Sobre el Espiritismo y las religiones [extractos de conferencia de Allan Kardec]
(…) He hablado del progreso del Espiritismo. Es que, en efecto, es sin precedente que una doctrina, sea cual sea, haya avanzado con tanta rapidez, sin exceptuar al propio Cristianismo.
¿Eso quiere decir que el Espiritismo le sea superior, que le deba suplantar? No, pero es acá el lugar para fijar su verdadero carácter, a fin de destruir un prejuicio difundido de manera bastante general entre aquellos que no lo conocen.
El Cristianismo, en su nacimiento, tenía que luchar contra una potencia temible: el Paganismo, entonces universalmente difundido.
No había, entre ellos, ninguna alianza posible, no más que entre la luz y las tinieblas.
En suma, el Cristianismo sólo podía propagarse destruyendo lo que existía; por eso, la lucha fue larga y terrible; las persecuciones lo prueban.
El Espiritismo, al contrario, nada tiene que destruir, pues se asienta sobre las mismas bases del Cristianismo; sobre el Evangelio, del cual sólo es la aplicación.
Concebís esa ventaja, no de su superioridad, sino de su posición.
No es, pues, como algunos lo pretenden, siempre porque no lo conocen, una religión nueva, una secta que se forma a las expensas de sus hermanas mayores.
Es una doctrina puramente moral que no se ocupa, en absoluto, de los dogmas y deja a cada uno la entera libertad de sus creencias, ya que no impone ninguna; y la prueba está allí, en que tiene partidarios en todas las creencias, tanto entre los más fervorosos católicos como entre los protestantes, los judíos y los musulmanes.
El Espiritismo reposa sobre la posibilidad de comunicarse con el mundo invisible, es decir, con las almas.
Ahora bien, como los judíos, los protestantes, los musulmanes tienen almas como nosotros, resulta que las almas pueden comunicarse con ellos tanto como con nosotros y que, por consiguiente, ellos pueden ser Espíritas al igual que nosotros.
Así como no es una secta religiosa, tampoco es una secta política.
Es la constatación de un hecho que no pertenece más a un partido político que la electricidad y los ferrocarriles.
Es, lo digo, una doctrina moral, y la moral es de todas las religiones y de todos los partidos.
¿La moral que el Espiritismo enseña es buena o mala? ¿Es subversiva? Allí está toda la cuestión.
Que se estudie, y se sabrá a qué atenerse.
Ahora bien, ya que es la moral del Evangelio desarrollada y aplicada, condenarla sería condenar el Evangelio.
¿Ha hecho bien o mal? Estudiad más y veréis.
¿Qué ha hecho?
- Ha impedido innumerables suicidios;
- ha restablecido la paz y la concordia en un gran número de familias;
- ha vuelto dulces y pacientes a personas violentas y coléricas;
- ha dado la resignación a aquellos que no la tenían, consuelo a los afligidos;
- ha reconducido a Dios a aquellos que lo despreciaban, al destruir las ideas materialistas, verdadera llaga social que aniquila la responsabilidad moral del hombre;
- he aquí lo que ha hecho, lo que hace todos los días, lo que hará cada vez más a medida que sea más difundido.
¿Está allí el resultado de una mala doctrina? Pero que yo sepa nadie jamás ha atacado la moral del Espiritismo; solamente se dice que la religión puede producir todo eso.
Estoy perfectamente de acuerdo; pero, entonces, ¿por qué la religión no lo produce siempre? Es porque no todo el mundo la comprende.
Ahora bien, el Espiritismo, al volver claro e inteligible para todos lo que no lo está; al volver evidente lo que está dudoso, conduce a la aplicación; mientras que uno no siente jamás la necesidad de lo que no comprende.
Por lo tanto, el Espiritismo, lejos de ser el antagonista de la religión, es su auxiliar; y la prueba es que reconduce a las ideas religiosas a aquellos que las habían rechazado.
En resumen, el Espiritismo jamás ha aconsejado cambiar de religión, ni sacrificar las creencias personales; no pertenece propiamente a ninguna religión, o mejor dicho, es de todas las religiones.
Por Allan Kardec
Texto extraído del artículo titulado “Banquete ofrecido al señor Allan Kardec por los diferentes grupos de Espíritas lioneses, el 19 de septiembre de 1861 Discurso del señor Allan Kardec” Publicado en la Revista Espírita – Periódico de Estudios Psicológicos, octubre de 1861