diciembre 24 2021

ÍCARO REDIMIDO: (5) «Ayuda en el tiempo justo»

“El don gratuito de Dios es la vida eterna” – Pablo (Romanos 6:23)

Descendimos, pasando por diversas galerías, hasta alcanzar el tercer nivel inferior de la Caverna.

Las inclinadas escaleras, esculpidas en las rocas, nos exigían redoblados cuidados para el paso en una penumbra casi completa.

La iluminación no debe ser ostensiva en este ambiente, pues las irradiaciones electromagnéticas pueden perturbar a los que duermen, causándoles vivencias inadecuadas y pesadillas, casi siempre terroríficas, de difícil control e inductoras de demencias.

Benedicto, trabajador de nuestra Colonia y responsable por aquél sector de la Caverna, ya nos aguardaba, avisado de nuestra excursión. Después de los saludos habituales nos dijo el amigo:

– Menos mal que llegaron a tiempo. He hecho lo posible para calmar a Alberto. Hace pocos días percibí que estaba semidespierto y sus facciones se modificaron. Comenzó ahora a vivenciar la desencarnación. Pero es preciso ayudarlo sin demora, pues está dando muestras de rápido empeoramiento.

Espíritu simple, pero entregado, Benedicto forjaba su reforma dedicándose a su tarea con extremada buena voluntad, a pesar de las condiciones adversas del ambiente.

Traía aún la complexión de enano, oriunda de su última encarnación, y no tardaría mucho en ser transferido, pues hacía muchos años que se esmeraba en el penoso menester.

Seguimos al amigo que se movía con destreza en la penumbra, caminando sin titubear por intrincados laberintos hasta parar delante de una pequeña gruta, escondida en un estrecho entrante de la roca, sumergida en completa oscuridad.

Héctor comprobó rápidamente la identificación señalada en la entrada, aunque su aguzada percepción espiritual no necesitase de eso, más obedecía a las normas de la dirección de la Caverna, pues algunos colaboradores se pueden equivocar, perturbando a enfermos que no se hayan preparados para el procedimiento visado.

Al penetrar, accionamos un pequeño aparato de iluminación portátil, de tonalidad azulada, adecuada para este momento, focalizándola sobre el afligido amigo a quién iríamos a socorrer como nos fuera posible.

De inmediato, percibimos que el pobre compañero se hallaba en completa hipnofobia, estado de terror durante el sueño profundo donde el individuo, experimentando horribles pesadillas, no consigue operar estímulos suficientes a fin de ascender la conciencia para la realidad.

Una agonía acerba domina el alma del hipnófobo, perseguido por sueños horribles que considera reales, sin conseguir despertar, generando un círculo vicioso de estímulos que pueden llevar al rápido deterioro de los mecanismos de la conciencia e inducir a la ovoidización, como única fuga posible. No convenía moverlo todavía, era urgente atenderlo allí mismo.

Héctor fijó su amorosa mirada en Alberto lamentando su penuria espiritual, suspirando profundamente.

Cerramos los ojos en breve oración, suplicando a los Cielos los recursos necesarios para el servicio.

El infeliz amigo se hallaba arrodillado en una cama improvisada en la roca, completamente paralizado, en rígida posición fetal.

Su organización psicosomática se amoldaba a la morfología mórbida del dramático instante del desenlace violento que se impusiera, retirándose de la vida.

Traía el rostro descompuesto, con la lengua afuera y cianótica*, estirada lateralmente, completamente reseca.

Los ojos fijos parecían salirse de las órbitas.

Las manos se aferraban con desesperación al cuello, donde situaba toda su agonía, intentando en vano liberarlo de la sofocación angustiosa.

Su pecho palpitaba sin conseguir respirar.

Su mente, aunque desecha en completo torbellino de sufrimientos, despertaba por instantes de su sueño comatoso, dándose cuenta de su angustia.

Podíamos oírlo mentalmente, susurrando palabras mudas y afligidas de súplicas a la Madre Santísima.

Pero, por no encontrar ningún consuelo en la realidad del momento, sus pensamientos se volvían sobre sí mismo, buscando refugio seguro en la inconsciencia.

No obstante, el sueño tampoco le era posible, pues un breve embotamiento era suficiente para proyectarlo en una aterradora pesadilla de caída, común también en esta patología espiritual.

La sensación de estar cayendo en un abismo sin fin caracteriza la mente que se sumerge rumbo a la muerte de la razón.

Ahí estaba patente el riesgo de ovoidización inminente, única defensa posible para un ser que no encuentra el bienestar a toda costa deseado.

Después de largo período de inconsciencia absoluta, nuestro amigo despertó para revivir al fin su traumático acto.

– Para él, es como si la muerte se diese en este instante. Veamos en eso la providencia divina que protege al alma de los dolores que no puede tolerar, atrasándolos para el momento en que puedan ser soportados de la mejor manera posible, resguardándola del intolerable sufrimiento y de la ruina de la rebeldía.

