El dogmatismo (no siempre ameno) de los espíritas
Es sorprendente cómo los espíritas de hoy en día son idénticos a los religiosos de todos los tiempos, defendiendo una moral necesaria y una obediencia (ciega) a los «dictados» de sus creencias. Por eso no soy religioso. ¡No tengo una religión! ¡No necesito una! – Marcelo Henrique
Sí, soy espírita desde 1981. Era diciembre, y la insatisfacción con la «falta de respuestas» del fraile franciscano de la iglesia a la que asistía, por herencia familiar, en Florianópolis (SC) (Brasil) aceleró la búsqueda y el encuentro de una nueva filosofía (hasta entonces, para mí, religiosa).
Yo y mis familiares más cercanos emigramos de la Iglesia de Santo Antonio a un Centro Espírita (la Sociedad Espírita de Asistencia y Promoción Social Tereza de Jesús).
Las respuestas a las numerosas preguntas de un adolescente de 12 años se encontraron, poco a poco, en la filosofía espírita (y, tal vez, en la «religión» espírita).
Todo fue «divino y maravilloso». Las conferencias, los pases, los estudios, los libros, las reuniones, los encuentros mediúmnicos… Durante años y años, estuve «completo».
Respiraba espiritismo las veinticuatro horas del día, a pesar de que era un joven normal, que estudiaba, trabajaba, jugaba al fútbol y al baloncesto, a los videojuegos, al fútbol de botones, iba a fiestas, tenía citas y me integraba en las «cosas» de mi tiempo.
¿Fui feliz? Creo que sí. Aunque fue una felicidad moldeada en la «creencia» de lo que me dijeron que era espírita y frente a la «lectura tradicional» de lo que era (o no era) el espiritismo.
Después, mis búsquedas empezaron a ser diferentes. Comencé a cuestionar el «statu quo», el tradicionalismo y el dogmatismo de las prácticas llamadas espíritas, especialmente porque líderes y expositores -mucho más experimentados y mayores que yo- me señalaban como OBLIGATORIO pensar, hablar y escribir dentro de ciertos «paradigmas».
Esto sigue siendo así hoy en día, con raras excepciones.
Los «diferentes», los que se atreven a pensar en una contracultura espírita -entendida ésta como la vivencia natural kardeciana, de libre pensamiento y comprensión de las verdades espirituales y espíritas según el propio razonamiento- son objeto de oposición, contrariedad y repulsa por parte de los espíritas tradicionales, aquellos que no desean salir de sus zonas de confort y de la lógica preestablecida.
El espiritismo como movimiento de personas e ideas se ha convertido en algo completamente eclesiástico.
Se ha vuelto «tibia», en la exacta definición del Hombre de Nazaret.
Ha perdido la capacidad de emocionar y dirigir a sus adeptos a los cambios necesarios, como la sal de la parábola del Nazareno.
Se cristaliza en posiciones impositivas, como un nuevo parche en una vieja prenda, recordando también las palabras de aquel Sublime Carpintero.
Estos tres pasajes, por tanto, revisados, dan más sentido a la plenitud y permanencia de las enseñanzas de Jesús -no el Jesús de las Iglesias, no el Jesús cristiano, personaje predilecto de los centros espíritas, sino el Jesús de carne y hueso, quizá mucho más cercano al dibujo realizado por J.J. Benítez en su vasta obra de ficción paranormal y ciencia astronáutica.
No me agrada, no me cautiva, no me atrae la inmensa mayoría de los «ambientes» espíritas de hoy, así como los libros, revistas, periódicos, webs y conferencias de los Oradores de renombre o sus seguidores – o clones, la mayoría de las veces.
No me siento ni un poco interesado en «debatir» con los espíritas de hoy en día, ni con los que están federados, ni con los que no están agregados en la lista de entidades afiliadas e, incluso, entre los que se suponen independientes, no religiosos, laicos, científicos o cualquier otra denominación que se atribuyan, sus propios miembros u otros.
Prefiero – cuando es necesario o bajo invitación, y también, de forma voluntaria y sin «orden», como ahora – hablar y escribir sobre mi forma de entender la Doctrina Espírita, expresión que para mí simboliza el propio ejercicio diario de Rivail, cuando estaba encarnado, en su vida espírita cotidiana.
Pensar libremente, hablar sin ataduras, escribir sin formalidades, vivir intensamente SU espiritismo personal, pero respetando, por supuesto, como premisas, las bases filosóficas doctrinarias, puras, sin el «achismo»(1) que se ve comúnmente de Sur a Norte de nuestro Brasil, o en otros países donde el espiritismo brasileño fue colonizador filosófico.
