Esas obras están escritas con suficiente claridad para no dar lugar a interpretaciones divergentes, condición esencial a toda nueva doctrina.
Hasta el presente, esas obras han servido como reguladores para la inmensa mayoría de los Espíritas y, en todos los lugares, son acogidas con una simpatía inequívoca.
Aquellos que han deseado apartarse de ellas han podido reconocer, por su aislamiento y por el número decreciente de sus partidarios, que no tenían a su favor la opinión general.
Ese consentimiento dado por el mayor número tiene un gran peso.
Es un juicio del que no se podría sospechar de influencia personal, ya que es espontáneo y es pronunciado por millares de personas que nos son completamente desconocidas.
Una prueba de ese consentimiento es que se nos ha solicitado traducir esas obras a diversas lenguas: al español, al inglés, al portugués, al alemán, al italiano, al polaco, al ruso y hasta a la lengua tártara.
Podemos, pues, sin pretensión, recomendar el estudio y la práctica de esas obras a las varias reuniones espíritas, y eso con tanta más razón porque son las únicas, hasta el presente*, en las que la Ciencia es tratada de una manera completa.
Todas aquellas que han sido publicadas sobre la materia sólo han tocado, en algunos puntos aislados, la cuestión.
Por lo demás, no tenemos, en absoluto, la pretensión de imponer nuestras ideas.
Las emitimos, como es nuestro derecho; aquellos a quienes ellas convienen las adoptan; los otros las rechazan, como también es su derecho.
(…)
No pretendemos, de ninguna manera, reglamentar a aquellos que quieren seguir otra vía.
Ofrecemos la Doctrina que profesamos a la apreciación general.
Ahora bien, hemos encontrado a suficientes partidarios para darnos confianza y consolarnos de algunas disidencias aisladas.
El porvenir, además, será el juez en última instancia. Con los hombres actuales, desaparecerán, inevitablemente, las susceptibilidades de amor propio herido, las causas de celos, de ambición, de expectativas materiales decepcionadas.
Al ya no ver a las personas, sólo se verá la Doctrina, y el juicio será más imparcial.
¿Cuáles son las ideas nuevas que, en su aparición, no han tenido sus contradictores más o menos interesados?
¿Cuáles son los propagadores de esas ideas que no han sido expuestos a las saetas de la envidia, sobre todo si el éxito corona sus esfuerzos?
Por Allan Kardec
Texto extraído del artículo titulado «Organización del Espiritismo» publicado en la Revista Espírita – Periódico de Estudios Psicológicos, diciembre de 1861*