El Nuevo Paradigma
Si -como sospechan aquellos que no se terminan de convencer con el axioma de que sólo existimos mientras existe el cuerpo-, nuestro campo somático y biológico es una percepción limitada de nuestra auténtica realidad; si el universo es tan impredecible (todo fluye, cambia o nace sin cesar…); si la materia sólo lo es en apariencia (la física cuántica se decanta por definirla como condensaciones momentáneas de un campo energético); y si nuestra mente es tan sólo una ínfima parte del potencial que realmente utilizamos, ¿Por qué para buena parte de las personas son tan limitados los pensamientos sobre la propia naturaleza humana?
Es también cierto, al mismo tiempo, que desde hace algunas décadas este tipo de cosas están empezando a cuestionarse. Es, de hecho, necesario. Como dice Eckhart Tolle: «El despertar espiritual no es ya una opción sino una necesidad, si queremos que la humanidad y el planeta sobrevivan.»
Estamos inmersos en un momento cultural y de crisis sistémica que nos sitúa en el intervalo entre dos modelos de paradigma, y es evidente que todo conduce a que llegó la hora de pasar página y dejar atrás la concepción científico-materialista, que ya no puede aportar más a la nueva codificación del pensamiento humano y el lugar que ocupa en la existencia. El anterior modelo aportó los necesarios cambios que eran preciso abordar, pero ya se ha estirado y prolongado durante demasiado tiempo; precisamos seguir abriendo caminos, y estos no pueden seguir siendo los trasnochados axiomas academiscistas del s. XIX y parte del XX.
A estas alturas de nuestra cultura humana se hace incuestionable que lo cuántico y lo espiritual tienen mucho que decir con respecto al ser, la vida y a nuestra manera de ver el mundo. Estamos asistiendo al surgimiento de un nuevo modelo… y esto es imparable, puesto que está implementado en los mismos resortes de la evolución.
Hay naturales resistencias: intereses, comodismo ideológico, presunción… El deseo de las religiones por hacer el camino hacia la Verdad a solas es fanatismo; el mismo empeño por parte de la ciencia es prejuicio. Ni el fanatismo ni el prejuicio construyen progreso, ni mucho menos son atributos de la Verdad (por más que así lo crean desde sus particulares y sistemáticos constructos).
El camino hacia el verdadero progreso se hace mediante grandes y nuevos planteamientos, incluyendo también el liberarse de nuestras antiguas suposiciones, pues ambas cosas aportan a menudo inabarcables cuotas de crecimiento. Es por esto que debemos ir más allá del universo newtoniano, pues, con total seguridad, en el nuevo sistema de creencias la verdadera actitud científica será la que va más allá de la lógica formal.
“Divorciarse” de la tiranía del yugo religioso por parte de los hombres de ciencia es una cosa; anular nuestra esencia espiritual, fue un error cometido por las nuevas generaciones de científicos posteriores a Bacon o Newton. El error materialista eclosionó en graves consecuencias: el capitalismo, las dictaduras, la vorágine consumista de nuestros días, el abuso de las sustancias adictivas, etc. Y mientras tanto, las religiones han continuado en su ostracismo ideológico (incluso derivando en el fundamentalismo más agresivo); así como la ciencia ha devenido en una nueva ortodoxia: el cientifismo de nuestros días. Ayer la religión nos decía que teníamos que creer, dónde estaba la verdad y la mentira; hoy… lo hace la jerarquía científica dominante.
Hay un numeroso colectivo de científicos: físicos, médicos, biólogos, matemáticos, etc., que en público o en privado están más que interesados en los fenómenos psíquicos (algo que viene desde la aparición del Espiritismo en el pensamiento positivista de mediados del XIX). Pero el tabú es muy fuerte, porque según la cultura académica de nuestros días no se debe hablar abiertamente de ciertas cosas. Sin embargo, el nuevo paradigma emergente va más allá de la lucha de poder sobre quien posee la Verdad (religión o ciencia), siendo su carácter más integral que censurador y excluyente.
Esta y otras cuestiones que estamos comentando se reflejan en la imprescindible película-documental (y libro): ¿¡Y tú que sabes!?, una cinta de éxito y un texto con más de un millón de ejemplares vendidos que, más que un fenómeno aleatorio es sin duda producto de los nuevos tiempos…
«No se trata sólo de que el modelo antiguo no sea suficiente para responder las cuestiones que plantea la nueva búsqueda. Un problema aún más serio es que el viejo modelo no ha hecho lo suficiente para liberar al ser humano del sufrimiento, de la pobreza, la injusticia y la guerra. De hecho, podríamos decir incluso que muchos de estos problemas han ido a peor por causa del modelo mecánico que ha dominado tanto tiempo nuestro modo de experimentar el mundo»
Resulta increíblemente paradójico que buena parte de la élite académica siga en sus bases ancladas en las concepciones de los científicos del siglo XVII. Pero, ¿por cuánto tiempo más? Mucho nos tememos que la física cuántica y la espiritualidad separada del dogma romperán con un paradigma ya obsoleto, mantenido durante cerca de cuatro siglos: el mundo en el que se nos ha enseñado a creer.
Ahora toca crecer y dar el paso necesario para el despertar de conciencia, despertar que viene empujando sutil pero tenazmente, transmutando las concepciones de campos de lo social y la cultura, con el claro propósito de hermanar criterios, acercar disciplinas hasta ahora enfrentadas y reconvertir el actual sistema de necesidades y creencias; todo para laborar por un tiempo nuevo y descortinar un horizonte más integral, más pleno y justo del conocimiento.
En el libro citado más arriba, leemos: «No vemos la realidad, sino la idea que nos formamos de la realidad que producen nuestras neuronas. La ciencia nos da modelos del mundo, pero no el mundo en sí…» Y es que ante la naturaleza esquiva de lo “real”, resulta del todo más útil y práctico plantearse la idea de que hay niveles distintos que coexisten simultáneamente.