivamente con Espíritus buenos, ha sido engañado con menos frecuencia.”
10. Si el mejor médium sólo simpatiza con Espíritus buenos, ¿cómo permiten estos que sea engañado?
“A veces los Espíritus buenos permiten que eso suceda con los mejores médiums, a fin de que ejerciten su juicio, y para enseñarles a discernir lo verdadero de lo falso. Además, por mejor que sea, un médium nunca es tan perfecto como para que no pueda ser atacado por algún lado débil. Eso debe servirle de lección. Las comunicaciones falsas que de tiempo en tiempo recibe son advertencias para que no se considere infalible ni se deje envolver por el orgullo. El médium que obtiene las cosas más notables no tiene motivo para vanagloriarse, como tampoco lo tiene el organillero que produce las más hermosas canciones con solo accionar la manivela de su instrumento.”
11. ¿Cuáles son las condiciones necesarias para que la palabra de los Espíritus superiores llegue hasta nosotros pura, libre de cualquier alteración?
“Querer el bien; rechazar el egoísmo y el orgullo. Ambas cosas son necesarias.”
12. Si la palabra de los Espíritus superiores sólo nos llega pura en condiciones que son difíciles de cumplir, ¿no es eso un obstáculo para la propagación de la verdad?
“No, porque la luz siempre llega a quien desea recibirla. Todo aquel que quiera esclarecerse debe huir de las tinieblas, y las tinieblas están en la impureza del corazón.
”Los Espíritus a quienes consideráis como personificaciones del bien no atienden de buen grado al llamado de los que tienen el corazón manchado por el orgullo, la codicia y la falta de caridad.
”Así pues, los que deseen esclarecerse, despójense de toda vanidad humana, y humillen su razón ante el poder infinito del Creador. Esa será la mejor prueba de la sinceridad que los anima. Se trata de una condición que todos pueden cumplir.”
Si desde el punto de vista de la ejecución el médium no es más que un instrumento, en el aspecto moral, en cambio, ejerce una gran influencia.
Dado que, para comunicarse, el Espíritu extraño necesita identificarse con el Espíritu del médium, esa identificación sólo puede producirse cuando entre ellos existe simpatía y, si así puede decirse, afinidad.
El alma ejerce sobre el Espíritu extraño una especie de atracción o de repulsión, según el grado de semejanza o de diferencia que haya entre ellos.
Ahora bien, los buenos sienten afinidad por los buenos, y los malos por los malos, de donde se deduce que las cualidades morales del médium ejercen una influencia muy grande sobre la naturaleza de los Espíritus que por su intermedio se comunican.
Si el médium es vicioso, los Espíritus inferiores se agrupan alrededor suyo y están siempre dispuestos a tomar el lugar de los Espíritus buenos que han sido evocados.
Las cualidades que de preferencia atraen a los Espíritus buenos son: la bondad, la benevolencia, la sencillez de corazón, el amor al prójimo, el desprendimiento de las cosas materiales.
Los defectos que los alejan son: el orgullo, el egoísmo, la envidia, los celos, el odio, la codicia, la sensualidad, y todas las pasiones con que el hombre se apega a la materia.
Todas las imperfecciones morales son puertas abiertas que dan acceso a los Espíritus malos.
No obstante, la que ellos explotan con mayor habilidad es el orgullo, porque es la que el hombre menos se confiesa a sí mismo.
El orgullo ha perdido a muchos médiums dotados de las más bellas facultades; médiums que, de no ser por esa imperfección, habrían podido convertirse en sujetos(1) notables y muy útiles.
En cambio, transformados en presas de Espíritus mentirosos, sus facultades se pervirtieron, y luego quedaron reducidas a la nada, a tal punto que varios de ellos se vieron humillados por las más amargas decepciones.
En los médiums, el orgullo se pone de manifiesto a través de signos inequívocos, sobre los que hace falta poner la mayor atención, puesto que ese defecto es uno de los que deben inspirar mayor desconfianza en relación con la veracidad de las comunicaciones.
Al principio, los médiums orgullosos exhiben una confianza ciega en la superioridad de las comunicaciones que reciben, y en la infalibilidad del Espíritu que las transmite.
De ahí surge un cierto desdén hacia todo lo que no provenga de ellos, porque creen que poseen el privilegio de la verdad.
El prestigio de los nombres célebres, con que se adornan los Espíritus que supuestamente protegen a estos médiums, los deslumbra, y como su amor propio sufriría si confesaran que han sido engañados, rechazan todos los consejos, e incluso los evitan, apartándose de sus amigos, así como de cualquier persona que pueda abrirles los ojos.
Si se dignan a escucharlos, no toman en cuenta para nada sus opiniones, porque dudar de la superioridad del Espíritu que los asiste sería casi una profanación.