La motivación de este texto es la formidable declaración atribuida al Premio Nobel de la Paz, Desmond Tutu, sobre su deseo (personal) de MORIR EN PAZ. A los 85 años, aquejado de una enfermedad grave e incurable (cáncer de próstata) y sus complicaciones, declaró: «No quiero seguir viviendo a cualquier precio». Y concluye: «Espero que me traten con compasión y que me permitan pasar a la siguiente fase de este viaje de la vida de la manera que yo elija.”
Para el dogmatismo espírita estas afirmaciones suenan a blasfemia. Simbolizan el «inconformismo» ante los «designios» de Dios, que «lo ve y lo sabe todo».
Los espíritas dogmáticos dicen que la VIDA es «un regalo de Dios» y que «sólo él» puede «dar y tomar» la vida. Lo dicen por la eutanasia y también por el aborto.
Son los mismos que apedrearon a esa mujer en la plaza pública, desde su estrecha y obtusa «única» moral. Y se aferran -como los escribas y fariseos de la época de aquel Pescador de Almas- a las letras, ya no de las Escrituras, sino de El Evangelio según el Espiritismo, El Libro de los Espíritus, etc.
¡Señor, aparta esa copa de mí! – digo yo. Es increíble como los espíritas de hoy en día son idénticos a los religiosos de toda la vida, defendiendo una moral necesaria y una obediencia (ciega) a los «dictados» de sus creencias. Por eso no soy religioso. ¡No tengo una religión! ¡No necesito una!
Y, además, para regocijo y éxtasis de quienes me leen como censores, repito: si esto es espiritismo, dicho sea de paso, seguidor de Kardec, prefiero NO SER (MÁS) ESPÍRITA. Pero, como terco que soy y como estudioso que sigo siendo de todo lo que aparece ante mí considerado o apodado como espírita, repito, también: – ¡No, esto no es el espiritismo de Kardec!
Kardec nunca «prohibiría» o «sancionaría negativamente» las elecciones humanas.
Kardec nunca establecería como SÍ o NO la conducta de los hombres.
Kardec nunca tomaría un fragmento de sus obras (los versículos bíblicos de hoy, ¿no?) para señalar con el dedo la censura o la amonestación a sus hermanos.
Kardec, finalmente, no predicaría una ÚNICA MORAL, una ÚNICA FORMA DE ENTENDER, una FÓRMULA SOLITARIA de entender las diversas situaciones de la vida…
¡Tutu estoy contigo! Ya he escrito sobre la eutanasia, el aborto y tantos otros temas(2), en enfoques «A LA LUZ DEL ESPIRITISMO», sin considerarme el único buen conocedor de las Leyes Espirituales, pero con el deber de conciencia de debatir, presentar razones, discutir y buscar ampliar el entendimiento, no reducirlo.
Confieso que a veces echo de menos muchos de esos ambientes de convivencia que, durante más de 30 años, fueron rutina en mis días. Pero, del mismo modo que echo de menos a las personas reunidas «en torno» al espiritismo, siento tranquilidad al decir que no echo de menos el barniz de (la pretendida) superioridad moral y (falsa) sabiduría de los actos y reuniones espíritas, donde para «todo» habría una respuesta y donde «todo» podría ser explicado y comprendido por los «lógicos de turno».
Prefiero seguir, como se dice, obsesado. Obsesaso por Kardec y por la luz de la búsqueda y de la mayéutica(3) permanente. Me alejo -cada vez más- de las explicaciones fáciles, de las respuestas codificadas, de la predicación ilustrada y de la apariencia de santidad. Como Jesús, yo diría: ¡prefiero la compañía de rameras y ladrones!
Por Marcelo Henrique para la web brasileña Espiritismo COM Kardec 19 de Noviembre de 2021
Notas:
(1) Expresión brasileña; argumentación o conjunto de ideas que se basa únicamente en la subjetividad, la opinión personal. (N. del T.)
(2) Se refiere a su blog Espiritismo com Kardec – ECK – Conteúdo com Liberdade de Pensamento (N. del T.)
(3) Es un método de dialéctica o demostración lógica para la indagación o búsqueda de nuevas ideas, conceptos o prismas subyacentes en la información. (N. del T.)
Artículo traducido por Miguel Ponce al español, para Zona Espírita, del original publicado en Espiritismo com Kardec (Brasil).