Su mayor consternación, sin duda, era motivada por la imposibilidad de respirar, hallándose la glotis completamente comprimida.

El ahorcamiento estaba patente con toda su realidad, estampado en sus típicas lesiones.

Algunos espíritus, en estas condiciones, traen incluso la cuerda de la que se sirvieron en el infame acto, sin embargo Alberto no la traía, mostrando tan sólo la región cervical completamente macerada.

Era imperioso, en tales casos, la introducción de una cánula para que pudiese respirar, encontrando mayor desahogo y así albergar alguna posibilidad de recuperación.

Iniciamos el procedimiento sin demora, en todo idéntico a la traqueotomía(1) realizada por la medicina terrena.

Cual laboratorio preparado en el socorro a los enfermos al que se destina, manteníamos en las Cavernas recursos para estas intervenciones.

Al poco, un prolongado silbido dio muestras de que Alberto podía respirar, llenando a largas bocanadas los extenuados pulmones.

De inmediato su musculatura se relajó por la presencia de mayor tasa de oxígeno en la circulación.

Su mente, en fin, se embriagaba de aire, después de muchos años de escasez, haciéndole desfallecer finalmente.

Héctor manipuló recursos magnéticos a su favor, tranquilizándolo por completo, acomodándolo en un sueño reposado, sin sueños, activando las conexiones ascendentes de los núcleos del raquis y los neuronios del locus ceruleus(2).

Sus precarios centros vitales, descoloridos, se revitalizaron momentáneamente de una pálida luz azulada, provocándole el relajamiento de los miembros.

Ahora podía ser transportado con seguridad para un atendimiento más eficaz en nuestras enfermerías, en Puertas del Valle.

La amenaza de ovoidización fue superada de inmediato y, con tratamientos más adecuados, teníamos posibilidades de traerlo a nuestra realidad, aunque aún había mucho por hacer a su favor.

Agradeciendo al Señor la oportunidad del servicio y, tumbándolo en nuestra hamaca, iniciamos el viaje de vuelta a nuestra colonia.

No era aún el momento para conocer más de cerca el drama de este infeliz.

Ni siquiera sabía si lo tendríamos bajo nuestros cuidados, de modo que callé mi interés de adentrar en su historia.

Naturalmente, Adelaide, me dirigía mudas interrogaciones, pero le indicaba con la mirada que aguardase con paciencia.

Héctor tan sólo nos informó que hace aproximadamente tres años, ayudó a depositar a Alberto en aquélla misma gruta, cuando aún participaba en las caravanas de socorro en actividad en el Valle.

Allí permanecía en sueño profundo, en la más completa inconsciencia durante ese tiempo, y sólo ahora entraba, de hecho, en la vivencia traumática de la muerte.

Período incluso corto comparado a la media de los que permanecen allí, pues los espíritus sometidos a este tipo de patología pueden estacionarse por décadas, presos al sueño restaurador de la conciencia perdida.

Y sabido era, que debía tratarse de un protegido suyo o de otros espíritus superiores, pues su prontitud en socorrerlo parecía corresponder a  intereses de esferas más elevadas.

Es importante considerar que si las interrelaciones en el Mundo de los Espíritus se basa en favores e intervenciones facilitadas, como en el plano de los encarnados, esos favores obedecen siempre a la Ley del merecimiento y no atienden a los propósitos ilícitos de los valores humanos, normalmente basados en desideratas egoístas, de naturaleza política o monetaria.

No se tiran perlas a los cerdos, nos enseña el Evangelio, por eso, antes de accionar las bendiciones de una asistencia espiritual orientada, es necesario detentar la condición de merecimiento del socorrido que, si no la tuviera, no será objeto de ellas.

Así es que continuamos transportando nuestro amigo, seguros de que llegara su vez, aunque una multitud de necesitados agonizase a nuestro alrededor sin que pudiésemos atenderlos prontamente, antes de que sus días fuesen contados.

Percibíamos además que Alberto no manchara su destino con grandes hechos de maldades y por eso no contaba con perseguidores implacables atormentándole el corazón con la exigencia de las venganzas.

Tan sólo daba muestras de haber sido víctima de sí mismo, lo que le confería facilidades en el atendimiento.

Cuando los lazos del odio se entrometen en las grandes tramas humanas, las enfermedades que generan en el alma son de tamaña gravedad que no encuentran solución en la Erraticidad, necesitando la contribución de sucesivas reencarnaciones para que la cura real se instale en el campo del espíritu.

Existe una ley que otorga beneficios según los méritos, funcionando inexorablemente en todos los parajes del alma humana y ante ella tenemos que someter nuestros intereses exclusivistas, siempre listos a burlar todos los límites.

Por eso, muchas veces, en operaciones de rescate, tenemos que entregar a la propia suerte a desventurados compañeros, presos por recíprocas enemistades, hasta que las exigencias de venganza de las víctimas del ayer, convertidas en verdugos del hoy, se agoten en el tedio de los sinsabores o en la inconsciencia de los protagonistas.