Se ofenden con la menor contradicción, con una simple observación crítica, y a veces llegan a odiar incluso a las personas que les prestan ese servicio.
Los Espíritus que los arrastran a ese aislamiento –pues no quieren enfrentarse con contradictores– se aprovechan de esa situación para alimentar fácilmente sus ilusiones, hasta tal punto que les hacen tomar los más groseros absurdos por cosas sublimes.
Así pues, confianza absoluta en la superioridad de las comunicaciones que obtienen, desprecio hacia las que no llegan por intermedio de ellos, importancia irreflexiva atribuida a los nombres venerables, rechazo de los consejos, enojo ante toda crítica, alejamiento en relación con las personas que pueden ofrecerles opiniones desinteresadas, y confianza en su propia habilidad, a pesar de la falta de experiencia, tales son las características de los médiums orgullosos.
También debemos admitir que, muchas veces, las personas que rodean al médium son las que fomentan su orgullo.
Si tiene facultades de cierta trascendencia, lo buscan y lo alaban; entonces él se cree imprescindible y, cuando presta alguna ayuda, adopta aires de superioridad y desdén.
En más de una ocasión hemos tenido motivo para deplorar los elogios que habíamos dispensado a ciertos médiums, con la intención de estimularlos.
En comparación con el cuadro que acabamos de describir, resaltaremos aquí las características del médium verdaderamente bueno, aquel en quien se puede confiar.
Supongamos, ante todo, que ese médium posea una facilidad de ejecución que permita que los Espíritus se comuniquen libremente, sin el inconveniente de algún obstáculo material.
Sobre la base de esas condiciones, lo que más interesa considerar es la naturaleza de los Espíritus que habitualmente lo asisten, y para eso no debemos atenernos a los nombres, sino al lenguaje.
El médium nunca deberá olvidar que la simpatía que los Espíritus buenos le dispensen será proporcional a los esfuerzos que realice para alejar a los malos.
Convencido de que su facultad es un don que se le ha otorgado para el bien, no intenta de ninguna manera aprovecharse de ella, ni atribuirse algún mérito por poseerla.
Acepta como una gracia las buenas comunicaciones que se le transmiten, y sabe que para ser cada vez más digno de ellas debe esforzarse mediante su bondad, su benevolencia y su modestia.
El médium orgulloso se envanece de sus relaciones con los Espíritus superiores; este otro se humilla, porque se considera siempre indigno de ese favor.
Disertación de un Espíritu sobre la influencia moral
La siguiente instrucción, acerca de este tema, nos ha sido impartida por un Espíritu del cual ya hemos incluido numerosas comunicaciones en este libro:
“Como hemos dicho, los médiums, en cuanto tales, sólo ejercen una influencia secundaria en las comunicaciones de los Espíritus. Su tarea es la de una máquina eléctrica que transmite telegramas entre dos puntos apartados de la Tierra. De esta manera, cuando queremos dictar una comunicación, los Espíritus actuamos sobre el médium como el telegrafista lo hace sobre el aparato telegráfico. Es decir que, del mismo modo que el tac-tac del telégrafo va trazando a miles de leguas, sobre una tira de papel, las señales que reproducen el telegrama, nosotros también transmitimos, por medio del aparato mediúmnico, a través de las distancias inconmensurables que separan el mundo visible del mundo invisible, el mundo inmaterial del mundo encarnado, aquello que os queremos enseñar. No obstante, así como las influencias atmosféricas perturban a menudo las transmisiones del telégrafo eléctrico, también la influencia moral del médium perturba algunas veces la transmisión de nuestros mensajes de ultratumba, dado que nos vemos obligados a hacerlos pasar por un medio que les es adverso. Con todo, la mayoría de las veces, esa influencia es neutralizada por nuestra energía y por nuestra voluntad, a fin de que no se ponga de manifiesto ningún efecto perturbador. De hecho, dictados de un elevado alcance filosófico, así como comunicaciones de una moralidad intachable, son transmitidos a veces por médiums poco apropiados para esas enseñanzas superiores. Mientras que, en algunas oportunidades, comunicaciones poco edificantes llegan a través de médiums que se avergüenzan de haberles servido de conductores.
”De manera general, podemos afirmar que los Espíritus se atraen por sus similitudes, y que muy raramente los Espíritus de las pléyades elevadas se comunican mediante instrumentos que son malos conductores, toda vez que tienen a mano buenos instrumentos mediúmnicos, en una palabra, cuando disponen de buenos médiums.
