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Arquetipos Espíritas a Evitar

A veces, bajo el manto de lo doctrinario se camuflan muchas debilidades y rasgos negativos de nuestra naturaleza inferior.

Pensar que por ser espíritas sólo se puede esperar de nosotros bondades es inocente, y por supuesto, del todo irreal.

Esto no lo digo con ánimo de incomodar o censurar (esa no es mi línea), sino para que reconozcamos ciertas pautas de nuestro carácter, o ciertas actuaciones no del todo consecuentes de lo que se espera de un discípulo de la escuela de Kardec; y reconociéndolas en uno, tratemos de trabajarlas. 

Los alarmistas:

Ni disfrutan, ni saben fluir con espontaneidad. En todo ven la amenaza del Umbral o las maniobras de los obsesores (y por supuesto, si alguien tiene una ocurrencia divertida o poco “evangélica” está obsesado, va camino de estarlo o no es una compañía suficientemente “elevada”).

Les vendría bien desconectar con más frecuencia su piloto rojo, excesivamente sobreestimulado, y ejercitar la espontaneidad y la confianza. Adolecen de mucho depósito de doctrina, y no tanto de Espiritismo.

Los apologistas:

Para ellos el Espiritismo se hace a golpe de dogma (aunque no lo vean así). No admiten objeciones, análisis u otras lecturas sobre nada de lo que está escrito. Si está escrito o lo ha dicho don fulano: es ley.

En algún momento de su iniciación obviaron o no terminaron de asimilar que nadie está en posesión de la verdad absoluta, que no se deben seguir patrones fijos (que la crítica sana y el libre examen son rasgos que el mismo Espiritismo alienta).

Les iría mejor si desaprendieran ciertas cosas, desistieran de ser tan rígidos y dejaran de ver enemigos de la doctrina por todas partes.

A veces el tipo alarmista y el apologista van juntos en un mismo carácter, y entonces, a efectos prácticos, sería mejor que no fueran espiritistas (porque flaco favor hacen al movimiento). Suelen ser arrimo de sectarios y fanáticos.

Los pastorales:

Quizá los menos molestos, aunque su actitud suele dejar una errónea impresión de lo que es Espiritismo. Desconfían del libre análisis y las opiniones demasiado sinceras (para su gusto), con lo que en este aspecto se parecen a los apologistas, aunque son más fraternos y respetuosos (suelen asustarse o escandalizarse, donde los otros suelen irritarse).

El estar (otros o ellos mismos) en desacuerdo con algo, les despierta una inquietud parecida al “pecado”, y suelen optar por callarse y seguir la opinión general. Son demasiado corderos del rebaño, les falta carácter y expresar sin temor sus opiniones (aunque no sea las de la mayoría).

Pueden ser mal influidos (incluso manipulados) por la tóxica combinación alarmista-apologista.

Los polemistas:

Una cosa es saber ser asertivo y hacer uso de la crítica constructiva y respetuosa (cuando toque y sea pertinente), y otra muy diferente hacer de esto un modus operandi habitual. Para este tipo de espírita es más estimulante la controversia que la actitud dialogante y el espíritu de fraternidad.

Son el extremo opuesto (pero también erróneo) de los conformistas pastorales, y con frecuencia son más un fastidio que un elemento estimulador de la convivencia.


Este artículo y su autor pueden ser presa fácil de reproche censurador de espíritas con pauta alarmista o apologista, así como también de las oraciones de los temerosos pastorales (gracias por esto último, en cualquier caso).

Entre los sectores espíritas (como en cualquier otro colectivo formado por personas), se camuflan trampas y ambigüedades, no oriundos de la revelación espiritista por supuesto, sino de la fragilidad humana. Podemos encontrarnos con soterrados ataques o disfrazadas intrigas aquí o allá, pues estas maniobras pueden camuflarse tras un discurso evangelizador o la utilización de elevados textos doctrinarios… en apariencia para ayudar pero con el secreto anhelo de perjudicar.

Que no nos amedrente tener opiniones diferentes o procedimientos distintos a los oficiales. No olvidemos que lo que realmente incide en la realidad espiritual es la intención, y cuando esta es tan honesta como pacífica, no hay repercusión negativa de ningún tipo (gusten o no gusten nuestras opiniones).

Herculano Pires, Leopoldo Machado, Amalia D. Soler, etc, etc., eran profundamente comprometidos y leales al Espiritismo, pero por esto mismo, profundamente críticos cuando tocaba serlo. A menudo su lenguaje era fuertemente directo, sin tapujos ni sutilezas (hubieran asustado mucho a los pastorales), pero cuando tocaba saltar a la arena en la defensa de algún aspecto del ideal, lo hacían de frente y sin dudar. Igualmente, no hacían acoso y derribo de aquellos con los que no compartían su parecer (como pueden utilizar como maniobra los alarmistas-apologistas).

A estos cuatro prototipos espíritas analizados les falta un baño de humildad, ser más naturales y trabajarse la empatía… aunque solo sea para no dar la razón a Kardec cuando (sabiamente) dijo que los peores enemigos del Espiritismo estaban dentro de sus filas.

Si no estás dentro de estos tipos analizados; enhorabuena:

por muchos defectos que tengas serás un digno discípulo de la escuela espiritista. Se espírita, pero no dejes de ser un tipo normal; no hace falta tener un lenguaje afectado y, mucho menos, sentirse un elegido.

Paz.

Por Carlos G.

Escrito por Carlos G.

Miembro registrado.

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