El Espiritismo No es una religión
Con frecuencia el espiritismo ha sido considerado como una religión, y desde su nacimiento con Allan Kardec, la cuestión todavía se debate en ciertos medios espíritas, donde se dice que el propio Allan Kardec no había zanjado totalmente el asunto con arreglo al contenido semántico que podía darse a la palabra religión.
¿Religión significa enlazar y reunir alrededor de una idea o se trata más bien, y sobre todo, de creencias que se oponen a la razón?
Por nuestra parte, hemos llegado a las nociones más simples, definiendo los conceptos a partir de su contenido comúnmente utilizado.
En religión, se admiten las nociones de creencia y de fe independientemente de toda tentativa de análisis lógico y razonado.
Así por ejemplo, en el catolicismo, el misterio de la Santísima Trinidad o la resurrección de Jesús son conceptos que recurren a la creencia en la medida en que en esencia son y, seguirán siendo, inexplicables, planteando un desafío a la razón que no puede ser resuelto sino por la fe.
Por el contrario, en materia de espiritismo, el misterio no puede quedar sin explicación, y es a partir de un enfoque científico, filosófico e histórico, que progresivamente han podido surgir nuevas tesis para volver inteligible lo que era oscuro.
Es en particular por el estudio de la historia de la Iglesia, que buen número de principios religiosos han podido ser descifrados.
En diferentes épocas se han instituido dogmas, viniendo a menudo a contradecir lo que anteriormente era admitido, dogmas institucionalizados por los eclesiásticos y los cuales se pretendía a veces que eran inspirados por un soplo divino.
La historia de la Iglesia es, de hecho, la historia de dogmas sucesivos que, la mayoría de las veces, contradicen la razón; y se convierten entonces en objetos de fe, sólo son pues admisibles por la fe.
LA FE O LA RAZÓN
Es pues este punto el que se vuelve esencial en el debate planteado: lo religioso depende de la fe, mientras que lo filosófico se apoya en la razón.
Y en este sentido, el espiritismo permite disociarse de la creencia en la medida en que algunos de sus principios obedecen a leyes que se pueden describir, explicar, analizar o incluso probar, ya sea en forma experimental, o en forma filosófica.
Quedará sin embargo una pequeña parte que recurre a la fe, y es la de un presupuesto respecto a la existencia de Dios.
Por ejemplo, un personaje de tendencia materialista, se apoya en el postulado de la no existencia de Dios, con lo cual compromete un acto de fe, fe en una certeza atea, que luego se las ingeniará para demostrar por medio de la ciencia, el análisis y el razonamiento.
Del mismo modo, el espiritualista y en particular el espírita, va a plantear su propio postulado de partida, el de la existencia de Dios; es entonces una apuesta (como la de Pascal) que necesita demostrar luego.
Para hacerlo, se servirá de argumentos y establecerá razonamientos que estime más convincentes que los de los nihilistas.
Estos argumentos ya están contenidos ampliamente en El Libro de los Espíritus de Allan Kardec, argumentos también reforzados por el hecho de que los propios Espíritus han venido a confirmar a la vez, su supervivencia y la realidad de una fuerza divina infinita y creadora de todas las cosas.
Evidentemente hace falta allí otro presupuesto, el de la manifestación efectiva de Espíritus, cuya realidad se ha podido establecer a partir del estudio de la mediumnidad y de las pruebas aportadas.
Por este estudio realizado en el espiritismo, y en primer lugar por Allan Kardec, se descubren numerosos argumentos de gran fuerza.
Cuando Allan Kardec, utilizando las respuestas de los Espíritus, define los atributos de Dios, a la vez en El Libro de los Espíritus y en La Génesis según el Espiritismo, recoge ciertos principios contenidos en los Evangelios, y los explica, no ya en un acto de fe, sino con argumentos filosóficos, que son la prolongación de palabras provenientes de los Espíritus a través de los médiums.