Sólo los grandes dolores sanan los grandes males y, en estos casos, los sufrimientos atroces son los únicos recursos de la misericordia divina a favor de los inconsecuentes.

No había tiempo para el descanso, aunque fuera breve, pues debíamos volver antes que anocheciese.

A la vuelta, nuestros pasos serían más lentos y por la noche las dificultades en el Valle son mayores.

Los malévolos, acostumbrados a las intensas sombras, se encuentran más a sus anchas y dispuestos a perturbar a aquellos que trabajan, exigiéndonos mayor vigilancia.

Además, transportando socorridos, tenemos que tomar cuidados redoblados para no llamar la atención de espíritus livianos, que se aproximan para averiguar si lo que llevamos representa para ellos algún interés.

Caso sospechen que sí, se pueden disponer a disputar con nosotros el asistido, como si se tratase de mera carga de intereses mercantilistas.

Naturalmente que caravanas como la nuestra cuentan con defensas seguras para casos de estos, pero es preferible evitar a toda costa altercados desagradables con seres inconsecuentes y sin otros propósitos que no sean perturbar el orden.

Seres también dignos de piedad a los cuales sólo el tiempo y el dolor pueden convencer de detener la jornada de rebeldías en que se complacen.

Es justo considerar que la dura ley de reacciones que impera en este reino de maldades se asemeja aún a la ética primitiva de los guerreros, basada en la imposición por la fuerza y en los intereses ególatras con los que todos menosprecian la piedad e ignoran el mínimo respeto al bien estar ajeno.

Avanzamos silenciosos por el camino de vuelta.

Héctor redoblara su acuidad espiritual a fin de percibir la presencia de entidades mal-intencionadas antes que nos notasen.

Tan sólo dos veces tuvimos que ocultarnos de transeúntes errantes y, felizmente, nuestro trayecto se hizo sin mayores incidentes.

En breve pudimos respirar aliviados al avistar de lejos el señalizador que marcaba la presencia de los portones de nuestra colonia.

Alcanzando los pórticos que sostienen los enormes muros de Puertas del Valle, punto más alto de nuestro camino, fuimos sorprendidos por una inusitada imagen, raramente vista en aquellos parajes.

No pudimos dejar de detenernos, extasiados ante lo inesperado.

En aquél instante el sol poniente penetraba uno de sus rojizos rayos por una fisura de nube, invadiendo las eternas brumas del Valle, iluminándolas por un raro momento.

Su larga extensión, siempre nublada, se dejó embeber por los matices pálidos de la diáfana luz, permitiéndonos entrever su exótico paisaje.

Picos inclinados, como inmensas astillas, vestidos de nieblas blanqueadas y planicies extendidas a lo lejos, cubiertas de mantos lechosos, se desdoblaban ante nuestros atónitos ojos, como nunca habíamos visto.

Un exótico escenario, aunque profundamente melancólico exhumaba dolor y lamento, estampando en nuestras almas pesar y espanto.

Extasiados, no sabíamos lo que decir ante aquélla singular visión, una gota de piedad de la naturaleza que, apenas por un instante, liberaba el Valle de dolor de las eternas sombras como recordando a sus infelices habitantes que la alegría aún es posible para aquél que sabe esperar.

Un sentimiento de esperanza nos invadió con la certeza de que un día el Planeta se verá libre de este inmenso foso de amarguras.

La visión se perdía en las nieblas más distantes, incendiadas por el evanescente rojo, que rápidamente se deshacía en tonos rosados, por cumbres elevadas que, como manos, parecían suplicar misericordia a los Cielos.

Seguramente allí debe estar el fin del mundo y, aunque sobrentendido, parecíamos oír el sonido de mil voces clamando por compasión.

La nostalgia propia de esta mágica ocasión nos fecundó del más genuino y sagrado sentimiento de la presencia de lo Divino, deteniéndonos con una breve oración de loor y gratitud al Señor de la vida, arrancándonos las más recónditas lágrimas por las almas doloridas y necesitadas de la paz verdadera.

FIN DEL CONTENIDO MEDIÚMNICO

* Apariencia de color azul en los labios, la piel, y las uñas como resultado de una falta de oxígeno en el flujo sanguíneo. (Nota del traductor)

(1) Procedimiento médico que consiste en abrir e introducir una pequeña cánula en la tráquea, a fin de permitir la libre respiración.

(2) Estructuras cerebrales responsables por la activación del sueño.


Publicado en el libro Ícaro Redimido: La vida de Santos Dumont en el Plano Espiritual“ (Obra mediúmnica) de Gilson Teixeira Freire y el Espíritu Adamastor.

Traductor «Khalil» usuario registrado en ZonaEspirita.com

¡Muy Importante leer este Anexo!
Información preliminar sobre el tema «Obsesión»

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Escrito por Khalil

Khalil

Traductor del libro «Ícaro Redimido»


Publicado 24 diciembre, 2021 por Khalil en la/s categoría/s "Libro: Ícaro Redimido