Mi padre se ha ido (Testimonio)
Mi padre, Arly, era un hombre ochenta años y falleció de un cáncer a fines de 2010. Comerciante y padre solícito, atendió todas nuestras necesidades, a mi hermano y a mí. Sus ideas políticas se ubicaban en la extrema derecha. Era ateo pues decía que la religión católica era una insignificancia.
Llevó su vida como un hombre que siempre tenía la razón. Orgulloso, no admitía que sus hijos pudieran tener otras ideas, que no fueran semejantes a las suyas.
Carta a mi Papá:
Papá, ha hecho falta este cáncer para que me acercara a ti.
Papá, en un primer momento, estuve a tu lado todos los días para ayudarte a combatir esa enfermedad, pues pensaba que podrías salir bien.
Después de algunos días, considerando que no había más nada que hacer, el médico esperaba mi aprobación para detener tu tratamiento.
Me pidió que pensara en traer un traje, invitación que me hizo comprender tu próxima partida.
Con la garganta apretada te dije la verdad para acompañarte a franquear las puertas del más allá, de ese otro mundo en el cual no creías y a fin de que no quedaras prisionero de tu cuerpo que ya no podía curarse.
El temor a esa partida inminente hizo nacer en ti la duda y el cuestionamiento.
Para ti la muerte no significaba más nada, es decir la nada y sin embargo en esos instantes postreros, me hiciste esta pregunta: “Y después, ¿no hay más nada?”
No obstante, tú conocías mis convicciones sobre este asunto, pero sin duda necesitabas ser tranquilizado.
Te encerrabas sin decir palabra, tendido sobre tus angustias, tus dudas, tus miedos, con los ojos cerrados y la mano inerte en la mía, y te hablé de esa puerta a ser abierta, invitándote a dejarte ir hacia tu nueva vida, la del espíritu liberado de la materia.
Aunque convencido de tu renacimiento, pasaron varias semanas y el tiempo fue largo para mí, espectador de tu postración y de tu mutismo.
Y sin embargo, seguía hablándote, tranquilizándote, invitándote a dejarte llevar.
Mis palabras dispersadas te han debido apaciguar y en la noche del 26 de octubre de 2010, después de más de un mes de acompañamiento, fue cuando tus ojos se cerraron definitivamente para abrirse por fin en un más allá donde te esperaba tu guía.
Con mis amigos espíritas, te hemos ayudado, empujado, hemos rezado para que lo más pronto posible te reúnas con tu guía y ese otro mundo.
Al anuncio de tu partida, de tu muerte, en un primer momento me sentí aliviado y feliz, feliz de saberte libre, pues la vida no podía continuar en tu cuerpo enfermo.
Un segundo tiempo sucedió al primero, fue el tiempo de los recuerdos y quizás también de la falta: falta del intercambio, falta de tu presencia pero, estoy seguro de ello, se harán en el más allá para atenuar mis remordimientos.
Ahora, con tu guía, descubrirás tu verdadera vida, encontrarás algunas de tus anterioridades, lo cual te ayudará a comprender mejor, conocerás nuestro Círculo*, del cual formo parte desde hace dieciocho años, y así continúas viviendo, y quizás más todavía, vibrando frente a este descubrimiento que no esperabas.
Tu hijo Peter, pero también Patrice.
Desde la partida de mi padre, he recibido sus noticias en tres oportunidades: por dos veces se manifestó en escritura y una por el medio de un dibujo mediúmnico.
Les entrego el último mensaje en el cual utiliza la expresión “Mi loco de hijo”:
“¡Ah! He llegado pero mi guía me ha mostrado el camino y me sostiene, he aquí una experiencia extraña.
Buenas tardes hijo mío, buenas tardes Patrice.
Si tengo algo que decirte y si tengo algo importante que repetirte, eso es Gracias.
Sin ti, ¿Dónde estaría?
Sin ti, me hubiera quedado prendido en el tiempo de no saber, de no oír, pero supe porque escuché, oí, aunque a veces me hiciera el muerto, el dormido.
Tus palabras, tu certeza, me hacían bien.
El bien no fue sino después, porque todo lo que me decías me atraía, me volvía a atraer a ese cuerpo enfermo porque tenía miedo a la muerte.
Patrice, mi loco de hijo, tú me abriste los ojos, los del alma, eso es lo más importante pues comprendo el tiempo que he ganado al vivir la belleza de un cielo que jamás hubiera imaginado, yo, el hombre de la materia.
He encontrado a mi hermana Arlette pero sobre todo, sobre todo, todo comienza para mí, y es gracias a ti porque es el amor que me has dado.
Te amo.
Ningún remordimiento, hijo.
Tu padre”.
Sí papá, tu loco hijo. Loco por descubrir los escritos de un hombre, Allan Kardec.
Loco por aprender la vida de los espíritus en el más allá.
Loco por el posible contacto entre nuestros dos mundos.
Loco por la realidad de ayudar en el momento del tránsito.
Loco por reconocer el pensamiento y los actos de un hombre, Jesús.
Loco por creer en esta fuerza creadora llamada, Dios.
Loco por tener confianza en el hombre cualquiera sea su raza.
Sí papá, soy “locamente” espírita y te amo. Volveremos a vernos un día u otro, esa sigue siendo mi convicción.
Por Peter Macleod – Traducción de Ruth Neumann
Publicado en la revista Le Journal Spirite en Español. La Revista del *Círculo Espírita Allan Kardec de Nancy (Francia). Nº 88. Abril – Junio de 2012