Y es entonces cuando puede distanciarse del hecho religioso, confirmando ciertos aspectos de una moral cristiana bien comprendida, y a la vez refutar ciertos dogmas.
Es así como los misterios de la religión son clarificados como por ejemplo, “la resurrección del Cristo” que ya no es un milagro que viene a contradecir la razón sino la manifestación fantasmal y tangible del espíritu de Jesús, fenómeno vuelto comprensible a partir de las observaciones espíritas referentes a las apariciones materializadas y la mediumnidad de ectoplasmia.
Otro misterio: este personaje, considerado como profeta o Mesías, sería la encarnación de Dios hecho hombre, concepto ratificado durante el Concilio de Nicea en 325 (consubstancialidad entre el padre y el hijo) y un poco más tarde con la adopción de la Santísima Trinidad, en el primer Concilio de Constantinopla (381), incluyendo la divinidad del Espíritu Santo.
El estudio espírita sobre este punto, ha permitido concluir dentro de una mejor lógica en la encarnación de un espíritu de gran evolución que, cerca de la perfección de un espíritu puro, ha venido a traer a los hombres de su tiempo un mensaje de esencia divina, un mensaje que sin embargo ha trascendido los siglos, porque es portador de una idea esencial, la del amor al prójimo.
Esta conclusión, confirmada igualmente por los Espíritus, ha permitido aportar una explicación lógica de acuerdo con la razón, preservando el lado excepcional de un profeta, sin por ello atribuirle el carácter de divinidad que le fue otorgado por el principio de la Santísima Trinidad.
LA TEOLOGÍA Y EL DOGMA
Muchos otros dogmas han sido decretados en el transcurso de los siglos, constituyendo un cuerpo de doctrina o una teología, que ya no tiene el carácter de filosofía, en la medida en que un buen número de los principios que contiene dependen de una creencia ciega, lo que algunos llaman fe de carbonero, una fe que permite creer en realidades imposibles per se.
Allí, donde la comprensión ya no es posible, se emite un acto de fe que permite dispensarse de explicaciones lógicas que serían imposibles de encontrar.
Desde hace dos mil años, la Iglesia ha instituido muchos dogmas, como la Inmaculada Concepción, enunciando “que la concepción de la Virgen María en el seno de su madre, no fue marcada por la tacha del pecado original”, lo cual fue ratificado por el Papa Pío IX en 1854.
Este dogma no debe ser confundido con el de la virginidad de María, ya indicado en los Evangelios y que fue admitido por la mayoría de los Padres de la Iglesia.
Existe igualmente la virginidad perpetua (María permaneció virgen después del nacimiento de Jesús) proclamada durante el segundo Concilio de Constantinopla en 553.
La Iglesia ha instituido igualmente los sacramentos, que responden a necesidades sociales como el matrimonio o a necesidades más espirituales como el bautismo, la eucaristía, la extremaunción o el perdón de los pecados por la confesión.
Si bien se trata de teología, es decir de principios instituidos por los eclesiásticos, es también, sin duda, la prueba de que el ser humano necesita espiritualidad.
Esta necesidad ha sido satisfecha hasta ahora por la creencia, el dogma y el rito.
Eso puede bastar a ciertas personas, pero deja a otras sumidas en la frustración.
Es allí donde el espiritismo ha tenido la virtud de explicar lo incomprensible, aportando otras nociones hasta entonces mal definidas, como la manifestación de los Espíritus y su reencarnación dentro de una continuidad evolutiva.
Por otra parte, la reencarnación estuvo contenida en el hecho religioso de muchas culturas precristianas, y abrogada definitivamente en 553, (Constantinopla) cuando, según Orígenes (185-253), fue condenada la preexistencia del alma, así como la creencia en su reencarnación.
La creencia en las vidas sucesivas ha sido, sobre todo, particularidad de las tradiciones orientales, del brahmanismo, el budismo y el hinduismo.
Allí también, aunque el principio en sí mismo está confirmado por vía espírita, sale de las creencias simplistas para entrar en una explicación más lógica que nos aleja de las nociones caricaturescas del karma punitivo o de la metempsicosis.