”Los médiums ligeros y poco serios atraen, pues, a Espíritus de esa misma naturaleza. De ahí que sus comunicaciones se caractericen por las banalidades, las frivolidades, las ideas truncas y a menudo poco ortodoxas, espíritamente(2) hablando. Algunas veces, por cierto, ellos pueden decir –y dicen– cosas buenas. Pero en ese caso, especialmente, es necesario efectuar un examen severo y escrupuloso, porque junto a esas cosas buenas algunos Espíritus hipócritas insinúan, con habilidad y calculada perfidia, hechos fraguados, afirmaciones falaces, a fin de abusarse de la buena fe de sus oyentes. En ese caso, se debe eliminar sin piedad toda palabra, toda frase equívoca, y sólo conservar del dictado lo que la lógica admite, o lo que la doctrina ha enseñado ya. Las comunicaciones de esa naturaleza sólo son de temer para los espíritas que se mantienen aislados, para los grupos nuevos o poco esclarecidos, puesto que en las reuniones donde los adeptos están más adelantados y han adquirido experiencia, el grajo pierde su tiempo si se adorna con las plumas del pavo real, y siempre será rechazado sin miramientos.
”No he de referirme a los médiums que se complacen en solicitar y recibir comunicaciones obscenas. Dejémoslos que se deleiten en la compañía de los Espíritus cínicos. Por otra parte, las comunicaciones de esa índole exigen, de por sí, la soledad y el aislamiento. En todo caso, no despertarán más que menosprecio y rechazo entre los miembros de los grupos filosóficos y serios. No obstante, la influencia moral del médium se hace sentir realmente cuando este sustituye, con sus ideas personales, aquellas que los Espíritus se esfuerzan por sugerirle, y también cuando extrae de su imaginación teorías fantasiosas que, de buena fe, cree que son el resultado de una comunicación intuitiva. En ese caso, por lo general habrá mil posibilidades contra una de que eso sólo sea el reflejo del Espíritu del médium. Incluso, algunas veces se produce el hecho curioso de que la mano del médium se mueve en forma casi mecánica, impulsada por un Espíritu secundario y burlón. Contra esta piedra de toque se quiebran las imaginaciones ardientes, porque, arrastrados por el entusiasmo de sus propias ideas, por el oropel de sus conocimientos literarios, los médiums ignoran el modesto dictado de un Espíritu sabio y, como quien deja escapar la presa para perseguir su sombra, lo sustituyen por una paráfrasis ampulosa. Contra este temible escollo chocan también las personalidades ambiciosas que, a falta de las comunicaciones que los Espíritus buenos les rehúsan, presentan sus propias obras como si pertenecieran a esos Espíritus. De ahí la necesidad de que los directores de los grupos espíritas estén dotados de un tacto sutil y de una extraordinaria sagacidad para discernir entre las comunicaciones auténticas y las que no lo son, y para no herir a quienes se engañan a sí mismos.
”Uno de vuestros antiguos proverbios dice: En la duda, abstente. Por lo tanto, admitid tan sólo lo que para vosotros sea de una incuestionable evidencia. Cuando surja una opinión nueva, por poco dudosa que os parezca, sometedla al tamiz de la razón y de la lógica, y desechad valerosamente lo que la razón y el buen sentido reprueben. Más vale rechazar diez verdades que admitir una sola mentira, una sola teoría falsa. En efecto, sobre esa teoría podríais edificar un sistema completo, que se desmoronaría ante el primer soplo de la verdad, como si fuera un monumento construido sobre arena movediza; mientras que, si hoy rechazáis algunas verdades, debido a que estas no son demostradas con claridad y lógica, más adelante un hecho contundente o una demostración irrefutable habrá de confirmaros su autenticidad.
”Recordad, sin embargo, ¡oh espíritas!, que nada es imposible para Dios y para los Espíritus buenos, excepto la injusticia y la iniquidad.
”En la actualidad, el espiritismo está bastante difundido entre los hombres, y ha moralizado suficientemente a los adeptos sinceros de esa santa doctrina, de modo que los Espíritus ya no se ven obligados a utilizar malas herramientas, es decir, médiums imperfectos. Por consiguiente, si ahora un médium, sea cual fuere, se convierte en objeto de legítima sospecha, por su conducta y sus costumbres, por su orgullo y su falta de amor y caridad, rechazad, rechazad sus comunicaciones, porque en ellas hay una serpiente oculta entre la hierba. Esta es mi conclusión acerca de la influencia moral de los médiums.” – Espíritu Erasto
Referencias:
(1) En el original: sujets. Término empleado para designar a los médiums. Véase el § 162. (N. del T.)
(2) En el original: spiritement. Conservamos el término porque se trata, probablemente, de un neologismo creado por el Espíritu de Erasto. (N. del T.)
Por Allan Kardec. Contenido publicado en El Libro de los Médiums (1861). La traducción utilizada es la realizada por Gustavo N. Martínez. Puedes descargar un ejemplar gratuito en PDF (además de la traducción de las obras de Allan Kardec) desde este enlace de la editora: https://www.ceanet.com.ar/obras-de-allan-kardec/