Una reunión no puede ser ni estable ni seria si no hay afinidad entre aquellos que la componen, y no puede haber afinidad entre personas que tienen ideas divergentes y que se hacen una oposición sorda, si no es abierta.
Lejos de nosotros decir, con eso, que se deba sofocar la discusión, ya que, al contrario, recomendamos el examen escrupuloso de todas las comunicaciones y de todos los fenómenos.
Está, pues, bien entendido que cada uno puede y debe emitir su opinión, pero hay personas que discuten para imponer su opinión y no para esclarecerse.
Es contra el espíritu de oposición sistemática que nos levantamos; contra las ideas preconcebidas que no ceden incluso ante la evidencia.
Tales personas son, indudablemente, una causa de confusión que se debe evitar.
Las reuniones espíritas están, bajo ese aspecto, en condiciones excepcionales: lo que requieren, por encima de todo, es el recogimiento.
Ahora bien, ¿Cómo estar recogido si
- se está, a cada instante, distraído por una polémica acrimoniosa;
- si reina, entre los asistentes, un sentimiento de aspereza,
- y cuando se siente, alrededor de sí, a seres que se saben hostiles, en el rostro de quienes se leen el sarcasmo y el desdén por todo lo que no está completamente conforme a su opinión?
Por Allan Kardec
Texto extraído del artículo titulado «Organización del Espiritismo» publicado en la Revista Espírita – Periódico de Estudios Psicológicos, diciembre de 1861