EL ESPIRITISMO, ¿CONTINUIDAD DEL CRISTIANISMO?
Es en particular desde el punto de vista moral que Allan Kardec ha vinculado entre sí tres revelaciones sucesivas en el tiempo: la de Moisés que indica un código moral en sus mandamientos, la palabra de Jesús que viene a completar la de Moisés, y finalmente la revelación espírita que viene a aportar toda la luz a partir de la manifestación del más allá.
Este principio de continuidad espiritual, se aplica específicamente a una historia judeo-cristiana que pasa igualmente por la influencia filosófica de Grecia.
Sin embargo, este principio, llamado de tercera revelación, no debe reducirse a lo religioso y poner de relieve a una religión más que a otra.
Todas las religiones del mundo, si bien han tenido su razón de existir y su necesidad desde un punto de vista espiritual, tienen igualmente (o han tenido) fallas de envergadura, fallas de naturaleza humana que conducen al dominio, a la guerra, a la persecución o a la inquisición.
No hay pues, desde nuestro punto de vista, una tradición religiosa que sea superior a otra, salvo que se mire muy puntualmente: hoy, por ejemplo, podríamos decir que las orientaciones del Papa actual son mucho más progresistas que las de los predicadores norteamericanos pseudoprotestantes (Evangélicos, Adventistas, Pentecostales y otros).
Respecto a las religiones que no pertenecen a nuestra cultura occidental, que son principalmente el budismo, el hinduismo y el islam, nos es más difícil juzgar, tomando en consideración las diferencias culturales que hacen que nuestros criterios de apreciación sean diferentes.
No obstante, debería haber allí factores universales que borraran las diferencias.
Y entre estos factores, hay uno que aún plantea un verdadero problema, es la idea de separación entre la práctica religiosa y los asuntos temporales de la organización de las sociedades, la famosa cuestión del laicismo. Este asunto no es evocado en ninguno de los grandes textos fundadores de las religiones, y es igual en los textos que se distancian del laicismo, salvo en ese entorno preciso del Evangelio donde Jesús les responde a los fariseos: “Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”.
Por su parte, los espíritas aportaron su tributo a esta necesaria separación entre lo religioso y lo político, cuando algunos de ellos se comprometieron en la Liga de la Enseñanza, militando por una escuela laica, no confesional, gratuita y obligatoria.
Fueron los Pierre-Gaétan Leymarie, Camille Flammarion, Léon Denis, Emmanuel Vauchez y algunos otros que, dentro de la continuidad del pedagogo Hyppolite Rivail convertido en Allan Kardec, perseguían los grandes ideales heredados del Siglo de las Luces y de la Revolución Francesa, para que la organización social de la instrucción pública fuera resueltamente disociada del hecho religioso.
En este sentido, puede afirmarse que el espiritismo, ya separado de lo religioso en tanto que ciencia y filosofía, se apartó igualmente del punto de vista del laicismo, inscribiéndose de inmediato en la modernidad.
Por supuesto, laicismo no significa que uno deba olvidarse de la espiritualidad en el seno de la vida social.
Este principio establece simplemente que dentro de una sociedad de progreso, todas las religiones tienen su legítimo derecho de expresión, pero ninguna de ellas debe dictar la ley civil ni ninguno de los principios de la vida en sociedad.
Pues, ello retrotraería a las teocracias del pasado, incluso a los poderes de la Inquisición que, sin embargo, se perpetúan en otras comarcas para desdicha de todos, pero que necesariamente a la larga deberán desaparecer si se quiere pensar realmente en un progreso sobre la Tierra, un progreso que sería de un verdadero alcance, no ya religioso, sino espiritual.
Por Jacques Peccatte. – Traducido por Ruth Newman
Artículo publicado en la revista Evolución – Venezuela Espírita. Movimiento de Cultura Espírita CIMA. 2ª Etapa. Ene / Abr 2018